Domingo 21 de septiembre 2025

Fuera de lugar

Redacción 21/09/2025 - 00.28.hs

Parece adecuado que, en momentos en que asistimos a ese genocidio en tiempo real y por streaming que está ocurriendo en Gaza, Liliana Herrero haya elegido titular "Fuera de lugar" a su último disco, un título que coincide con el de la autobiografía de Edward Said, el gran intelectual palestino que nos dejara en 2003. Un niño cuando su familia fuera expulsada de Palestina en 1948, Said vivió en un exilio vitalicio, en el cual produjo dos obras fundamentales para desnudar la utilización de la cultura (el llamado "soft power") como instrumento de cosificación y dominación del otro: "Orientalismo" y "Cultura e imperialismo". Miembro del Consejo Nacional Palestino, participante de los Acuerdos de Oslo y fundador, junto al argentino Daniel Baremboin, de la "East West Divan Orchestra", su voz calma y reflexiva se extraña hoy más que nunca.

 

Exilios.

 

Pero Liliana Herrero no es una exiliada: de hecho no puede estar más situada de lo que lo está, en ese lugar paradigmático que le cabe como cantora popular icónica, lo más cercano a Mercedes Sosa en nuestros días. Ella está en su patria, es la patria la que se deshilacha bajo sus pies.

 

"Lo de Said es una biografía, memoria. Es fuera de lugar como desubicación. Para mí, 'Fuera de lugar' es fundar otro lugar. Tampoco es deserción", responde ella, cuando se le hace notar la analogía. "Es un punto de fuga, no de retiro. Mi formación ha sido siempre de vínculo con la vida social, política, cultural y artística de este país".

 

Es la tarea que le cabe a los artistas, a los poetas: la de trascender la extrañeza, el espanto al que nos somete el espectáculo de un país plagado de belleza, de una densidad cultural enorme, de gestas históricas gloriosas, que hoy está siendo corroído desde las entrañas por un gobierno-esperpento.

 

Chipi.

 

"Fuera de lugar" es un disco austero, con una sonoridad seca, que no desentonaría en el catálogo del sello alemán ECM. Acompañan a Herrero un ramillete de músicos jóvenes y muy talentosos: su "personal Colacho" Pedro Rossi en la guitarra, el retorno de Facundo Guevara en la percusión, Ariel Naón en contrabajo y Mariano Agustoni en piano.

 

La obra se abre y se cierra con dos textos leídos sobre fondo musical. La primera canción propiamente dicha es la primera incursión de la cantante sobre el material compositivo de Charly García, y la elección es sorprendente: "Chipi chipi" es recordado como el hit liviano de un disco fallido, "La hija de la lágrima", que prometía ser la gran obra conceptual de García y terminó siendo un primer síntoma de su deriva posterior.

 

Sin embargo, la mirada de artista y -sobre todo- la capacidad de "decir cantando" de Herrero, le otorgan a esta letra una luz nueva, muy a tono con el concepto general de este nuevo disco, particularmente cuando declara: "Estoy donde nunca estoy, donde nunca fui". Otra vez, ese no-lugar donde "este dolor durará por siempre".

 

Tu nombre.

 

Lo que no es nuevo es la incursión en el repertorio de Luis Alberto Spinetta, de quien rescata "Asilo en tu corazón", del disco (La, la, la) que compartiera con Fito Páez. Aquí la acompaña Lidia Borda, y entre las dos la arremeten contra otra letra aparentemente abstracta, que sin embargo entrega letanías de honda resonancia afectiva, en particular cuando -casi en tono penitente- cantan: "En tu nombre habrá que seguir, y seguir, y seguir".

 

No se aclara quién es ese Otro que debe ser nombrado, aunque en el contexto de este disco, bien podría ser la Patria, a la que se nombra reiteradamente en otra canción, "Aguafuerte", de Teresa Parodi, sobre poema del paraguayo Elvio Romero. Pero el gesto de llamar aparece también en esa milonga inmensa de Atahualpa Yupanki, "El alazán", responso para un caballo muerto, pialado por "un oscuro lazo de niebla". ¿Cómo es posible cantar esa letra sin que la voz se quiebre en llanto? ¿Cómo, cuando la historia nacional reciente -la que nos quieren birlar- está plagada de seres queridos que se fueron muriendo solitos, en el fondo del abismo, sin una voz para nombrarlos?

 

Yendo más a lo profundo de la historia argentina, "Martín" nos trae de vuelta el poema de Fierro, aquel gaucho matrero perdido en el Siglo XIX, deconstruido en la letra de Edgardo Cardozo, otro litoraleño como Liliana, partícipe de aquel experimento maravilloso que fue Puente Celeste.

 

Dicen que los egiptólogos se ven forzados -para construir su conocimiento- a saber de hidrografía, a recordar los distintos dibujos que ha trazado el delta del Nilo a lo largo de los siglos: y es que los brazos de ese río han ido mutando, y las ciudades que antes bañaban, hoy han quedado sepultadas en medio del arenal. Hace falta gente del Litoral para entender ese rompecabezas que, de algún modo, también es la breve historia argentina.

 

Y cómo se agradece, al final del disco, reencontrarse con la palabra de Horacio González, fulminando en un breve texto esa falsa dicotomía entre la libertad y los lazos sociales que nos unen, incluyendo al Estado. "Los hace a todos mucho más libres saberse parte de una comunidad". Su voz calma y reflexiva se extraña hoy más que nunca.

 

PETRONIO

 

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