Viernes 26 de abril 2024

"Hoy priorizo lo mental"

Redaccion 02/01/2024 - 13.55.hs

Las presiones y la exposición que venía soportando desde chico empezaron a pesar. Los años de soledad y de esfuerzo silencioso que desde los 14 había sufrido en Italia comenzaron a lastimarlo. Y entonces José Mauri decidió dejar ese "todo" para volver a casa.

 

En Realicó arrancó de cero, tomando mates con sus padres. Talleres de Córdoba le reabrió las puertas del fútbol y su talento lo llevó otra vez al exterior. Pero en Estados Unidos no encontró lo que buscaba. Dejó el dinero de lado y regresó a Argentina para jugar en Sarmiento de Junín, cerca de los suyos y en paz consigo mismo. "Hoy estoy priorizando lo mental", asegura a los 26 años.
Mientras se recuperaba de una lesión de ligamentos cruzados que le demandaba varios meses, el futbolista pampeano reflexionó sobre su pasado y su presente, de la crueldad del fútbol, de las presiones propias y ajenas y de la necesidad de dejar "ser" y "crecer" a los más chicos.
"Los futbolistas estamos expuestos desde muy chicos a presiones muy altas", sintetizó Mauri en una extensa charla con LA CHUECA. El jugador oriundo de Realicó volvió este año al fútbol argentino para jugar en Sarmiento de Junín y en la segunda fecha de la Liga Profesional, ante Barracas Central, sufrió una grave lesión.
La formación de Mauri como futbolista se completó en Italia. Allí lo llevó un representante cuando era un adolescente. Le había prometido viajar con toda su familia para jugar en el Brescia, pero terminó solo en el Parma por un "arreglo" particular que hizo quien lo había llevado. "Tenía 14 años y ya me estaban usando", señala hoy.
"En el Parma me dejó prácticamente tirado, sin computadora, sin teléfono, sin dinero y con 14 años. Fue muy duro al principio, pero a mi familia jamás le dije nada, hasta que fui grande. Por eso digo que el fútbol es muy cruel, que no es humano", remarca. Y recuerda: "Estuve un año y medio sin jugar porque no tenía pasaporte; el chavón (representante) se fue y volvió cuando yo tenía 16 años y tenía que firmar mi primer contrato... Lo saqué cagando".
Con el Parma llegó a la Primera División, con pasos en el camino por los seleccionados juveniles de Italia. Se afianzó en la Serie A (debutó con 18 años) y se destacó en un club con graves problemas institucionales que lo llevaron a descender, quebrar y desaparecer.
Tenía apenas 19 años cuando lo llamó el gigante Milan, que en esa temporada contaba con Gianluigi Donnarumma, Mario Balotelli y Kevin Prince Boateng, entre otras estrellas, y que posteriormente sumaría al argentino Gonzalo Higuaín.
Pero aunque literalmente se le abrieron las puertas del "gran mundo" del fútbol, el pampeano empezó a sufrir las consecuencias de las presiones -pasadas y presentes- y de la sobre exposición que implica estar en ese lugar.
"Fue como un agotamiento, que seguramente tuvo que ver con el hecho de irme a los 14 años solo a Italia. Y llegar a los 19 años a un club tan grande como Milan, genera una exposición tan grande que uno muchas veces no lo puede manejar. A veces en un entrenamiento no me salía algo y me iba a mi casa frustrado y estaba mal hasta el otro día. Y esa es una presión que se pone uno mismo. Por eso la salud mental es fundamental y estaría bueno que los clubes o los representantes no busquen solo lo económico, sino que piensen en la salud mental de los chicos, en lo que necesitan, en estar cerca para acompañarlos", remarca Mauri.
"En mi caso llegué a un punto en el que no disfrutaba de nada; no disfrutaba jugar, no disfrutaba entrenar, no disfrutaba la casa linda que tenía, no disfrutaba el auto lindo que tenía... Fue un agotamiento, y por suerte tuve los pies sobre la tierra para no mandarme ningún 'moco'. Porque estar en el Milan es un mundo donde tenés absolutamente todo, de lo bueno y de lo malo. Estaba en un club gigante, tenía exposición, era conocido, tenía un auto de lujo, económicamente podía hacer lo que quisiera... Era todo lo que un pibe puede soñar. Pero cuando me di cuenta que no podía disfrutar de eso, se me prendió la alarma porque algo mal estaba haciendo. E insisto, agradezco no haberme mandado ningún 'moco'. Por suerte dije 'hasta acá llegué, me vuelvo a mi pueblo y empiezo otra vez de cero'. Entonces me vine a Realicó, volví a comer con mi mamá y mi papá, a hablar con mis amigos, a comer asados... Tuve que soltar por mi salud mental", se sincera.

 

- ¿Qué le dirías a un chico que tiene la posibilidad de irse solo a perseguir su sueño de ser futbolista profesional?
- Más que consejo a los chicos, le diría a los padres y a los representantes que estén muy cerca. Cuando somos chicos no nos damos cuenta de las dimensiones de lo que vivimos o de los riesgos que podemos correr. Porque cuando sos chico soñás con jugar en La Bombonera o en otros estadios, y cuando se te presenta una oportunidad linda le ves solamente lo lindo; no te vas a dar cuenta nunca de lo malo o de los riesgos que corrés. Entonces siempre vas a necesitar personas que estén cerca tuyo, que te quieran de verdad, que te acompañen y que te hagan ver la realidad. A los chicos simplemente les digo que se esfuercen, que estudien, que tengan dedicación; pero más allá de los chicos me gustaría que en el mundo haya gente más humana, que vea que si un chico no está entrenando bien, es porque algo le está pasando.

 

Sólo un número.
"En el fútbol somos un número, porque si a fin de año no rendiste como esperaban en el club, te dicen 'andate a tu casa' y que venga otro. Es la cruda realidad, que la gente muchas veces no ve. A veces se muestra que un futbolista tiene un auto de lujo, pero no se muestra todo lo que sufrió desde chico para llegar hasta ahí", advierte Mauri.
Y vuelve con la necesidad de estar cerca de los jóvenes: "Y no se trata solo de esfuerzo. Porque hay chicos que hicieron el doble de esfuerzo que hizo uno, y no pudieron llegar. Porque el fútbol no es un deporte de merecimiento, y no porque viajes 5 mil kilómetros para estar, vas a jugar... Por eso la gente que está cerca tiene que priorizar la salud mental de ese chico".

 

La "culpa" de creerse bueno.
"Fijate que desde que llegué al Parma a los 14 años, hasta que subí a Primera, pasé por cuatro categorías de 25 chicos cada una y solamente llegué a Primera con dos compañeros. Imaginate la cantidad de chicos que quedaron en el camino, y que dejaron familias, estudios y amigos creyendo que podían llegar, o creyendo que eran los mejores porque el representante les consiguió un sponsor importante. ¡Porque obviamente somos chicos y no tenemos la culpa de creernos buenos! Cuántos chicos habrá en Santa Rosa que escuchan a su padre decir 'mi hijo es crack', y que se van a un club creyendo que son cracks porque se lo dijo el padre...", expone Mauri, y abre un disparador que va más allá del fútbol.
"Lo mismo pasa con los estudios, cuando hacen una carrera por mandato de los padres. No pasa solo en el fútbol, pasa en la vida. Entonces, 'papá, dejá tranquilo al nene, que mientras sea educado y buena gente, va a llegar a donde quiera, no a donde vos quieras. Si vos papá quisiste ser jugador y no lo lograste, ya está, dejá al chico que haga su vida'. Porque después el chico se cree las cosas, se cree que es el mejor, que es un crack, y no es su culpa, sino de los que están alrededor", remarca.

 

 

Un padre exigente.
"No recuerdo mucho", responde Mauri cuando es consultado sobre sus primeros pasos con una pelota en los pies, en su Realicó natal y en distintos lugares de la provincia. Y matiza el acompañamiento de su padre con la exigencia permanente y "no tan buena" a la que era expuesto.
"Jugué siempre fuera de Realicó porque mi papá tenía problemas con la gente que estaba en ese momento en Ferro. Jugué en Huinca (Talleres), después el Beto Ramírez y Nery Gatica me llevaron a Santa Rosa (El Recreo), y después fui a Ferro de Alvear, donde estaba el Tuco Leguizamón", cuenta.
"Pero no tengo muchos recuerdos, nunca tomé dimensiones; quizá porque mi papá era una persona muy exigente", se sincera. "Yo sabía que jugaba bien cuando él no hablaba de fútbol, pero si yo me mandaba algún moco en la cancha, viajáramos 50, 10 o 200 kilómetros, volvía los 200 kilómetros hablándome del error que había tenido, de por qué lo había hecho y de lo que había que hacer", recuerda.
"Nunca me dijo que había jugado bien. Yo me daba cuenta que había jugado bien cuando no me hablaba. Y hubiera estado bueno que en algún momento me hubiera dicho que había jugado bien. Mi mamá sí me decía 'muy bien hijito', y cuando jugaba mal me decía 'bueno no importa'. Pero mi papá era muy exigente", expone.

 

- Esa relación con un padre exigente es algo que se repite en varios jugadores, entre otros Juan Román Riquelme, que siempre lo cuenta...
- Sí, y en lo personal a esa exigencia paterna la veo muy mal. Porque volvemos a lo mismo: como nos pasó a nosotros, que nos exigieron y llegamos al profesionalismo, parece que estuviera bien; pero hay miles de chicos a los que los exigieron de la misma manera y quedaron con la frustración. Y eso no está bueno. Hoy yo tengo dos sobrinos (hijos de Juan, también futbolista) y jamás en mi vida se me ocurriría decirles 'jugaste mal o tenés que hacer esto o lo otro'. Hay que dejarlos que jueguen tranquilos.

 

- ¿Tuviste chances para volver a Italia?
- Sí, había hablado para volver a Italia y estaba todo encaminado, pero por las cosas sucias que tiene el fútbol no se dio. Yo había puesto toda mi energía en eso, pero no se dio y decidí volver a casa. Había otras opciones para ir a países con menos tradición, pero no me convencía, Y después salió lo de Sarmiento y me gustó. Estar cerca de casa, de mis amigos, de mi familia. Decidí priorizar lo mental, que no está de moda y tendría que tenerse más en cuenta, y estoy muy contento de haber elegido a Sarmiento.

 

Otra cabeza.
"No me arrepiento de las decisiones que tomé en cada momento de mi carrera, porque si las tomé es porque en ese momento lo sentía así", resume Mauri al referirse a las dos veces que se volvió del exterior (Italia y Estados Unidos) para jugar en el fútbol argentino cerca de su familia (en Talleres y ahora en Sarmiento).
"Vos me decís ahora: '¿Te hubieras quedado en Italia cuando estabas en Milan?' Y te digo que, con esta cabeza que tengo ahora, claro que sí. Porque ahora veo las cosas completamente distintas, no me hago tanto la cabeza y si algo no me sale, digo 'no pasa nada' y trato de mejorarlo. Pero antes me frustraba por la misma competencia interna, que es tan alta que te lleva a no disfrutar de ciertas situaciones o ciertos momentos", agrega con franqueza.

 


 

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