Un castigo ejemplar
La ciudad en general, y uno de los barrios que la integran en particular, ha vuelto a sentirse sacudida por un hecho vandálico, y de la peor especie porque apuntó a agraviar la inocencia de los niños. Arruinar los juegos infantiles de un parque merece no ya una reprobación sino un castigo ejemplar por parte de las autoridades y, especialmente, de la Justicia.
Los vecinos del barrio han elevado sus reclamos ante este tipo de situaciones que incluyen otras más graves, como reiterados delitos contra la propiedad. Las quejas apuntan directamente a un grupo de jóvenes que frecuentan el parque y que ya días atrás habían devastado una reciente plantación de árboles.
Por cierto que, como indican las noticias, de poco vale tener estacionado un patrullero frente al lugar, una vez acaecido el hecho: son vándalos pero no tontos como para actuar con luz plena. Por lo demás, aquí no se trata de la pintura de paredes, menos ofensiva para el caso aunque de parecida estupidez y mala intención, sino porque en la ocasión se expone la maldad por la maldad misma.
Los recursos de la policía son suficientes como para identificar y detener a esta banda de inadaptados; también los de la Justicia como para aplicarles un castigo ejemplar sin salirse del marco de la ley.
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