Emblemas patrióticos

No es fácil definir el concepto de Patria. A poco que se lo medite se comprende que su amplitud es tanta, material y espiritual, que resumirla en sus símbolos aparece como una síntesis coherente. Uno de esos símbolos –el Himno Nacional—se conmemoró la semana pasada con un recuerdo del simbolismo que, desde sus mismos orígenes, tiene para los argentinos que lo hemos entonado con fervor en las luchas por las islas Malvinas o en el mundial de Qatar.

Lo precedente no es patrioterismo sino apenas una forma de intentar entender el comentario que llegara desde algún establecimiento educacional con relación al silencio de algunos en la reciente recordación de la canción patria o, incluso, la confesión de un alumno acerca de que “no lo cantaba porque no lo sentía”. El hecho puede ser anecdótico (un rasgo temporal en una juventud problematizada al extremo…) pero también sintomático, lo que sería inquietante y hasta grave, se podría decir.

No se precisa ser un observador demasiado agudo para advertir que los años de gobierno macrista echaron por la borda varios emblemas patrióticos, abstractos unos, concretos otros… Para el caso baste recordar aquel mapa en un consulado extranjero que, casualmente, ignoraba las islas Malvinas. Al hablar de la colonización cultural que lentamente postergaba costumbres, literatura y música nacional, años atrás María Elena Walsh decía con convencimiento que esas postergaciones en lo pequeño llevaban a la ignorancia de lo significativo.

Acaso no estaría de más reforzar –y discutir, ¿por qué no?—esos conceptos y actitudes que liman la idea de nacionalidad.