Lunes 22 de abril 2024

Con la daga del FMI al cuello

Redacción 23/01/2022 - 09.32.hs

El Acuerdo de Facilidades Extendidas que se busca consistirá en que el propio Fondo financie esos pagos, a partir de una serie de metas y objetivos a cumplir. El FMI supervisará cada tres meses la obtención de esas metas y resultados, con misiones en el país.

 

Por Horacio Verbitsky

 

Este año vencen pagos con el FMI, acreedores privados y otros organismos internacionales por 28.000 millones de dólares, y el año próximo por 30.000 millones. Esto es casi el doble que las ganancias extraordinarias del intercambio comercial obtenidas en 2021.

 

La imposibilidad fáctica de cumplir con ese compromiso, más allá de las objeciones jurídicas y/o morales que motive, explica que el ministro de Economía Martín Guzmán haya recuperado el habla y que el ministro de Relaciones Exteriores Santiago Cafiero haya viajado a Washington para interesar al gobierno de Joe Biden al respecto. Que vaya a tener éxito es otra cuestión, pero en el peor de los casos el intento vale para clarificar las responsabilidades de una eventual catástrofe. La situación es límite. Para pagar los vencimientos de la última semana de enero, por 790 millones de dólares, el Banco Central debería empeñar oro depositado en el Banco de Ajustes Internacionales de Basilea. La literatura del FMI está prestando especial atención a las causas y consecuencias de una palabra vintage: arrears, o atrasos.

 

Una revelación escandalosa.

 

El Acuerdo de Facilidades Extendidas que se busca consistirá en que el propio Fondo financie esos pagos, a partir de una serie de metas y objetivos a cumplir. El FMI supervisará cada tres meses la obtención de esas metas y resultados, con misiones que revisarán las cuentas del país. La Argentina quedará así con la daga del FMI al cuello por no menos de una década. La reiterada afirmación gubernativa de que no se aceptará un ajuste que frene el crecimiento de la economía y la mejora en la distribución de sus resultados, queda reducida así a una simpática expresión de deseos. Esta revelación escandalosa no provino de un tuit de Cristina ni de un discurso de Máximo Kirchner, sino de una exposición oficial de Guzmán, el 5 de enero, en el Museo del Bicentenario, ante todos los gobernadores del país o sus representantes y en presencia del Presidente de la Nación.

 

Es llamativo que los partidos de la oposición dijeran que no asistirían al encuentro posterior que ellos mismos habían pedido para que el ministro les informara de la marcha de la negociación porque, según dijeron, Guzmán les oculta sus acuerdos con el Fondo. En realidad es difícil ser más explícito de lo que el ministro fue en el Museo del Bicentenario. Para quien tenga dudas, está el video oficial de aquel encuentro.

 

La financiación del propio FMI.

 

A partir del minuto 21, Guzmán dice que el acuerdo de Facilidades Extendidas consistirá en que el FMI "nos dé el financiamiento para pagarle al propio Fondo las deudas que se tomaron en 2018 y 2019". En el minuto 23 agrega que, en la Carta de Intención, el Estado informará al Fondo el financiamiento que solicita para pagar la deuda. Se firmará una "cláusula de consulta", que incluirá el compromiso de someterse al juicio del FMI "cada vez que se adopten determinadas políticas" (que no especifica cuáles son). El Memorándum Técnico de Entendimiento proveerá la información sobre los objetivos y enumerará las precisiones que se deben suministrar al Fondo para lograr esos objetivos. Ese programa plurianual que será enviado al Congreso incluirá tres criterios de desempeño, que Guzmán llamó "senderos": Fiscal, de Acumulación de reservas y de Financiamiento monetario de la política fiscal. (Es decir, estructura tributaria, comercio exterior, tipo de cambio, emisión monetaria.)

 

El Estado firmará una cláusula por la cual cada tres meses una misión del FMI vendrá a la Argentina a verificar si se cumplieron esos tres criterios, revisiones que luego serán analizadas por el directorio del FMI, que integran los accionistas. En cada revisión se verá si se cumplió lo establecido y la viabilidad futura de su continuidad. Si el desempeño de la economía no coincide con las metas trazadas, el país deberá solicitar dispensas por no cumplimiento, o waivers.

 

A la vista de todos.

 

Como en el célebre cuento de Edgar Poe La carta robada, Guzmán dejó el secreto mejor guardado a la vista de todos. En el cuento escrito en 1844, el ladrón de la carta (que era un ministro poderoso) "había acudido al más amplio y sagaz de los expedientes: el no ocultarla". Si se atiende a las intervenciones de los gobernadores que hablaron luego de Guzmán, y a las declaraciones posteriores de la oposición, nadie se dio cuenta de la importancia de lo que estaba diciendo.

 

En la prensa, sólo Berco olisqueó la novedad. Es cierto que Guzmán también distrajo la atención, al repetir el 5 de enero el gráfico que ya había presentado en vísperas de Navidad en el Centro Cultural Kirchner, con el perfil de vencimientos que resultaría del Acuerdo de Facilidades Extendidas que se negocia con el Fondo.

 

Pero allí se presenta como una reestructuración de vencimientos, que aleja los pagos más abultados varios años, en los que el país podría crecer, y omite toda mención al financiamiento que el propio Fondo proveería para pagar los compromisos asumidos por Macrì. Ese asiento contable tendría graves consecuencias políticas porque habilitaría la intromisión constante del FMI en las cuentas oficiales y la posibilidad de objetar políticas públicas, bajo la amenaza de decretar que se incumplieron las metas y forzar así el temido default. Eso ocurrirá en el momento que el Fondo quiera.

 

En ninguna de las exposiciones de los dos años previos, Guzmán había dicho que el FMI aportaría más fondos para que la Argentina le pagara. Por el contrario, al día siguiente de las elecciones de 2019 y aún antes de asumir, Alberto Fernández anunció que no pediría los 11.000 millones de dólares que aún le faltaba desembolsar al FMI. "Porque es querer calmar la borrachera mientras uno sigue tomando vino. Al día siguiente te levantás y lo que eran 45.000 se te convirtieron en 57.000. Tenés un problema más grande. Yo no quiero agrandar más ese problema, quiero resolverlo con sensatez", dijo. Para el economista jefe de la ortodoxa FIEL, Daniel Artana, Fernández marcó así "que no quiere la plata del Fondo porque es más barata pero viene con condicionalidades". Ese fue el discurso constante del Ministro de Economía desde entonces, hasta el 5 de enero de este año.

 

Lo que nadie ha explicado hasta ahora es la razón de este cambio, aunque la presunción más firme es que obedece al endurecimiento del Fondo a medida que se acercan los vencimientos impagables, lo cual prefigura la larga agonía que le espera a la Argentina en ese largo sendero. Guzmán ya no luce la calma zen que lo diferenció de sus eléctricos predecesores, como Domingo Cavallo o Roberto Lavagna. A mediados de 2021, chocó por el impuesto a las ganancias de las empresas pequeñas con Sergio Massa. "Vos tenés 39 años. ¿Te vas a inmolar por el FMI?", le dijo Kirchner en uno de sus últimos encuentros. Con la Vicepresidenta CFK, la relación del académico platense de Columbia es enigmática. Inmejorable, se lee en los medios a través de los que comunica sus opiniones el Poder Ejecutivo. Fruncen el ceño los más próximos a la presidencia del Senado. Los datos objetivos son que, por indicación de Alberto, Guzmán le informa con regularidad de sus pasos y que ella cuestionó en forma abierta la restricción del gasto público en el segundo semestre de 2020 y el primero de 2021, a la que atribuye el mal resultado electoral. Pese a la aceleración del gasto en el semestre electoral, el déficit primario de 2021 no llegó al 3%, muy por debajo de lo que el propio Guzmán había anunciado. El apellido Basualdo no es un factor de unidad entre ambos. Mucho más no se sabe, natural con dos obsesivos del secreto. Pero nada se compara con el malestar presidencial al advertir que en cuanto terminó de prometerles a los gobernadores que la palabra ajuste no forma parte del Lexicón de su gobierno, Guzmán detalló por qué medios el Fondo lo obligaría a realizarlo.

 

Legitimidad y poder.

 

En una entrevista con la agencia francesa de prensa, Guzmán dijo que el FMI se deslegitimaría si desestabilizara a la Argentina. Casi lo mismo había sostenido con horas de diferencia su maestro y mentor, Joseph Stiglitz, quien cosechó una catarata de descalificaciones del elenco estable de economistas del establishment y de algunes papagayes mediátiques, por haber dicho que el gobierno de Alberto Fernández había logrado un milagro económico, un crimen de lesa ortodoxia.

 

Ni siquiera en los primeros tiempos de sus 78 años, el FMI gozó de legitimidad. Sólo tuvo y aún tiene el poder que le delegaron los vencedores en la Segunda Guerra Mundial, una de las pocas invariables en un mundo en constante cambio.

 

Al llegar al gobierno, Juan D. Perón no ratificó el decreto del gobierno militar que integró, sobre el ingreso del país al flamante FMI. Dijo que podía explicarlo de modo que se entendiera, porque tenía la ventaja de no ser economista: el FMI es un invento del imperialismo para manejar la moneda de todos los países. "El valor de nuestra moneda lo fijábamos en el país, como también nosotros establecíamos los cambios de acuerdo con nuestras necesidades y conveniencias". De otro modo no hubiera podido implantar el sistema de cambio diferencial que por medio del Instituto para la Promoción del Intercambio (IAPI) le permitió financiar el crecimiento de la industria, el empleo y el salario con recursos obtenidos de los superávits agropecuarios, instrumento precursor de las retenciones.

 

No es necesario idealizar esa experiencia imperfecta y trunca (en la cual la denominada burguesía nacional acumuló beneficios que mejor invertidos hubieran ayudado a un despegue irreversible de la Argentina) para advertir su ventaja sobre el modelo que se aplicó a partir de la denominada Revolución Libertadora. En 1956 el dictador Pedro Aramburu firmó la adhesión argentina a los acuerdos de Bretton Woods y sobre la base del plan presentado por el ex presidente del Banco Central Raúl Prebisch con el hoy familiar slogan "Moneda sana o inflación incontenible", comenzó los planes de estabilización y ajuste.

 

Autoridad política y poder económico.

 

El encuentro en Washington de Cafiero con Anthony Blinken generó dos comunicados diferentes sobre la actividad compartida. El argentino consignó la solicitud a la autoridad política "para contar con el apoyo de Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional, y que de este modo no se restrinja el crecimiento de la Argentina". La declaración de la contraparte dijo que Estados Unidos reclamó "un marco de política económica sólido que devuelva el crecimiento al país".

 

Allí eso parece obvio, aquí suena como un oxímoron: tal supuesto marco sólido conspira contra el crecimiento, que en la Argentina fue de los más altos del mundo en 2021. Y eso es lo que arguyen tanto Guzmán como Cafiero, el Presidente Alberto Fernández y la Vicepresidenta CFK.

 

El segundo de Blinken para Subamérica, Brian Nichols, que por la noche comió con Cafiero junto con el asesor de Biden Juan González, declaró que su país quiere ver "una Argentina fuerte, próspera, exitosa", para lo cual se propone "apoyar el logro de un acuerdo con el FMI", con lo cual no salió del terreno de la hermenéutica. Donde digo digo, digo Diego. Donde digo Diego, digo digo. Por eso, lo mejor es ir a los hechos.

 

Guzmán ya había puntualizado que el FMI pretende una reducción del déficit fiscal más profunda y rápida de lo que el gobierno considera compatible con las necesidades colectivas. Y también una eliminación de la brecha cambiaria, lo que equivale a decir una devaluación del peso. Esto puede hacerse en forma gradual, a lo largo de varios años, o de un golpe como la que en 1975 inició la experiencia neoliberal, con José López Rega, Celestino Rodrigo, Ricardo Zinn y Pedro Pou, los Caballeros Americanos del Fuego, según el nombre de la logia que integraban varios de ellos. En cualquier caso, el Fondo procura mantener el alto nivel de exportaciones para cobrarse sus créditos, pero reducir las importaciones, que achican el superávit, las transferencias de ingresos a la población vulnerable y la realización de obras públicas.

 

Es decir, algunas de las políticas que estimulan el ritmo del crecimiento del PIB.

 

Un Presidente inepto y fracasado.

 

"Si el crédito fue político, la solución también debe serlo", es el mensaje que circula entre la presidencia, la cancillería y el ministerio de Economía. Como intención es inobjetable, su viabilidad ya es otra cosa. Desde publicaciones conservadoras como The Economist, que no trepida en llamar a Joe Biden un Presidente inepto y fracasado, hasta el blog Embajada Abierta que edita el embajador argentino Jorge Argüello, destacan la fragilidad de ese gobierno, cuya agenda se empantanó en el Senado debido a la deserción de los demócratas Joe Manchin y Kyrsten Sinema. Además, las reformas electorales introducidas en numerosos estados, que el gobierno federal ya no podrá enmendar, auguran una derrota en las elecciones legislativas de este año, lo que lo debilitaría aún más.

 

En su página oficial, el FMI acaba de publicar una advertencia para economías emergentes, a las que les vaticina turbulencias financieras. Parece pensado para la Argentina. Sus autores afirman que debido a la creciente inflación en Estados Unidos, a la escasez de mano de obra y a los incrementos salariales, la Reserva Federal prevé un incremento de la tasa de interés que se paga por los bonos estatales, que funcionará como una aspiradora dirigida al resto del globo.

 

Agregan Stephan Danninger, Kenneth Kang y Hélène Poirson : "Los mercados emergentes deben adaptar su respuesta en función de sus circunstancias y vulnerabilidades. Los que gozan de credibilidad en la conducción de las políticas pueden endurecer su política monetaria más gradualmente, en tanto que los que soportan presiones inflacionarias más fuertes o tienen instituciones menos sólidas deben actuar más rápido y con medidas de mayor alcance. En cualquier caso, parte de la respuesta debe consistir en dejar que las monedas se deprecien y en elevar las tasas de interés de referencia". Para que no queden dudas de que esa es la palabra oficial, Kristalina Georgieva lo ratificó durante el foro virtual de Davos. "Apúrense, háganlo ya", dijo.

 

En estas condiciones, es de un optimismo panglossiano suponer que Biden querría y podría confrontar con el sistema financiero internacional en defensa de una remota nación de culis mundi, eterna candidata a integrar algún eje del mal, ya sea que la gobiernen conservadores como Julio A. Roca (cuyo canciller Luis Drago sentó doctrina oponiéndose al cobro compulsivo de deudas a Venezuela), radicales como Hipólito Yrigoyen o Raúl Alfonsín, populistas como Juan Perón o Cristina Fernández, o dictadores militares como Leopoldo Galtieri.

 

Está fuera de discusión que el mayor crédito que el FMI concedió en su historia a un solo país, equivalente a la asistencia por la pandemia a todo el planeta, propiciaba la reelección de Macrì, frustrada por la combinación entre su torpeza personal, la iniciativa táctica de Cristina y la masiva resistencia popular. Pero, por el mismo precio, el plan B era encadenar a la rueda del interés compuesto (Scalabrini Ortiz dixit) a quienes sucedieran al Calabrés, como lo llaman sus íntimos. Y vaya si fue exitoso.

 

Por todo eso, la única utilidad indiscutible del viaje de Cafiero es dejar en evidencia la responsabilidad de Estados Unidos en los desastres por venir.

 

¿Yo señor? No señor.

 

La auditoría interna del FMI, en la que tanto Guzmán como Fernández habían puesto tantas expectativas, constata sin atenuantes que el programa de Macrì fracasó, dice que debieron implementarse controles de capital para evitar la fuga y acuerdos de precios y salarios para que no sufrieran los ingresos populares, pero no asume ninguna responsabilidad, ni del Fondo ni de su accionista mayoritario, que es el gobierno de los Estados Unidos.

 

Por el contrario, afirma que en 2018 el FMI señaló como inconsistente y discrecional la estrategia cambiaria del Banco Central, lo cual erosionó las reservas (es una manera educada de recordar que Christine Lagarde exigió el alejamiento de Luis Caputo del BCRA, donde lo reemplazó Guido Sandleris, quien cumplió con las restricciones que exigía el Fondo). Para la política interna puede servir que la auditoría mencione la fuga de capitales, que presionó sobre el tipo de cambio, lo cual "dañó los ingresos reales, dada su alta transferencia a la inflación". Pero también pretende que el Fondo siguió las políticas y procedimientos pertinentes, que advirtió de estos riesgos y le "resultó difícil comprometer a las autoridades en planes de contingencia". Es decir, que el FMI habría sido más cuidadoso que el gobierno de entonces.

 

De la enemistad abierta entre Biden y su predecesor, Donald Trump, no se deduce que los demócratas vayan a asistir al peronismo, como los republicanos hicieron con la alianza de derecha. Los auditores dicen que fue el riesgo de una victoria electoral peronista el origen de las expectativas adversas, lo cual le impuso a Macrì un inconveniente gradualismo y le impidió realizar las reformas estructurales que el Fondo reclamó, reclama y reclamará. Esa falta de confianza de los mercados llevó a refinanciar la deuda privada que iba venciendo a plazos cada vez más breves y tasas más altas, hasta que el acceso al crédito voluntario se cerró por completo, agrega el informe. Esto no es cierto, porque Cambiemos ganó con amplitud las elecciones de medio término en 2017, pero el Fondo se inclina por esa explicación, que es la de Macrì.

 

El barullo mediático no alcanza a ocultar que la discusión gira sobre el préstamo descomunal que pidió Macrì y fugaron sus amigos. Si la refinanciación que Guzmán expuso en la carta robada se firmara este año, pasaría a ser la deuda a cuyo pago se comprometió Alberto. Los adoradores del bife de chorizo y del malbec que el FMI envía a Buenos Aires se instalarían en forma permanente en una ciudad de una belleza y una comodidad únicas en Sudamérica. El primer año sería de celebraciones, el segundo de elecciones. En ese momento querrán saber cuánto personal contrató Rodra para dejar como nuevos los mosaicos calcáreos que conducen a la presidencia de la Cámara de Diputados o cuántos chicos abandonados por Soledad la de Barracas rescató Jimmy de los pasillos de la villa y las redes de la droga y cuánto costó el operativo. En vísperas de la renovación presidencial, el FMI castigará esos u otros desvíos con el corte de la financiación que anunció Guzmán y pronunciará a la Argentina en default, como ya hizo con Alfonsín y De la Rúa. Acaba de vaticinarlo en Washington el economista jefe para América Latina de Goldman Sachs, Alberto Ramos. En respuesta a una consulta del think tank Inter-American Dialogue reseñó las dificultades para alcanzar un acuerdo y sostuvo que aún si se lograra, probablemente descarrilaría luego de la revisión inicial, debido a una escasa apropiación del programa y su errática implementación. Colapso y final.

 

La última palabra la tiene el Congreso, que debe aprobar el eventual acuerdo con el FMI y cualquier nuevo endeudamiento en divisas bajo legislación extranjera, según la ley de sostenibilidad de la deuda pública, sancionada el 11 de febrero de 2021. Nunca quedó claro si esa fue una imposición del Fondo para dar consistencia política al tratado o una actitud defensiva de parte del gobierno. En cualquier caso, se trata de una saludable innovación democrática, que Guzmán encomió en estos términos: "Esta Ley cuida a nuestra Argentina. Desde hoy, todo acuerdo con el FMI o endeudamiento externo con títulos públicos deberá ser aprobado por el Congreso y debatido de frente a la sociedad. Evitar las crisis de deuda que condicionan el futuro de nuestra gente es política de Estado".

 

Dicho en otros términos: si el default es inevitable, porque está en la esencia de la relación con el Fondo a menos que el país se someta a cualquier humillación, queda por decidir quién tendrá la iniciativa y en qué momento ocurrirá.

 

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