Lunes 29 de abril 2024

"Quiero ser policía"

Redacción 11/12/2013 - 04.39.hs
¿Qué motiva a un joven a anotarse en la carrera de policía? Para muchos puede ser una salida laboral, pero los propios aspirantes lo definen de otra manera: "Con el tiempo te gana la vocación".
La jornada arrancó con una clase de defensa personal y movimientos físicos. Luego hubo que abrir los libros de Derecho Penal y más tarde llegaron los exámenes de Inglés. Las aulas son como las de cualquier establecimiento educativo, con pupitres, apuntes, un pizarrón y docentes a cargo del curso. Pero en este caso, el edificio pertenece a la Policía de la provincia de La Pampa y allí, cada año, decenas de jóvenes estudian y trabajan para convertirse en agentes de la fuerza.
La estadística arroja un dato de la realidad, y es que cada año son más los chicos y chicas que se inscriben para cursar en el Instituto Superior Policial. En los tres últimos años hubo un crecimiento del 27 por ciento en la cantidad de anotados.
"En mi caso me anoté por vocación, pero es cierto que muchos lo ven como una salida laboral, porque reciben una capacitación, un estudio y un sueldo. De todas maneras no es algo tan simple y varios de los que empiezan abandonan al tiempo", aseguró Alberto Morales (22 años), oriundo de Toay y ya en segundo año de la carrera.
"Cuando uno entra, es tal vez por una necesidad o por lo monetario, pero tras dos años, el compañerismo, la convivencia y lo que uno aprende te lleva a que te guste, te empieza a atrapar. El que no se adapta, abandona", agregó Diego Francos (23), también en segundo año.
Y esa adaptación significa estar de lunes a viernes como internados. Es decir, los aspirantes a suboficiales u oficiales ingresan el domingo por la noche y salen el viernes, a excepción de las mujeres, que regresan a sus hogares tras las jornadas de clase. En el día a día también hay lugar para ratos de esparcimiento con deportes, música, TV y juegos.
"Uno aprende mucho a independizarse, porque hay que lavarse la ropa, tener todo ordenado, limpio, por ahí al que no está acostumbrado le cuesta. En tu casa podés decir 'lo dejo para después' o lo hace tu mamá, pero acá eso no cuenta", contó Sebastián Rodríguez (23), que ingresó este año.
Tomar la decisión de inscribirse en el Instituto Superior Policial implica un cambio rotundo en los usos y costumbres de cualquier joven o adolescente. Para quienes lo ven desde afuera, ser policía cambia la ecuación, en un combo donde juegan los prejuicios y la imagen de un servicio público que de manera permanente está bajo la lupa.
"Cuando estás en la secundaria no tenés responsabilidades, sos joven y salís con tus amigos, dormís hasta cualquier hora y no te preocupás demasiado por nada. Eso está bueno, pero a cierta edad hay que asumir responsabilidades: en nuestro caso, levantarse a las 6, cumplir con las reglas, tener disciplina, compañerismo, aferrarte al régimen interno", describió Diego.
"Es una responsabilidad muy grande porque a nuestro sueldo lo pagan los vecinos, los contribuyentes, entonces uno también tiene que devolver lo que se le dio, y la mejor manera es instruirse lo mejor posible. Somos una cara del Estado y nos debemos a eso", opinó Sebastián.
Los aspirantes cursan la Tecnicatura en Seguridad Pública y Ciudadana con orientación Policial, una carrera de nivel terciario superior avalada por el Ministerio de Educación de la Provincia y de Nación, cuya duración es de tres años.
Los comisarios José Ayala, Daniel Guinchinau y Darío Seisdedos (rector del Instituto) están a cargo de la carrera. Según informaron, los aspirantes deben tener entre 17 y 23 años y antes de ingresar deben someterse a un examen psicofísico. Desde el primer año los estudiantes reciben un sueldo y cuentan con cobertura médica, comida y alojamiento.
"Durante el ciclo lectivo estudiamos y en el receso realizamos patrulla a modo de práctica y uno empieza a tener contacto con la prevención. Son pasantías junto al personal de calle", explicó Paola Toledo (24), de Ataliva Roca.
En varios de los casos la inclinación por la fuerza policial llega por una cuestión de familia ya que padres, hermanos o tíos son agentes en servicio. Sin embargo, tomar la decisión de seguir ese camino tiene diferentes implicancias sociales, como la mirada de los amigos o de una parte de la sociedad, que desconfía por naturaleza de un servicio público que tiene, a lo largo de la historia argentina, muchos puntos oscuros.
"Por ahí pasa que cuando decís que vas a ser policía alguno te mira mal. Lo que sí es cierto es que una vez que comenzás, sos policía las 24 horas. No podés ir a la laguna a tomar una cerveza o hacer ciertas cosas, porque ante un error o un tropiezo ya no sos Carlitos': sos 'el policía'", analizó Carlos Aranda (24).
"No quiere decir que uno cambie o no pueda salir con amigos, simplemente que tenés otras responsabilidades, y las tenés frente a la sociedad", añadió Ignacio Fumagalli (21).
Derechos Humanos y Garantías Constitucionales es una de las materias obligatorias de la cursada, un signo de cambio tras 30 años de democracia en el país y que busca dejar atrás la asociación policía = represión.
"Hay un punto que es muy sensible y es que nosotros manejamos un arma, entonces la capacitación es muy completa. Se busca la prevención como medida fundamental; el problema es que para cierto sector la vida de un policía no vale nada. O incluso algunos la toman como un trofeo", lamentó Sebastián, rodeado de chicos y chicas que, como él, defienden el camino elegido, el de su vocación.

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