Lunes 29 de abril 2024

El maestro Dell’Oca Sala y sus recuerdos

Redacción 07/04/2024 - 00.07.hs

Su catálogo de obras para banda sinfónica y conjuntos de viento está integrado por unas trescientas piezas, tanto haciendo arreglos como transcripciones y orquestaciones. A los 76 años sigue trabajando.

 

MARIO VEGA

 

Es un vecino más de la ciudad… Por allí alguien lo puede ver sentado en una mesa del fondo de la céntrica confitería, leyendo el diario o garabateando algo en sus papeles. Siempre solo, como metido en sus cosas.

 

Alguna vez se entretiene hablando con Tito, el mozo; y un poco también con Luisito Jérez, el encargado del local. Pero casi nada más…

 

No muchos deben saber que ese señor que entra cada mañana en La Capital, con un sombrero que pocos usan por aquí (él dice que no es un funyi, aunque se le parece), y también con un portafolios bajo un brazo, es un distinguido músico que llegó hace más de 30 años para dirigir la Orquesta Sinfónica de la provincia y nunca más se fue.

 

Aunque ese nunca más sea metafórico, porque en realidad viaja de continuo, y siempre está volviendo.

 

Nacido en Canelones.

 

Se trata del Maestro José Pablo María Dell ‘Oca Sala. Nacido en Canelones, en la República Oriental del Uruguay, quien llegó a nuestro país en 1971; y vive en Santa Rosa desde 1993.

 

En su pueblo oriental –una localidad más vale pequeña que ronda los 20 mil habitantes--, Pablo llevaba la vida de un chico de una familia de clase media alta. El padre Luis Ricardo fue profesor de Matemáticas y experto en la interpretación de las Sagradas Escrituras (hablaba hebreo y otros idiomas); y la madre fue Violeta, quien falleció cuando él tenía nada más que 7 años. Eran dos los hijos del matrimonio, el propio Pablo y María Jesús (“La Nona”). Al tiempo el padre volvió a casarse con Cristina, que obviamente tuvo mucho que ver con la educación y la crianza de los chicos.

 

El músico tuvo un primer matrimonio, del que nacieron sus hijos María José y Pablo, fallecidos ambos a los 37 y 41 años respectivamente.

 

Con el tiempo iba a conocer a Viviana Pera –con quien hizo pareja--, oriunda de Rolón, asistente social. Ella tiene dos hijos, Juan Pablo y Ana Luz, que a su vez les han dado tres nietos: Emilia, Agustín y Sofía.

 

Inicios musicales.

 

Recuerda con exactitud y cariño de qué manera inició el camino de la música. “Los domingos por las tardes, después de haber almorzado en nuestra casa, caminábamos unas cuadras e íbamos a lo de la tía Rosa (Rosa Blanca Sala), que era una pianista formidable… bueno, se armaba un clima hermoso y todos cantábamos… creo que allí se despertó mi amor por la música”, revela.

 

Y eso se incentivaría cuando le compraron un clarinete de juguete. “Parecía de verdad, era muy lindo, pero sonaba muy feo…”, sonríe Pablo ante el recuerdo. “La cuestión es que había algunos amigos que estaban haciendo algo de música y me invitaron… y yo fui con ese juguete pero de verdad no era para tocar bien. Así que me prestaron uno y empecé”, rememora.

 

Después llegó el tiempo del Liceo (nuestro secundario), mientras iba realizando estudios de clarinete con Gerardo Forino en la Escuela Municipal de Música de Montevideo, y de Composición en el Conservatorio Nacional de Música del Uruguay. Viajaba desde su pueblo en tren, que tardaba 1 hora y cinco… Más tarde iba a cursar Profesorado de Cultura Musical y hacía la carrera de Notariado.”Pero esto último no tenía nada que ver con lo que quería hacer y abandoné”, expresa.

 

Buscando perfeccionarse.

 

Vendría enseguida, con sólo 12 años, lo que sería el comienzo de su carrera profesional en el campo de la música. Invitado a formar parte de una orquesta cobraba unos buenos pesos para tocar en bailes que se hacían en distintos lugares de las cercanías; y en tanto seguía constantemente con su

 

perfeccionamiento.

 

Creyendo siempre que podía formarse aún más, decidió inscribirse en la Fuerza Aérea Uruguaya para integrar su banda, “hasta que deserté…”, dice y se queda mirándome. “Es que allá el Servicio Militar es Obligatorio, pero nadie lo hace… y no pasa nada”, completa y me deja pensando.

 

Con el mismo objetivo musical –integrar su banda-- un día se anotó en la Policía Metropolitana donde estuvo un tiempo.

 

Llegada a Buenos Aires.

 

En su país ya había andado bastante, y un día creyó que estaría bueno cruzarse a Buenos Aires y ver qué podía pasar con su vida artística. “Llegué el 4 de febrero de 1971, cuando tenía 24 años, un mes y un día”, dice con notable precisión.

 

Se embarcó en el “Vapor de la carrera” y fue navegar toda la noche para cruzar el río de La Plata para arribar a Buenos Aires. “Me llamó la atención que a eso de las 7 de la mañana, cuando pasábamos por Dársena Sur de pronto se escuchó muy fuerte por unos parlantes música de Piazzola… casi una premonición. ¿O no?”, especula ahora.

 

Obviamente el exiguo presupuesto no daba como para el Faena (que obviamente entonces no existía), ni para el Hilton u otros hoteles parecidos en la gran urbe porteña. Pero Pablo estaba decidido a probar suerte en Argentina. “Fui a un lugar en San Telmo donde ahora hay una galería de arte… pero era nada más que una piecita, dormía en una reposera y andaban las cucarachas dando vueltas...”, sonríe indulgente con el recuerdo.

 

Pero era joven y estaba resuelto a realizar su propia historia dentro de lo que más le apasionaba: la música.

 

“Al principio trabajé en un telar salteño del dueño del lugar… y después vendía artesanías en Plaza Francia. Y así me las iba arreglando…”, regresa a ese tiempo que no olvida.

 

En la Juan de Dios Filiberto.

 

Tenía talento y ganas de hacerse un lugar, y de a poco fue consiguiendo trabajos que tenían que ver con lo suyo. Enseguida se reveló como un “copista” extraordinario, y de a poco se fue haciendo conocido, de modo tal que comenzó a ser convocado por verdaderas estrellas de la escena musical de Buenos Aires.

 

Un momento determinante en su vida artística había sido cuando Carlos Menem, como presidente, designó a José María Castiñeira de Dios como secretario de Cultura de la Nación. Su hijo José Luis --“uno de los mejores músicos y compositores que conocí”, dice-- quedó como secretario de Artes y Acción Cultural, y llevó para su gestión a gente de su confianza. Uno de ellos era Pablo Dell’ Oca Sala, quien se habría de desempeñar como subdirector de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”.

 

Con los grandes.

 

Ya plenamente insertado en el ambiente musical porteño fue conociendo a grandes artistas. A muchos, como Mariano Mores, “un genio” como lo define Dell’ Oca, con quien trabajó nada menos que 26 años. También a Sandro –conoció su mítica casa de Banfield donde el cantante tenía su estudio musical--; y se hizo amigo de Horacio Salgán.

 

Pablo compartió trabajos con Amelita Baltar, que “quería festejar sus 30 años con la música con un concierto en el Teatro Cervantes. Ella vino y me tiró sobre la mesa ocho arreglos de Astor Piazzola a lápiz, originales, de los que todavía conservo fotocopias”, recuerda.

 

Y sigue: “Estuvimos con esa puesta en diversos lugares del país, y un día le dije a Amelita que si quería le hacía las transcripciones de los originales de Piazzola para banda y lo hacíamos en Santa Rosa y General Pico. Cuando llegó al aeropuerto de Santa Rosa hubo conferencia de prensa y me acuerdo que Guito Gaich le preguntó qué pensaba de tocar con la banda… y contestó Amelita: ‘Tengo un susto bárbaro… nunca canté con una banda’. Fue algo que recuerdo con simpatía”, completa.

 

Comedias musicales.

 

En Buenos Aires tuvo oportunidad de conocer a muchos y muchas artistas haciendo comedias musicales, como Susana Giménez, las hermanas Mimí y Norma Pons, y tantas otras figuras. Pudo trabajar en el Teatro Nacional, en el Astral (“hice algo poco tiempo con Olmedo y Porcel”, cuenta), en el Maipo, y compartió con estrellas de la talla de Tita Merello, Adolfo Stray, Gogo Andreu; a la vez que trabajó en la única revista que protagonizó Libertad Leblanc.

 

Y, cabe decir, se muestra orgulloso de haber sido entrañable amigo de Cacho Tirao; también de Tincho Zabala –uruguayo como él--, de Beatriz Bonnet y tantos otros.

 

Con Cacho Tirao armaron un espectáculo hermoso, y cuando Pablo le ofreció hacerlo con la Banda en Santa Rosa su amigo no dudó: “Primero lo hicimos en General Pico; después en el Teatro Español. Y aquí en Santa Rosa pasó que la cola de gente en el Teatro daba vuelta la esquina, y Norma Durango me dijo que había que hacer un concierto más. Y lo hicimos…”, dice con satisfacción.

 

Llegada a Santa Rosa.

 

Estando en la Juan de Dios Filiberto, por la visión federal que tenía Castiñeira de Dios, empezaron a salir las orquestas al interior. “Se hicieron eventos importantes, y uno de ellos fue Patagonia ‘93, que involucraba a La Pampa, que fue la experiencia piloto”.

 

Resultaría su primer acercamiento a nuestra provincia, hasta que le dijeron que tenía que venir a Santa Rosa a hacerse cargo de la banda… “Dije que no vendría porque había estado aquí con Horacio Salgán... y la verdad no me había gustado. Pero era una orden, y no me quedó otra opción: hablé con Norma Durango que era la Secretaria de Cultura, y por cierto me encontré con una persona muy especial, justa para el cargo que tenía”, la elogia.

 

Su llegada estaba prevista para unos meses, porque un maestro portugués iba a venir a quedarse, pero el hombre nunca llegó. Se ríe Pablo cuando le digo que no le gustaba y ya lleva aquí más de 30 años…

 

La Banda Sinfónica.

 

Serían tiempos de mucha actividad para el músico uruguayo. “Me la pasaba viajando de Santa Rosa a Buenos Aires y regreso aquí… porque en ese tiempo yo dirigía también la orquesta de Morón (lo hizo por 19 años)”.

 

Su tarea con la Banda Sinfónica provincial fue paciente y nada fácil. “Tuve que redistribuir a los músicos, comprar instrumentos que faltaban… pero se armó algo bueno”, dice Pablo, que es reconocido como un director exigente que terminó dándole profesionalismo a la formación.

 

Con él como director empezaron a hacerse los conciertos populares que aún continúan. Su gestión duró entre octubre de 1993 y septiembre de 2017.

 

Cuando Pablo Dell’ Oca Sala quedó desvinculado pasó al Archivo Histórico, y aunque él no lo diga no era algo que le gustara. Para nada: “Jamás trabajé en cosas de archivo… lo que sí hice fue una tarea de investigación por mi cuenta sobre la obra de Argentino Valle, que al final no sé en qué quedó”, comenta.

 

Músicos de por aquí.

 

Le pregunto por músicos de por aquí, y destaca el talento de algunos como Gladys Martino, a quien conoció en Buenos Aires antes que ella llegara a Santa Rosa. Pero menciona además a Lalo Molina, Roberto Yacomuzzi, al bandoneonista Toti Mansilla –”es buenísimo. Con él hicimos un concierto en Tatuí”, afirma--; al médico Julio Rodríguez Arauco. “De este hombre puedo decir que como cantante hubiera sido un gran profesional. Pero hay muchos otros músicos muy valiosos aquí”, sostiene.

 

Muchos viajes.

 

Nunca dejó de trabajar en la música. Le ha tocado viajar bastante, por Latinoamérica, pero también por Europa… “Y claro que lo disfrutamos mucho con mi mujer”, acepta.

 

En una oportunidad lo invitaron a la Primera Conferencia Sudamericana de bandas, donde había directores de bandas y ensambles de vientos en el Conservatorio de Tatuí, en San Pablo, “que es conocida como ‘La ciudad de la música’, y tiene el conservatorio más grande de América Latina donde va gente de todo el mundo”.

 

Y continúa: “Empecé a viajar, por la Argentina, pero también estuve en España, Costa Rica, Cuba, Estados Unidos... Y en los últimos años me pidieron que me hiciera cargo de un proyecto para profesionalizar la Banda Sinfónica de la ciudad de San Lorenzo, cerquita de Rosario. Ahora voy a dirigir como director invitado porque no hay más plata”, expresa.

 

La vida nos lleva.

 

Admite que de a ratos sentirse un poco abatido, pero no obstante sigue trabajando. Y así se lo puede ver todo el tiempo –también en esos momentos que toma su café en La Capital--, casi siempre solo, apartado y algo taciturno.

 

“Esto de algún modo se parece a mi Canelones… allá éramos de juntarnos en un bar o en un café con amigos… a veces mirándonos y sin charlar”, evoca. ¿Si se extraña? Si, claro… pero eso no se puede cambiar”, agrega con cierta resignación.

 

Le pregunto si siente que en Santa Rosa saben quién es realmente. Y responde que no lo cree: “Pienso que no me conocen… a lo mejor me identifican como el hombre del sombrerito”, ironiza. “Afuera sí, tal vez un poco más, porque en España, Cuba o Costa Rica, por ejemplo, en el ambiente de la música saben quién soy…”, completa.

 

Llegó hace más de 30 años a La Pampa --que entonces no le gustaba--, y ahora afincado “hasta los 95” que espera vivir, se puede decir que se adaptó. Si bien para algunos puede pasar desapercibido, es una persona –qué duda cabe-- de larguísima y notable trayectoria.

 

Se me ocurre que como a tantos –casi diría como a todos-- a Pablo la vida lo fue llevando… Hoy,pasados los años se siente un argentino y un pampeano más, aunque no puede evitar que de manera reiterada su mente vuele en el recuerdo a aquel pueblo, Canelones, donde empezó su historia… Esta que no todos conocen…

 

Incursiones por el mundo.

 

De sus incursiones en el campo de la composición destacan “Divagaciones sobre tres tangos clásicos” para vibráfono y banda, escrito por encargo de Ángel Frette; y “Divina: divagaciones para fagot y piano sobre el tema de Mora”, estrenado y grabado por Andrea Merenzon, obra habitual del repertorio internacional interpretadas en Latinoamérica, Estados Unidos, China y otros países europeos.

 

También se puede mencionar su transcripción del “Conciertango Buenos Aires”, obra para guitarra y banda sinfónica, original de Cacho Tirao, que fue editada por la editorial valenciana Piles Music.

 

La Banda del Conservatorio de Tatuí (Tatuí, S.P., Brasil) estrenó en 2009 su “Concerto for Wind Symphony Orchestra”. Por otra parte realizó obras para

 

diversas agrupaciones de viento, como ¡Quasi uma zamba...”, “Pentatónico”, etc.

 

Como se dijo fue subdirector y luego director de la Agrupación Sinfónica de Morón; ha sido subdirector, a cargo de la dirección, de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”.

 

Además dirigió la Banda Municipal de Buenos Aires, la Orquesta Sinfónica de la Universidad de San Juan, la de Cámara de Rosario, la Orquesta Estable del Festival Nacional de Folclore de Cosquín, la Sinfónica Provincial de Córdoba, la Municipal de Montevideo, la de Bilbao, la de Santa Cruz de Tenerife, la Banda Nacional de Conciertos de San José (Costa Rica), el Ensamble Municipal de Vientos de Rosario (Argentina), la Banda Provincial de Holguín (Holguín, Cuba), y muchas otras.

 

Fue profesor de Orquestación y Transcripción para Banda Sinfónica en el Curso Nacional de Ferias realizado en el Conservatorio de Tatuí (San Pablo – Brasil). También fue conferencista y director invitado en diversas oportunidades y lugares, como Tenerife, San Pablo y Valencia (España).

 

Presentó con éxito y en repetidas ocasiones los Conciertos--Espectáculo “El Tango y sus Historias” y “Mambos, boleros y cha – cha – chás”, con libreto de Darío Sotelo y arreglos propios, tanto en Brasil como en Costa Rica, Cuba y Argentina.

 

Profesionalizó la Banda Sinfónica.

 

“Pablo Dell’Oca Sala llegó a La Pampa a hacerse cargo de la Banda Sinfónica y logró en su primera etapa darle un profesionalismo impresionante a un organismo que con pasión y mucha voluntad funcionaba desde siempre, desde muchos años antes”.

 

Norma Durango, tantos años directora de Cultura de la ciudad, y luego de la Provincia, fue la que hizo la gestión para que el director llegara a La Pampa. “Es un músico destacado, muy estudioso y un compositor reconocido. En Buenos Aires me hablaron mucho de él cuando lo recomendaron en mi gestión de Cultura y por eso lo trajimos. Y empezamos con él no solamente a organizar la banda, sino también los conciertos populares que todavía hoy siguen. La banda cambió el repertorio en su momento y Pablo tuvo una muy buena gestión musical”, dijo Norma por estas horas.

 

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