Lunes 29 de abril 2024

Dejen que la gente coma

Redacción 07/04/2024 - 19.35.hs

Muchos conocerán a José Andrés por la televisión. Es un chef español célebre, a medio camino entre la simpatía de Karlos Arguiñano y la seriedad de Ferran Adriá. Lo que no tantos conocen es de su costado filantrópico. El hombre, muy exitoso en su carrera, fundó en EEUU -donde reside- la ONG "World Central Kitchen", dedicada a proveer comida a las víctimas de desastres, alrededor de todo el globo.

 

Esta semana su organización fue víctima de un brutal ataque (otro más) en la Franja de Gaza. Y Andrés, en respuesta a semejante trauma, mostró otro costado desconocido: el de ser un escritor consumado, que produjo lo que -a nuestro juicio- es la mejor pieza de opinión publicada en mucho tiempo en la prensa internacional.

 

Nada de lo que podamos intentar escribir hoy en esta columna tendrá la gracia, el despliegue de cultura y de humanidad, la sabiduría y, sobre todo, la autoridad de estas palabras que no podemos dejar de compartir con el lector.

 

Así que, previa traducción (algún trabajo hay que hacer) los dejamos con la voz de la humanidad.

 

PETRONIO

 

* * *

 

En las peores condiciones imaginables -después de huracanes, terremotos, bombas y tiroteos- se manifiesta lo mejor de la humanidad. No una o dos veces, sino siempre.

 

Las siete personas asesinadas en una misión de World Central Kitchen en Gaza el lunes pasado eran lo mejor de la humanidad. Tienen rostros y nombres. No son trabajadores genéricos ni daños colaterales en una guerra.

 

Saifeddin Issam Ayad Abutaha, John Chapman, Jacob Flickinger, Zomi Frankcom, James Henderson, James Kirby y Damian Sobol lo arriesgaron todo por la más fundamental de las actividades humanas: compartir nuestra comida con los otros.

 

Esta es gente con la que trabajé, codo a codo, en Ucrania, Turquía, Marruecos, Bahamas, Indonesia, México, Gaza e Israel. Eran mucho más que héroes.

 

Su trabajo se basaba en la simple creencia de que la comida es un derecho humano universal. No está condicionada a que seas bueno o malo, rico o pobre, de derecha o de izquierda. Nosotros no preguntamos de qué religión eres. Sólo te preguntamos cuántas porciones de comida precisas.

 

Desde el primer día hemos dado de comer a israelíes y a palestinos. A lo largo de Israel, hemos servido más de 1.75 millones de comidas calientes. Hemos dado de comer a familias desplazadas por los misiles lanzados por Hezbollah en el norte. Hemos alimentado a las familias de luto en el sur. Hemos despachado comida a los hospitales donde los rehenes se reunieron con sus familias. Hemos abogado repetida, consistente y apasionadamente por la liberación de los rehenes.

 

Mientras tanto, hemos tenido profusa comunicación con los militares israelíes y sus funcionarios civiles. Al mismo tiempo, trabajamos de cerca con los referentes comunitarios en Gaza, y con con las naciones árabes de la región. No hay forma de llevar un barco lleno de comida a Gaza sin hacer todo esto.

 

Así es como hemos servido más de 43 millones de raciones en Gaza, preparando comida caliente en 68 comedores populares donde los palestinos dan de comer a los palestinos.

 

Conocemos a los israelíes. En el fondo del corazón, ellos también saben que la comida no puede ser un arma de guerra.

 

Israel es mejor que esto, que el modo en que están llevando adelante esta guerra. Es mejor que bloquear el suministro de comida y medicamentos a los civiles. Es mejor que matar a los voluntarios que habían coordinado sus movimientos con las fuerzas armadas israelíes.

 

El gobierno israelí debe abrir más rutas terrestres para el transporte de comida y medicinas, hoy mismo. Debe dejar de matar a civiles y voluntarios, hoy mismo. Debe comenzar el largo camino a la paz, hoy mismo.

 

En las peores condiciones, después del peor ataque terrorista de su historia, es hora de que lo mejor de Israel se manifieste. No se puede rescatar a los rehenes bombardeando todos los edificios en Gaza. No se puede ganar una guerra hambreando a toda una población.

 

Nos complace la promesa del gobierno, de llevar adelante una investigación sobre cómo y por qué los miembros de la familia World Central Kitchen fueron asesinados. Y esa investigación debe comenzar por la cima, no sólo por abajo.

 

El primer ministro Benjamin Netanyahu ha dicho, sobre la matanza de nuestro equipo, que "son cosas que pasan en la guerra". Fue un ataque directo a vehículos claramente marcados, cuyos movimientos eran conocidos por las fuerzas armadas de Israel.

 

Fue, también, el resultado directo de una política deliberada de restringir la ayuda humanitaria a niveles desesperantes. Nuestro equipo estaba en camino a entregar casi 400 toneladas de mercadería por mar: nuestro segundo cargamento, auspiciado por los Emiratos Arabes Unidos, y apoyado por Chipre, con plena autorización de las fuerzas armadas israelíes.

 

Los miembros del equipo pusieron sus vidas en peligro en esta actividad riesgosa precisamente porque la comida era escasa, y se la necesitaba con desesperación. De acuerdo a la clasificación de fases de Integrated Food Security, una iniciativa global, la mitad de la población en Gaza (1.1 millones de personas) corren riesgo inminente de hambruna. Nuestro equipo no hubiera hecho ese viaje si hubiera suficiente comida llegado a la gente de Gaza.

 

La gente del Mediterráneo y de Medio Oriente, sin importar su etnia ni su religión, comparten una cultura que valora la comida como una poderosa manifestación de humanidad y hospitalidad: nuestra esperanza compartida de un mañana mejor.

 

Hay una razón, en este momento especial del año, por la que los cristianos hacen huevos de pascua, los musulmanes comen un huevo en las cenas de Iftar, y siempre hay un huevo en el plato en Seder. Este símbolo de vida y de la esperanza renacida en primavera, se extiende a través de las religiones y las culturas.

 

He compartido cenas de Seder. He escuchado las antiguas historias de la pascua judía, sobre la esclavitud en Egipto, y el mandamiento de recordar -en medio de esta fiesta- que los hijos de Israel alguna vez fueron esclavos.

 

No es una señal de debilidad dar de comer a los extraños: es una señal de fortaleza. El pueblo de Israel necesita recordar, en esta hora oscura, cómo es, realmente, la fortaleza. (Por José Andrés)

 

Foto: wck.org

 

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