Martes 30 de abril 2024

El problema de la vivienda

Redacción 31/03/2024 - 00.16.hs

Muchos se han resignado ya a que el problema de la vivienda es insoluble, y que las nuevas generaciones nunca tendrán acceso a una casa propia con la relativa facilidad con que lo hicieron sus abuelos. Eso se lo debemos, claro está, al mercado que hizo subir los precios de los inmuebles, y sobre todo al sistema financiero que "se puso creativo" con productos derivados de las hipotecas, aventura que casi hace estallar la economía mundial en 2008. Afortunadamente, siempre hay gente talentosa que le encuentra una vuelta al asunto, y para muestra ahí está, sin ir más lejos, nuestro compatriota Miguel Barreto.

 

Mickey.

 

En realidad lo de "compatriota" es una licencia que nos tomamos, ya que en realidad nuestro personaje nació en Uruguaiana, ciudad brasileña limítrofe con Argentina, lugar donde a no dudarlo adquirió una generosa pizca de viveza criolla. Y suponemos que se llama Miguel, aunque, desde que emigró a EEUU a fines del siglo pasado, todo el mundo lo conoce como Mickey.

 

Pero vamos a la historia. Todo empezó una tarde de junio en 2018, cuando nuestro héroe ingresó a la habitación doble número 2565 del hotel New Yorker, en pleno centro de Manhattan, no sin antes pagar la salada tarifa de $ 200,57. El hotel, casi centenario, conoció días de gloria (allí durmió Mohamed Alí en 1971 luego de que George Foreman lo derrotara en la "pelea del siglo") pero en los tiempos que corren es una mole Art Deco algo decadente. Tanto, que en 1976 lo compró el famoso reverendo Moon, que estableció allí el cuartel general de su organización.

 

Pero por cara que le haya salido esa noche de alojamiento, lo cierto es que Mickey no volvió a pagar un solo centavo durante los cinco años en que continuó residiendo en el hotel, gozando incluso de servicio de mucama, HBO gratis y demás amenidades. Cómo lo consiguió requirió un poco de picardía y bastante olfato leguleyo para descubrir una veta en el oscuro sistema legal neoyorkino.

 

Genio.

 

El momento de inspiración parece haberle venido a Mickey cuando su novio y compañero en esta aventura, Matthew Hannan, le comentó como al pasar que la ley de alojamiento accesible ("affordable housing") de la ciudad, incluía no sólo departamentos sino también algunos hoteles. Y resultó ser que el New Yorker estaba incluido, por su antigüedad, dentro de las previsiones de la Rent Stabilization Act, sancionada en 1969 (a no dudarlo, otra fechoría del comunismo internacional que ha colonizado hasta Davos).

 

Ni lerdo ni perezoso, Barreto se apersonó la mañana siguiente en el lobby, reclamando en una carta al gerente que se le extendiera un alquiler ("leasing") por seis meses a precio subsidiado, y transformarse así en residente estable del lugar. Cuando -luego de un comprensible momento de estupefacción- la administración le informó que su pedido era denegado, se trasladó a los tribunales de Manhattan, donde tras una audiencia a la que no concurrieron representantes del hotel, el juez Jack Stoller le dio la razón, ordenando "se le restituya al demandante la posesión de dicho local y se le provea de una llave".

 

Como bien sabe el Estado argentino, los jueces de Manhattan pueden llegar a ser algo chambones a la hora de evaluar la gravedad de los asuntos que resuelven. Y resulta que, además de no haber establecido un "leasing" limitado por seis meses, ni un precio a pagar, al otorgarle a Mickey la "posesión" del inmueble, como el hotel constituye una única propiedad, el vencedor del pleito se consideró con derecho a creerse dueño de todo el edificio, no sólo de la habitación 2565. Así se lo confirmaron en el propio tribunal, aclarándole que "Ud. no es un inquilino, Ud. tiene la posesión del edificio".

 

Cuando concurrió al registro de la propiedad inmueble local, citando la orden del juez, reclamó la propiedad de todo el hotel, y la emisión de una escritura a su nombre. Los empleados rechazaron una y otra vez esta solicitud, alegando requisitos formales, hasta que en el séptimo intento -y luego de que una demanda de desalojo planteada por el New Yorker fuera rechazada- en mayo de 2019 se le certificó oficialmente su propiedad sobre el inmueble entero.

 

Vocé abusó.

 

De ahí en más, Barreto procedió como amo y señor, y lo primero que reclamó fue conocer el estado de las finanzas de la explotación, alegando que, en su calidad de propietario, se le adeudaban unos 15 millones en concepto de ganancias. A la semana, demandó que desocuparan todas las habitaciones del piso en el que se alojaba con el pretexto de hacer una inspección.

 

Cuando sus demandas incluyeron el pago directo de alquileres a su nombre, y la transferencia a su favor de las cuentas bancarias del hotel, un nuevo juicio iniciado por la Organización Moon concluyó con una sentencia declarando falso el título de propiedad. Pero el tema no concluyó ahí, ya que, por la sentencia obtenida, Mickey continuaba siendo residente legal.

 

Y, desocupado como estaba, continuó litigando contra los propietarios del hotel, alegando que, por sus conexiones con Corea del Norte, deberían ser pasibles de las sanciones internacionales impuestas por Washington. El patriotismo -aseguraba- había sido su motivación desde el primer momento, y su fundamento para negarse a firmar un contrato de alquiler o pagar una renta.

 

Lamentablemente esta actitud de no pagar fue la que selló su suerte, y en julio del año pasado, tras largos cinco años de vivir de arriba, un juez ordenó su desalojo. Este recién se produjo el mes pasado, y fue necesario que fuera la policía a llevárselo arrestado de la habitación, acusado de estafas reiteradas. Allí tuvo el gesto de desligar a su compinche Hannan, quien no fue acusado.

 

Dicen que cuando le concedieron su derecho a hacer una llamada telefónica desde la cárcel, llamó directo a la Casa Blanca. Una excentricidad más de quien se dice descendiente directo de Cristóbal Colón, y cacique de una tribu brasileña que él mismo fundó. Quién sabe si el talentoso Mickey no terminará siendo absuelto por demencia.

 

PETRONIO

 

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