Jueves 02 de mayo 2024

Reaparece una tensión siempre latente en Argentina

Redacción 27/07/2023 - 08.14.hs

Hay quien sostiene que en Argentina coexisten no uno, sino dos países, en una tensión que sólo por momentos aflora, pero que en realidad siempre está latente.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Hacía un tiempo considerable que no se escuchaban declaraciones de tan alto tono anti-porteño como las que se encargaron de vocear el flamante gobernador de Córdoba y el electo intendente de la capital mediterránea. Quejarse de los "pituquitos de Recoleta" que vienen "desde afuera" a decirle a los cordobeses cómo se deben gobernar a sí mismos, y denunciar los cuantiosos subsidios con los que se favorece a los habitantes de la capital nacional, en materia de energía y transporte -entre muchas otras- no formaba parte del lenguaje de los políticos del interior argentino. Desde luego, parte de la explicación está en la ideología dominante en nuestra provincia vecina al norte, que se ha dado en llamar "cordobismo", y que en resumidas cuentas es una suerte de chauvinismo no menos tóxico que el centralismo porteño.

 

Víctimas.

 

Pero no es esa la única explicación plausible. De hecho, hay que remontarse mucho tiempo atrás en la historia para descubrir un momento en el cual las relaciones entre la capital y el interior argentinos hayan atravesado un peor momento. Y el origen es -como se intentará abordar aquí- la irrupción, a comienzos de este milenio, de un partido conservador del puerto, que carece de todo escrúpulo a la hora de procurar ventajas, incluso espurias, en favor de sus intereses concentrados.

 

Nada esto se verá publicado en la prensa capitalina. De hecho, cuando los porteños condescienden en discutir su relación con lo que llaman "el interior", habitualmente se colocan en la postura de víctimas, de incomprendidos. Algo de eso ocurrió cuando hace poco más de un mes, un jefe policial jujeño encargado del operativo represivo desatado contra el sufrido pueblo de esa provincia norteña, intentó justificar su conducta aduciendo la existencia de "infiltrados" en la movilización popular local. Y dijo -tampoco exento de chauvinismo- que detectaban a esos supuestos infiltrados por su acento porteño.

 

Los periodistas capitalinos se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraron un acto de discriminación. Sin embargo, jamás se escuchará de ellos ni una somera referencia a la marginación, el saqueo y las masacres a las que el puerto de Buenos Aires sometió al resto del país, desde los albores de la patria.

 

Dos países.

 

Hay quien sostiene que en Argentina coexisten no uno, sino dos países, en una tensión que sólo por momentos aflora, pero que en realidad siempre está latente. Uno, el puerto liberal, elitista y europeísta, y otro, el de los "arribeños" populistas y latinoamericanos. No es una división geográfica, sino más bien ideológica.

 

El actual partido del puerto -que cuenta con notorios antecedentes históricos en los unitarios del siglo XIX- no hace un secreto de su agenda auto-complaciente. En cuanto tuvieron la oportunidad de gobernar el país, lo primero que hicieron fue sustraer varios puntos de coparticipación en favor de su distrito, al que gustan de engalanar con las obras más extravagantes, y muchas veces superfluas.

 

Y ahora, para garantizarse el mantenimiento de éste y otros privilegios, han logrado cooptar a una Corte Suprema que no se avergüenza ni por un momento de responder servilmente a los intereses capitalinos. Así ocurrió con la discusión judicial sobre el tema de la coparticipación, pero no fue menos patente cuando en el año en curso, e instaurada la moda de judicializar las elecciones, tuvieron ocasión de intervenir en la conformación de listas de los distintos partidos.

 

Así fue que no tuvieron empacho alguno en ponerse por encima de la voluntad popular, y prohibirle a los tucumanos y a los sanjuaninos la posibilidad de votar a determinados candidatos "populistas", metiéndose a interpretar constituciones provinciales sin que se hayan pronunciado al respecto los tribunales locales. Eso sí, cuando ocurrió lo mismo con el candidato conservador en el distrito Capital, se declararon "incompetentes" para intervenir, usando una palabra polisémica que bien puede servir para definirlos en cuanto a su idoneidad como jueces.

 

Desarrollo.

 

Desde luego, más que exacerbar las diferencias entre capital e interior, lo que debe buscarse es la concordia y el desarrollo armónico de todo el país, tal como lo soñaban los que trabajaron para institucionalizar al país y darle una constitución federal.

 

Pero esa construcción colectiva no será posible sobre la base de ignorar el conflicto, y mucho menos, si se pretende naturalizar la conducta egoísta e hipócrita de muchos dirigentes capitalinos, cuya agenda está muy lejos de esos ideales nacionales, y por el contrario, comprometen seriamente no ya el bienestar del interior, sino directamente la independencia de la Nación.

 

Al culminar su enfervorizado discurso, el electo gobernador de Córdoba ensayó una suerte de amenaza, dirigida a "los porteños" de que si no se accedía a las demandas de su provincia podrían tomar "otro curso", como insinuando una suerte de secesión a la manera que se planteó, no hace mucho, desde Mendoza.

 

Ese camino, al menos dentro de nuestra Constitución, no existe. Lo que sí debería existir es una dirigencia política madura y con verdaderas convicciones federales, que se tomen en serio el trabajo de resistir cada día los avances del centralismo capitalino. Porque si hay algo que nos enseña la historia, es que no podemos contar con que esa tendencia porteña desaparezca.

 

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