Jueves 26 de junio 2025

Un “gabinete de cínicos”

Redacción 20/12/2024 - 00.55.hs

La sociedad es comandada por verdaderos egoístas estafadores y nosotros, que naturalmente somos seres de miedo, tenemos que pagarles tributos para poder creer que no nos han abandonado desamparados.

 

Arnaldo Domínguez de Oliveira *

 

Los hombres no son criaturas gentiles –escribió Freud en 1930– que desean ser amadas y que pueden defenderse cuando son atacadas. Por lo contrario, son criaturas entre cuyas dotes instintivas debemos llevar una poderosa cuota de agresividad. En consecuencia, su prójimo es, para ellos, no apenas un ayudante potencial o un objeto sexual, sino también alguien que los tienta a satisfacer sobre él su agresividad, a explotar su capacidad de trabajo sin compensación, a utilizarlo sexualmente sin su consentimiento, a apoderarse de sus poses, humillarlo, causarle sufrimiento, torturarlo y matarlo. Y llega la hora –prosiguió– en que cada uno de nosotros tiene que abandonar las esperanzas que en la juventud depositó en sus semejantes y aprende cuánta dificultad y sufrimiento fueron acrecentados a su vida por la mala voluntad de ellos.

 

La consolidación occidental de un sistema neoliberal en las últimas décadas y la actual ascensión de la extrema derecha en el continente europeo, en nuestra América Latina y en los Estados Unidos, se retroalimenta mediante discursos nacionalistas (Dios, Patria y Familia) que son muy convenientes a tal modelo económico y social. Los procesos de subjetivación se han transformado.

 

Supresión de la solidaridad, exacerbación de la competición, desestímulo intenso de las acciones colectivas, ya eran vislumbrados por Freud, quien cuestionaba el supuesto progreso moral de nuestra humanidad pues nos alertaba: los seres humanos no tienen predisposiciones naturales para la práctica del bien.

 

Para que podamos vivir juntos es fundamental establecer prohibiciones y exigir que los interdictos sean respetados. Pero esto no es suficiente para la constitución de una comunidad humana.

 

Cinismos y falsas noticias.

 

Los cinismos que claramente nos invaden mediante falsas noticias, por ejemplo, actuando en peligrosa alquimia con las crisis políticas (grietas discursivas generadoras de la pasión por el odio) son pulsiones destructivas de la solidaridad. Productoras de soledad, desolación, decadencia de los lazos y de las ciudades. Inercia reactiva frente a las injusticias, poca indignación y mucho desánimo, impotencia y angustia.

 

Las protestas y sus ruidos no sirven para nada. Nos tratan como “moneda de cambio”. Somos una mercancía de poco valor en el mercado, aspirantes a conquistar fortunas sin esfuerzo, a exaltar cuerpos idealizados, a tornarnos, durante 15 minutos, en una celebridad, en un mundo sin amor, como tristemente cantaba Taiguara.

 

La gran Luiza Erundina, primer mujer y nordestina que conquistó la posición de intendente de la megalópolis de San Pablo en el final del año 1988, actualmente con 90 años de edad y diputada en el Congreso Nacional (quizás junto a Pepe Mujica, los últimos exponentes vivos de la Izquierda con mayúsculas en América Latina), declaró recientemente: “No hay más civilidad en las relaciones (Congreso Nacional). Vivimos en un clima de confrontación permanente. Hay una tropa que intimida, amenaza, refriega el celular en nuestra cara... la política está insoportable. Éste es el peor congreso que me tocó”!

 

Erundina y Mujica confirman el dicho de Goethe: “Envejecer es retirarse progresivamente del mundo de las apariencias”. No habría casi nada a perder en sus edades, a no ser la sustentación de algo que parece perdido irremediablemente: la ética de la política.

 

Es una época que se empeña en que olvidemos que tenemos un cuerpo, que somos carne. Nuestra carne es mercado y así como cantaba la divina Elsa Soares: “la carne más barata del mercado es la carne negra”.

 

Pobre sociedad.

 

El compromiso estructuralmente patológico de nuestra pobre sociedad de consumo y su apatía selectiva, la falta de compromiso emocional frente a los otros, la determinación de vivir un día de cada vez, el narcisismo de las pequeñas diferencias que nos llevan a la guerra, a la búsqueda de refugio y al exterminio confirman la lógica infantil que nos domina: todo lo que sea diferente de mí es una amenaza. La hostilidad se apega a las pequeñas diferencias.

 

Pero, eso sí, tenemos remedios para todos los tipos de sufrimiento. Y algunos sufrimientos precisan ser creados después que un nuevo fármaco haya sido sintetizado en algún laboratorio. Las clínicas psiquiátricas, sus auxiliares farmacológicos, así como las terapias cognitivo-comportamentales, son el fiel ejemplo de la colonización de la atención en lo que se llama (muy equivocadamente, pienso yo), de “salud mental”.

 

El sufrimiento psíquico no es apenas producido sino también es gerenciado por el neoliberalismo, según la introducción de los textos publicados en un libro denominado “Neoliberalismo como gestión del sufrimiento psíquico”, de Vladimir Safatle, Nelson da Silva Junior y Christian Dunker, Ed. Auténtica, 2021.

 

Para los descendientes de Jeremy Bentham y Stuart Mill, el sufrimiento de los trabajadores y de los ciudadanos era un problema que comprometía la producción y creaba obstáculos para el desarrollo y para los cálculos de la felicidad. Pero hoy sabemos que se puede extraer más goce del propio sufrimiento, se puede aprovechar mejor el sufrimiento en el trabajo extrayendo el máximo de cansancio y el mínimo de riesgo jurídico. La organización mundial de la salud acompaña esta lógica produciendo manuales y estrategias para confeccionar nuevas enfermedades de acuerdo con las nuevas medicaciones.

 

Para un Freud que decía: “La felicidad no estaba prevista en los planes del creador”, ahora tenemos “El gabinete de los cínicos”, el “Se” de Heidegger, El de los tipos que no tienen tipo.

 

Saber y poder, dijo Sloterdijck, son los dos modos por los que se llega al moderno más allá del bien y del mal, y en aquel momento cuando nuestra conciencia da el paso a ese más allá, está presente, inevitablemente, el cinismo. Si creyéramos en un dios, y si existiera, habría que pedirle que nos libre y guarde.

 

* Médico egresado de la UNC, nacido en Quemú Quemú y actual coordinador del Centro de Estudios Psicoanalíticos de San Pablo, Brasil.

 

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