Miércoles 14 de mayo 2025

De qué se ríen

Redacción 21/04/2016 - 04.46.hs

Aquel inolvidable verso del poema de Mario Benedetti ("de qué se ríe, señor ministro") hoy adquiere actualidad ante el rostro feliz del titular del Ministerio de Hacienda al festejar el "éxito" del gobierno en la mayor colocación de deuda de un país emergente en los últimos veinte años.
Esa risa demostró ser contagiosa y el jolgorio se extendió a todo el gabinete del gobierno nacional, los grandes bancos, los empresarios más poderosos, los grupos agroexportadores, los medios de comunicación hegemónicos, en fin, los denominados "dueños del país". Es que ellos saben, mejor que nadie, que disfrutarán de las mieles de los dólares que llegarán pero estarán muy lejos del sufrimiento a la hora de pagar. Es una historia que los argentinos vivimos y padecimos demasiadas veces, por eso no todos comparten la alegría de las clases adineradas.
Pero este nuevo ciclo de endeudamiento se puede llevar a cabo gracias, irónicamente, al proceso inverso, es decir, al desendeudamiento que tuvo lugar bajo la gestión del kirchnerismo. A pesar de las durísimas críticas contra el gobierno anterior, la "pesada herencia" de la que tanto habló el macrismo y sus aliados demostró no ser tal. Unos pocos datos alcanzan para explicar: Argentina era, hasta ayer, uno de los países menos endeudados del mundo en relación a su PBI; posee el más bajo índice de Gini (que mide la inequidad económica) de la región y una desocupación que llegó al seis por ciento. Esa situación le permitió al nuevo gobierno volver a tomar deuda con el mercado financiero internacional, con lo cual los que tanto cuestionaron la gestión anterior deben admitir ahora que la "herencia" fue el mejor pasaporte para "regresar al mundo". Enorme contradicción política que, por supuesto, nunca será admitida ni señalada por los medios oficialistas porteños que hoy comparten la euforia del momento.
Lo peor es que de los 16.500 millones de dólares de la deuda tomada ahora, 9.300 millones irán a los bolsillos de los buitres que finalmente lograron poner de rodillas al país para arrancarle una ganancia exorbitante del 1.600 por ciento. El resto irá a cubrir gastos corrientes pues el macrismo desfinanció al Estado al anular retenciones y reducir impuestos a artículos suntuarios y por la sangría que provoca la liberación del mercado cambiario. De ahí que el ministro de Hacienda dejara de hablar de la obra pública como destino de los dólares que llegarán. Por lo demás, con el debilitamiento en los controles al movimiento de capitales y la liberación de la política cambiaria vuelve a darse un marco propicio para estimular la fuga de divisas, como siempre ocurrió bajo la ortodoxia neoliberal.
Por si no bastara, también regresarán las inspecciones del Fondo Monetario Internacional. Se espera que en septiembre desembarque la primera de las delegaciones de la entidad para auditar las cuentas del país. Otro antecedente muy bien conocido por los argentinos pues ya sufrieron durante largos años las recetas económicas que gusta imponer el FMI a los gobiernos que aceptan su "ayuda".
Es evidente que no son buenas noticias para todos, menos para los que viven de un salario, una jubilación o una pensión. Es que esas mayorías no ocupan un lugar destacado en la agenda de este gobierno que, apenas asumió, dejó muy claro cuáles son sus prioridades.

 

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