Universidad pública está bajo asedio
Francisco J. Babinec*
En estos días tengo la sensación de estar viviendo en esa recordada y fantástica serie “El túnel del tiempo”. Leo y escucho afirmaciones sobre el rol de la Universidad Pública que pensaba perimidas hace mucho, mucho tiempo. En mi infancia y juventud, allá por los 60-70, ir a la Universidad era visto en mi barrio -un suburbio obrero del Gran Buenos Aires- como una especie de privilegio, casi diría una quimera. Uno se embarcaba en una carrera porque los padres lo impulsaban y apoyaban, como la vía para acceder a un futuro mejor. Era visto con una mezcla de desdén y tal vez envidia, “vos, universitario”. Entonces había ocho Universidades Nacionales, nueve si se contaba la Tecnológica. Todas en grandes ciudades, a las que uno -si vivía en el Conurbano- viajaba todos los días en tren, en el mejor de los casos con el “abono obrero”. Y compartía los estudios con muchos estudiantes del interior de la provincia y de otrass, que poblaban las pensiones y departamentos que había por doquier en La Plata. Ah, y el legendario Comedor en 1 y 50 con sus colas interminables.
Eso fue cambiando a partir de los 70, cuando se crearon o nacionalizaron una quincena de nuevas universidades, muchas a partir de extensiones de las ya existentes, otras provinciales como la nuestra, y alguna privada, en menos de tres años y en medio de movilizaciones populares que mostraban que la educación superior era un anhelo extendido y no sólo un deseo individual. La percepción del acceso a la Universidad como un derecho se fue extendiendo, y las nuevas casas de altos estudios se fueron convirtiendo en un motivo de orgullo para las comunidades. Así, hubo muchas familias que pudieron exhibir a “m´hijo el dotor”.
“Huracán”.
Las sucesivas oleadas de nuevas universidades, creadas en los gobiernos de Carlos Menem y Cristina Fernández, han hecho posible que hoy haya al menos una universidad en cada provincia del país. Hoy al menos diez están en el conurbano. Y estas nuevas universidades han explorado nuevas estructuras y desarrollado una política agresiva de reclutamiento de docentes, atrayendo a jóvenes ya formados que no encontraban espacio en las consagradas, y ofrecen nuevas carreras fuera de las tradicionales.
Pero el huracán libertario ha puesto la mira en el sistema universitario como uno de los sectores a recortar en la búsqueda del déficit cero. Los argumentos para justificar la embestida han ido mutando, de la crítica inicial a la falta de auditorías, luego (otra vez!) al arancelamiento y al establecimiento de un sistema de “prestamos de honor”, al cuestionamiento de la calidad y a la acusación de sesgo ideológico, y ahora a poner en duda el número de alumnos. Las auditorías no son responsabilidad de las universidades en sí mismas, sino del Estado Nacional, y por otro lado las evaluaciones de la calidad académica por la Coneau son suficientemente rigurosas. Cuando se habla de aranceles y préstamos y se toma el ejemplo de USA, por un lado se pasa por alto que los aranceles son sólo una parte de los recursos que manejan las universidades en ese país, ya que suelen recibir donaciones de particulares o empresas. Están los casos de Stanford y Carnegie-Mellon, entre otras, que fueron fundadas por millonarios que devinieron filántropos en un momento de sus vidas. Y algunas universidades norteamericanas fueron beneficiadas con tierras arrebatadas a los pueblos originarios en la expansión al oeste.
Estado mínimo.
En cuanto al último cuestionamiento (por ahora?) el seguimiento de los alumnos se hace a través de un sistema generado y controlado por el Ministerio, hoy Secretaría, lo que hace absurda la afirmación. Hay que agregar a la lista la idea de transferir las Universidades Nacionales a las provincias en las que se asientan, como se hizo en los 90 con las escuelas primarias y secundarias. Esto dentro de todo es coherente con la filosofía de un Gobierno que aspira a un Estado mínimo, dedicado a la defensa y la seguridad, y a recaudar para cumplir esos cometidos. Por supuesto no está en la mente del Gobierno transferir los fondos que hoy asigna (debería asignar) al sostenimiento del sistema. Pero esto daría pie a cuestionar todo el sistema de coparticipación, recordando que el cobro de muchos impuestos ha sido delegado por las Provincias a la Nación.
La Universidad Pública no es sólo la vía para el ascenso social y la realización individual, como mencionaba al principio. Es el dispositivo mediante el cual Nación y Provincias forman los cuadros que van a nutrir las respectivas burocracias. De allí saldrá la mayoría de los profesionales que van a ejercer en la faz privada o en las empresas. Y también, por qué no mencionar, muchos de quienes enseñan y/o practican las artes en alguna de sus múltiples manifestaciones.
La Universidad vuelve a movilizarse como lo hiciera en abril pasado. No es la primera vez que es atacada, y siempre ha salido adelante.
* Profesional investigador (jubilado), Estación Experimental Agropecuaria Anguil, INTA, y Profesor Adjunto Regular (retirado), Facultad de Agronomía, UNLPam. Presidente, Centro Pampeano de Estudios Sociales y Políticos.
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