Lunes 29 de abril 2024

Irán, ese desconocido

Redacción 18/04/2024 - 00.28.hs

Occidente debería extremar sus esfuerzos para asegurar la paz. Un esfuerzo que, con el nivel de desquicio de la dirigencia, desde Tel Aviv a Washington -llegando incluso a Buenos Aires- parece hoy una quimera.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Como es sabido, el pasado sábado la República Islámica de Irán lanzó un ataque con misiles y drones contra Israel, en represalia por el atentado perpetrado por Tel Aviv en la representación diplomática iraní en Siria. A su vez, un extravagante fallo de una Cámara Federal porteña -donde no se condena a ninguna persona en particular, ni se produjo ninguna indagatoria, ni por ende hubo derecho de defensa- dispuso responsabilizar al gobierno iraní por los atentados antisemitas producidos en nuestro país tres décadas atrás. En lo que representa otro hecho inusitado, el gobierno nacional respondió a los hechos del fin de semana con un completo alineamiento con Israel, rompiendo con la tradición diplomática pacifista y no intervencionista de más de un siglo.

 

Misterio.

 

Detrás de todo este bombardeo informativo sobre Irán, lo que brilla por su ausencia es algún dato que permita al ciudadano formarse una idea de por qué motivo esa nación asiática tiene este rol preponderante en la geopolítica global, mientras su realidad concreta nos resulta un misterio insondable. O, acaso, un misterio provocado.

 

Quizá habría que comenzar por aclarar que este pueblo es también conocido como Persia, y sus orígenes se remontan a la antigüedad, cuando era un imperio que combatió contra -y fue derrotado por- Alejandro Magno. Desde entonces su relación con Occidente es innegable, aún cuando desde la Edad Media haya abrazado el islam como religión.

 

Su configuración política actual es consecuencia de tres hechos claves ocurridos el siglo pasado: el descubrimiento de petróleo en 1908, que motivó el "interés" (léase: invasión) del Imperio Británico en la región; el golpe de estado impulsado por EEUU en 1953, que impuso como gobernante al Sha Reza Pahlevi -curiosamente coincidente con otro golpe del mismo origen, el de Guatemala- y, finalmente, la revolución islamita de 1979, curiosamente también, coincidente con la revolución sandinista en Nicaragua.

 

Este último hecho marca el actual aislamiento decretado desde Occidente, en particular, por la llamada "crisis de los rehenes" en la embajada norteamericana, que a su vez selló la suerte electoral del presidente Carter en su búsqueda de la reelección, y el consecuente ascenso al poder de Ronald Reagan y su "revolución conservadora".

 

Aislamiento.

 

El aislamiento de Irán no sólo es producto de las sanciones de EEUU y sus aliados. La nación es la única donde se habla persa (o farsi), en una región donde el idioma árabe es abrumadora mayoría. En lo religioso es una nación chiíta, rodeada de sunnitas, por lo que no sólo tiene como enemigo a Israel y los países occidentales, sino también a Arabia Saudita.

 

No obstante, cuando se le objetó el desarrollo de su programa nuclear (en una región donde varios vecinos como Rusia, Israel y Pakistán cuentan con bombas atómicas) demostró su capacidad de diálogo al aceptar un tratado de no proliferación, que estuvo vigente hasta que el presidente Donald Trump decidió hacerlo volar por los aires.

 

En estas condiciones, es esperable que un país desarrolle su potencia militar, y su red de alianzas. Desde la guerra en Ucrania, sus vínculos con Rusia y China se han fortalecido notoriamente. Pero desde mucho antes viene proyectando su influencia en todo Medio Oriente, no tanto con los gobiernos, como con grupos insurgentes, que hoy suman un par de decenas. La mayoría tienen intereses puramente locales, y casi ninguno es controlado totalmente por Irán, pero tienen claros intereses en común.

 

El más notorio es, desde luego, Hezbolá, en el Líbano -también de tendencia chiíta- que combate a Israel desde su frontera norte, y al que entre nosotros, la hipótesis oficial vincula con los atentados en Argentina. Con un arsenal de hasta 150 mil cohetes y misiles, y unos 50.000 combatientes, es, por lejos, el más poderoso de los grupos financiados desde Teherán.

 

Gaza.

 

Con la invasión israelí en la Franja de Gaza se ha hecho notorio, también, el apoyo iraní a Hamas, aunque cabría recordar que este grupo venía recibiendo -sin que Israel hiciera nada al respecto- contribuciones sustanciales de Catar, que por lo visto no sólo financia equipos de fútbol como el Manchester City o el París Saint Germain. Este apoyo de parte de Irán refleja un sentimiento común en todo el mundo árabe a favor de la causa palestina, y no debe olvidarse que Hamas no es sólo un grupo militar, sino que también tiene el control político de Gaza desde 2007. Otro grupo combatiente en la zona con vínculos iraníes es la Jihad Islámica Palestina.

 

Acaso la más reciente incorporación a esta red sean los Houtis, un grupo combatiente chiíta de Yemen que viene realizando atentados contra barcos comerciales que pasan por el mar Rojo camino del Canal de Suez. En realidad, los Houtis controlan "de facto" el país -sumido en una cruenta guerra civil- desde que tomaron su capital, con casi un 80% de su población, en 2014. Su actividad contra barcos británicos y griegos, intensificada recientemente en solidaridad con la causa palestina, apunta al corazón de los negocios occidentales. Lo que les ha valido fuertes represalias militares de parte de EEUU.

 

A estos se suman grupos combatientes con sede en Irak y en Siria -cuyo gobierno es afín al de Iran- que han producido ataques significativos contra fuerzas norteamericanas apostadas en la región, incluso produciendo algunas bajas.

 

Si se contempla toda esta constelación, urdida ante la necesidad de romper el aislamiento, parece claro que las consecuencias de un escalamiento en el conflicto sordo que mantienen Israel e Irán desde hace décadas, son impredecibles, y podrían generar un caos que se extienda mucho más allá de la región.

 

Sería hora, quizás, de que Occidente, que se autopercibe como la fuente de toda racionalidad y legalidad en el mundo, extreme sus esfuerzos para asegurar la paz. Un esfuerzo que, con el nivel de desquicio de la dirigencia, desde Tel Aviv a Washington -llegando incluso a la marginal Buenos Aires- parece hoy una quimera.

 

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