Miércoles 07 de mayo 2025

Capitán de los pájaros

Redacción 09/02/2025 - 14.15.hs

Todo medio de comunicación que se precie debería regularmente informar sobre el estado de la poesía y de los poetas, aunque más no sea para compensar en algo la avalancha de noticias espantosas de que nos proveen las habituales secciones del periódico. Es en esa búsqueda que, sin ninguna efeméride u otro pretexto que lo justifique, sólo en un gesto poético, que traemos a los titulares de cabecera el nombre de Antonio Esteban Agüero (1917-1970), el poeta puntano cuya figura se asocia indisolublemente a la villa turística de Merlo, al norte de San Luis.

 

Merlo.

 

Y hay que decir, en favor de esa pujante población serrana, que constituye todo un acierto y una hazaña identificarse con la figura de un poeta. La mayoría de los centros turísticos cultivan una estética de "no lugares" adonde generar las condiciones ambientales y psicológicas necesarias para -como en los shopping centers y aeropuertos- poder exprimir las tarjetas de crédito y las billeteras virtuales de los incautos transeúntes. Eso explicaría la proliferación de duendes y otros seres fantásticos de la mitología europea pululando en los locales de artesanías.

 

Merlo, si bien su centro histórico ha quedado reducido a una mínima expresión, tiene en la casa del poeta a su museo más importante, y entre sus atractivos naturales más llamativos está ese "algarrobo abuelo", formidable especie vegetal de antigüedad indeterminada, enorme testigo de siglos -acaso milenios- de historia, que el poeta se encargó de bautizar como "catedral de los pájaros". Probablemente existan otros ejemplares igual de antiguos en otros puntos del país: pero es la poesía, la cultura, la que marca la diferencia entre el anonimato y la fama.

 

En realidad Agüero, como muchos artistas de su generación, no se limitó a la ensoñación nocturna y contar sílabas y embocar rimas. En vida fue un activo militante radical, fue funcionario de gobierno en su provincia, y supo también dirigir suplementos culturales en diarios capitalinos. Vale decir, un hombre de su tiempo, al que el poder no le era ajeno.

 

Golpe.

 

Lo cual nos trae al que acaso sea su poema más célebre, "Yo, presidente", un digno ejemplo de la épica criolla. En sus versos, el poeta provinciano proclamaba su arribo a la Capital Federal, y su intención de ungirse presidente de la Nación, sin otro título que el de "Capitán de pájaros". Este tipo de excesos ególatras no son nada raros en el mundo de la poesía. Puede encontrarse en el mejor Walt Whitman, aquel de "Canto a mí mismo" o "Le canto al cuerpo eléctrico". También en su equivalente en el siglo XX, Alen Guinsberg, quien en un momento de inflamación no menos febril, supo proclamar desde el desierto de Kansas, y llamando en su ayuda a decenas de dioses hindúes: "a partir de aquí yo declaro el fin de la guerra" (Witchita vorteaux sutra). Un decreto que, por lo que se sabe, recibió poca adhesión en el mundo real.

 

El problema con Agüero es que su "Yo, presidente" se publicó en 1952, un momento en que las rispideces entre el peronismo gobernante y la oposición radical se encontraban en su punto álgido. El año anterior había existido un intento de golpe de estado bien real (no poético) y la muerte de Eva Perón había galvanizado los ánimos. Total, que el poeta puntano pasó a ser sospechoso de golpista, y terminó un par de meses en la cárcel y otros seis en prisión domiciliaria, durante los cuales, nobleza obliga, reconoce que recibió un trato más que digno.

 

Convengamos en que, poético o no, su título para acceder al poder nacional, bien que pacífico, no era precisamente democrático. Lo de "capitán de pájaros" no dejaba de tener un tufillo militar, y ya se sabe el carácter revoltoso de algunas especies aladas, como los loros que tanto atormentaron a Inodoro Pereyra. El poema entonces habrá sido interpretado como una tentativa de golpe ornitológico.

 

Logros.

 

Estos episodios trágicos suelen adornar la figura de los poetas. Piénsese en el pobre Federico García Lorca, asesinado salvajemente por la dictadura franquista, todavía en una tumba sin nombre. Pero en cualquier caso lo que define a un poeta es su obra, no su vida, por heroicos que puedan parecer algunos de sus episodios.

 

Y hay que decir que Agüero disfrutó en vida del éxito como escritor: a su obra la publicaron diarios de todo el país -principalmente "La Prensa" de Buenos Aires- y del extranjero. Le otorgaron premios de renombre, uno de ellos, con la firma de un jurado integrado nada menos que por Jorge Luis Borges. Dato no menor, si se considera que esta poética se basa en un estilo sencillo, y en la descripción de las cosas pequeñas de su pago chico: "Mi vivir oscuro en la tierra puntana".

 

La historia, esa gran picadora de carne, le deparaba una extraña revancha al poeta puntano. Cuando en 1989 accede al poder el riojano Carlos Saúl Menem, precisamente para dar por tierra con todos los principios del peronismo que supuestamente representaba, empleó, en sus discursos de campaña y el de asunción del cargo, algunos versos de "Yo, presidente", el más recordado -y no con cariño- aquel que invoca "el hambre de los niños pobres y la tristeza de los niños ricos".

 

Quién sabe, si después de tantos experimentos delirantes (los narcisistas, los psicópatas, los paranoicos, los psicóticos que nos han gobernado) no sería hora de ungir a un poeta como presidente. Eso sí, no cuenta como poesía el plagiar canciones de Litto Nebbia.

 

PETRONIO

 

Foto: agenciasanluis.com

 

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