Viernes 10 de mayo 2024

Una pionera en la Legislatura

Redaccion 10/01/2024 - 14.08.hs

“Esto me cambió todo radicalmente… ha sido algo increíble y ahora puedo decir que la lucha y la espera costó, pero llegó y hoy mi vida es distinta. Cambió totalmente, después de tanto golpes, idas y vueltas”. Valeria Lorena Abraham se convirtió este año en empleada de la Legislatura provincial, en función que se activó el protocolo que -de acuerdo a la ley 3320/21- permitió su ingreso. Y obviamente está feliz.
Ahora se atreve a mirar hacia atrás y reconocer que sufrió “muchas cosas feas” desde que se fue de su casa con sólo 13 años: “Dormí en plazas de Buenos Aires, me prostituí, fui golpeada, y hasta alguna vez me dispararon un cohetazo…”, rememora.
“Yo nací así, no me hice… Siempre estuve asumida, recuerdo que desde los cinco años me pinto las uñas. Sé que hay muchas chicas trans como yo, pero que se hacen de grandes. Pero en mi caso soy Valeria, una chica trans. No soy mujer; mujer es mi mamá”, afirma con claridad.
En este tiempo Valeria –merced a los cambios que se van produciendo- se mueve en su tarea en la Cámara de Diputados (sector Mayordomía) con la misma naturalidad que si hiciera años se desempeñara allí.
“Cuando llegué me recibió Adelaida (Biaggio), pero en general todos mis compañeros me recibieron con buena onda. Sí, claro que estoy feliz y que esto me cambió todo”, dice mientras acepta conversar y contar su historia. Aún con sus ribetes más escabrosos de los que estuvo acompañada desde prácticamente su niñez.

 

La familia.
Así señala que su papá es Carlos Alberto Abraham, “que hoy vive en Buenos Aires donde tiene negocio; y mi mamá es Marta Susana Guzmán que aquí en Santa Rosa trabaja en una cooperativa. Somos tres hermanos, Horacio que tiene una pequeña empresa, María Soledad y yo que soy la del medio. Soy nacida en Buenos Aires pero nos vinimos a Santa Rosa cuando tenía 8 meses, así que soy bien pampeana, santarroseña…”, afirma aunque reconoce que sus primeros años transcurrieron en Toay.
Sonríe para explicar que en la primaria fue “a muchas escuelas… la de Chapalcó, la escuela hogar de Jagüel del Monte, a la de aquí de Santa Rosa… A todas”, resume. “¿Por qué? Pasa que cuando chica era mala, peleadora, y por eso me cambiaban: peleaba con todo el mundo, y sobre todo con las nenas”. Era como un impulso rebelde que la llevaba al conflicto.
Reconoce que a su padre le costó: “Porque nací así, pero igual cuando me llevaba a la escuela iba vestida de nena”. De todos modos se muestra comprensible con él: “Vieron que los turcos son más cerrados con algunas cosas, y mucho no les gusta el tema de la sexualidad. Pero bueno, cuando pasó el tiempo cambió, se dio cuenta. La verdad es que con mi mamá, mis hermanos y la familia siempre bien; pero papá al principio no lo aceptaba hasta que se dio cuenta cuando estuvo internado”. Y da más detalles Valeria: “Estuvo en terapia en coma inducido y cuando salió fue distinto, estaba cambiado. Soñó que si se moría no podía abrazarme y decirme que me quería. Se dio cuenta ahí, porque yo siempre me sentí mujer trans, travesti... es lo mismo”, sostiene. “Así he sido: las 24 horas los 365 días del año vestida de mujer”, agrega.

 

En la calle.
Y en una sociedad llena de prejuicios, intolerante, incapaz de aceptar a otras personas por fuera de cánones supuestamente (???) normales, la vida de Valeria y de tantos y tantas como ella tiene que haber sido en algún momento un infierno.
“Fue difícil, claro… si a los 13 me fui de mi casa, a la calle; y anduve por todas partes en la Argentina: en distintas provincias, por ejemplo al sur lo conozco todo”.
Sigue contando con calma, y diría que con gran entereza: “Me tocó trabajar en la call, en la prostitución, de alternadora, en boliches y cabarets en la zona Sur de Buenos Aires. Y anduve mucho, por todas partes: incluso en Uruguay y Paraguay. Reconozco que la calle me hizo, pero todo era muy arriesgado e incluso vi en peligro mi vida”.
¿Qué cosas suceden en ese ambiente en las calles? “De todo… pasé un montón de crisis… Eso de subirme a un auto y que no me hayan querido pagar y tener que sacarles la plata de los bolsillos muchas veces; o en alguna ocasión porque me querían abusar. Porque estaban los que no te querían pagar y te dejaban tirada en cualquier parte”.
Y por eso podía pasar que un incidente terminara en una pelea: “Una vez casi me matan de un tiro. Trabajaba en la zona de los bosques en Palermo y me quisieron correr de ahí porque otras chicas travestis decían que ahí estaban ellas”, precisa.
 
La Policía.
Es conocido que la Policía en algunos lugares juega un papel que, lamentablemente, poco tiene que ver con la seguridad. A veces algunos son parte de un “negocio” de zonas liberadas, de presunta protección en otros casos. “Y sí, también he tenido conflictos con la policía y me han llevado presa. Lo sufrí mucho a eso, abusos, acoso físico y hasta algún golpe te pegan”, completa.
Hasta más o menos los 30 años estuvo trabajando en la zona de Constitución; y con contactos circunstanciales con su familia en Santa Rosa.
“En mi familia estaban siempre preocupados por mí, e incluso me han ido a buscar a Buenos Aires”, admite. Hasta que un día decidió regresar, hace unos 7 u 8 años. Dejó Buenos Aires pero antes de llegar a La Pampa fue un tiempo “a probar suerte en Bahía Blanca, pero trabajando con otra modalidad…”.
¿Cómo es eso? “Bueno, hacía lo mismo, pero alquilaba un departamento y me contactaban por una página”. Eso hasta que finalmente decidió pegar la vuelta a Santa Rosa: “No, no me fui a vivir con mi familia sino que alquilé, porque siempre junté mi plata, y aquí la verdad es que me conocen todos. La verdad es que anduve por todos los suburbios, imaginate...”, agrega.
En Bahía Blanca también trabajó en un geriátrico, y ya instalada aquí hizo lo mismo. “Pero la verdad es que no alcanzaba, porque hace un año y medio cuando volví ganaba 18 mil pesos y pagaba 25 mil de alquiler”. Fue a vivir en Antártida Argentina y Gobernador Duval -frente al Club Argentino-, donde comparte con su pareja, Maximiliano, a quien había conocido en Buenos Aires.

 

A la calle no.

 

Y de pronto algo iba a empezar a cambiar: “La verdad es que a la calle no quería volver. Me cansé… me junté un poco más con las chicas de ‘Juntas y Diversas’ (asociación del colectivo trans de Santa Rosa), y me ayudaron muchísimo. Y y quiero mencionar en ese sentido a Ángeles Zuñiga, que fue la primera que me dio una mano, y también a Marcela Sosa”, las señala.
Tiene 37 años recién cumplidos, y gracias al colectivo “Juntas y Diversas” le llegó una oportunidad única: la ley 3320/21 garantiza la inserción y estabilidad laboral de personas travestis, transexuales y transgénero alentando su contratación y empleo para asegurar el derecho al trabajo, y desde el colectivo entendieron que era una buena oportunidad para Valeria.
Hubo una decisión del presidente de la Legislatura, Mariano Fernández, que le iba a abrir impensadamente una puerta. “Y fue así… un día me llamaron de Personal y me dijeron que podía empezar a trabajar aquí… ¡No lo podía creer! Porque por supuesto que el sueldo es importante, pero además era la posibilidad de cambiar mi vida para siempre”, dice con disimulado entusiasmo.
Y ahora, feliz, rodeada por sus compañeros de trabajo se permite soñar con un futuro mejor. “No volvería nunca más al mismo lugar, al mismo rubro. Ya está… ¿Si pienso en hijos? No sé, más adelante podría ser, pero primero quisiera que me tocara la casita del IPAV, donde estoy anotada hace tres años… Pero sí, no lo descarto”, sostiene.

 

“Es un reconocimiento”

 

“Que Valeria haya sido incorporada en el marco del cumplimiento de la ley de inclusión laboral travesti significa un logro en materia de derechos humanos; y también de la lucha colectiva de las travestis por el reconocimiento de nuestros derechos laborales”, sostuvo Ángeles Zúñiga.
Es la presidenta de la asociación Juntas y Diversas que funciona desde el 2019. “Con la llegada de la pandemia nos vimos más desprotegidas, y es así como las compañeras empezaron a participar más activamente”, sostuvo.
Después puntualizó que a partir de la ley 3320/21 “se dieron varias incorporaciones, en distintos ámbitos, como por ejemplo en la Universidad, en Vialidad Nacional, en el Parque Lihuel Calel, en el Ministerio de Trabajo; en lo provincial en la Secretaría de la Mujer, Géneros y Diversidad; y también en Salud Pública y la Municipalidad de Santa Rosa”, puntualizó.
Ángeles interpretó que su incorporación ha sido “para Valeria un salto cualitativo en su calidad de vida. En cuanto a la aplicación de la ley de inclusión laboral travesti-trans debemos decir que hemos encontrado mucha resistencia a la hora de darle efectividad; y creemos que es por falta de conocimiento por parte de las autoridades acerca de una realidad que les es ajena”.
Finalmente opinó que no “es sólo algo que les cambia sus vidas a las personas que accedemos a un cupo laboral, sino que además cambia la sociedad en su conjunto, porque somos fuerza productiva de trabajo”, aseguró.

 

 

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