Peligrosos emprendimientos
Con una constancia digna de mejor objetivo, el presidente Milei continúa su quehacer de inútiles -y peligrosos– emprendimientos, sin tener en cuenta la jerarquía de quienes él considera enemigos ni las riesgosas grietas que está originando.
El aval a las imprudentes palabras que su ministro de Economía tuviera para con el gobierno chileno ha sido una de sus últimas provocaciones, apelando al desgastado calificativo de “comunista” y criticando el desarrollo de aquel país, sin tener para nada en cuenta el desastre económico que han provocado en Argentina. Un clarísimo ejemplo de aquella visión de “ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio”.
Después está el ya claro enfrentamiento con el Vaticano, con el Papa recriminando a Milei que “se puso firme y, en vez de pagar la justicia social, pagó el gas pimienta", remarcando que le hicieron ver un video “de una represión de hace una semana o un poco menos. Obreros, gente que pedía por sus derechos en la calle y la policía la rechazaba con una cosa que es lo más caro que hay, el gas pimienta de primera calidad. No tenían derecho a reclamar lo suyo, porque eran revoltosos, comunistas, Tengan en cuenta eso".
Para Milei, la idea de Justicia Social es aberrante" y la ha definido como "robarle a alguien para darle a otro". El Papa, por el contrario, se afianzó en su cristianismo y pidió rezar para "realizar la verdadera justicia social". Además alertó por el avance del narcotráfico, la prostitución infantil, la trata de personas, la violencia en los barrios, la formas de criminalidad organizada y las apuestas online, por lo que expuso la necesidad de atacar las causas estructurales, acercando a personas a la Iglesia. "El Papa no puede sustraerse de la centralidad de los pobres en el Evangelio. Esto no es comunismo, es el Evangelio puro. No es el Papa, sino Jesús el que los pone al centro, en ese lugar. Es una cuestión de nuestra fe y no se puede negociar", precisó.
Un mínimo de diplomacia por parte del gobierno argentino lo llevó a decir que "escuchan" y "reflexionan" sobre "lo que dice el Papa", pero no tienen "por qué compartir la visión que tiene sobre algunas cuestiones".
En buen romance: una ruptura casi explícita entre ambos estados.
Pero donde se ha manifestado el tembladeral sobre el que el gobierno se empecina en construir políticamente ha sido en las palabras de despedida del ministro de la Corte Suprema, Juan Carlos Maqueda. Con escasos pelos en la lengua, Maqueda dijo que “tenemos que defender las instituciones”, y aclaró: “No es nuestro país ahora, pero las instituciones de la república, de la democracia y del Estado de Derecho corren serios riesgos”. Y fue cuando advirtió: “No podemos renegar de 300 o 400 años de civilización ni quedar a la deriva de los hombres que, en estos momentos, hacen culto a la personalidad, son proféticos o se creen proféticos y ponen en riesgo las instituciones de la convivencia democrática”.
Insistió en que, “aunque parezca fuera de moda, tenemos que defender las instituciones de la democracia, la República y el Estado de Derecho”, en momentos en que éstas “corren serios riesgos” y lamentando que “la moderación haya sido dejada de lado y hoy se transiten los extremos”.
Las alusiones fueron trasparentes y con seguridad deben haber inquietado más al gobierno por provenir del integrante de un grupo de juristas que, al margen de ser máxima autoridad legal en el país, ha tenido demasiadas objeciones en cuanto a su actuación. De hecho, las encuestas han demostrado que el Poder Judicial es el área de gobierno en la que menos confianza tiene la ciudadanía.
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