Lunes 29 de abril 2024

Las ganas de seguir luego de sufrir siniestros viales

Redacción 31/05/2017 - 13.11.hs

Una caída en moto o un choque en auto les cambió la vida. Tienen secuelas pero se esfuerzan por salir adelante. Parar un segundo para ponerse un casco o un cinturón puede evitar la gravedad de un golpe.
Un domingo de febrero del año pasado Santiago fue a visitar a un amigo. Después de pasar la tarde volvía a su casa, cuando algo pasó con su moto. Perdió el control, derrapó y cayó en la avenida Circunvalación. Su cabeza pegó contra el semáforo. "Yo no me acuerdo de nada, me dicen que se cruzó un perro o no sé. Estuve en coma, en terapia y después de un mes volví a mi casa pero no podía hablar. Quería pedir un mate y no me salían las palabras, decía 'coso'. Muy de a poquito tuve que empezar de nuevo".
Santiago tiene 26 años y por el choque sufrió fractura de cráneo, perdió un ojo y buena parte de la movilidad de su brazo izquierdo. "Tenía la cara paralizada de un lado y un ojo torcido. Me miraba al espejo y me decía: 'Ya voy a volver a la normalidad'". En el momento del choque iba sin casco. Y durante un tiempo no quiso mirarse al espejo. No se reconocía.
Francisco (33) trabajaba en la construcción y en un café de jueves a domingo. También en un servicio de catering. Como cada fin de semana en Guatraché esperaba el sábado para salir con sus amigos. "Fue el 13 de mayo de 2007. Salí del café y el combo era noche, boliche, amigos. Yo iba atrás en el auto, durmiendo, tuve un traumatismo encefalocraneano". Desde entonces se moviliza en silla de ruedas y tiene distintas secuelas a raíz de los golpes en el siniestro vial.
En la noche de Navidad del año pasado, Hernán (27) viajaba en un auto junto a tres amigos en cercanías de su pueblo, Colonia Barón. "Salí despedido del auto. No me acuerdo de nada de lo que pasó. Yo trabajaba con mi papá en una agencia de autos y lo ayudaba, hacía los arreglos de los coches más viejitos que llegaban". En el momento del vuelco no llevaba puesto el cinturón de seguridad.
Gabriela, "que siempre pero siempre usaba casco y era súper cuidadosa", ese día dejó el casco en su casa y su moto chocó contra un camión. A Javier, el golpe junto a su moto se lo dio contra un auto.
Cada martes y jueves las historias de cada uno se convierten en una sola cuando se encuentran en el hospital Lucio Molas. Allí, junto al equipo del Servicio de Rehabilitación Neurocognitiva, buscan una mejora luego de haber sufrido lesiones severas que afectaron el normal funcionamiento cerebral y que dejaron secuelas físicas.
"Lleva su tiempo pero si uno se lo propone todo se puede. Le pasa a tanta gente todo el tiempo..., lo peor es ponerse a pensar en '¿por qué a mí?'. En el mundo hay tantas personas que tienen accidentes. Si te querés recuperar hay que venir y no quedarse, todo requiere esfuerzo y tiempo, pero tenés avances y eso te da ganas de ir por más", dice Santiago con una sonrisa permanente que despeja cualquier indicio de autoindulgencia.
"En un momento estuve dos meses en un centro de discapacidad en Mar del Plata. Fue impresionante ver la cantidad de gente que había ahí, discapacitada. Nosotros somos un poroto, había un montón de casos muy severos, de amputaciones. Ver nadar en la pileta a una persona con tanta discapacidad te levanta el espíritu. Llega un punto en que uno cree que es el peor de todos, hasta que ves a otra gente y eso te templa las ganas", resalta Francisco.
El Servicio de Rehabilitación Neurocognitiva del hospital funciona desde el 2009, coordinado por la médica Laura Vigliotta. Con un equipo multidisciplinario asiste a aquellos pacientes que sufrieron un traumatismo de cráneo por siniestro vial, un accidente cerebro vascular (ACV) u otra causa neurológica que afecte el normal funcionamiento cerebral. El objetivo es lograr la reinserción social del paciente con la menor secuela y/o discapacidad posible.
"En ese momento me estaba yendo bárbaro con el trabajo. Yo hacía plomería, habíamos hecho las instalaciones en cuatro departamentos e iba a empezar en otra obra muy parecida. En un segundo me cambió todo", dijo Santiago. Ese segundo que, muchas veces, es el tiempo que lleva tomar una decisión.
"Ahora me doy cuenta de que con el casco no hubiera sido tan grave. No pensás que te puede pasar a vos, hasta que te pasa. Cuesta tanto prevenir; ahora miro las cosas desde otro lado. Cuando sos joven no tomás dimensión del riesgo".
Terapia ocupacional, kinesiología, estimulación neurocognitiva,fonoaudiología, psicología y musicoterapia son las principales actividades que se hacen en el Servicio. En el caso de Hernán, por ejemplo, se utiliza una consola X-box One Kinetic que sirve para el "Gaming" o neuro rehabilitación virtual, un procedimiento que por medio de juegos estimula la actividad cerebral.
"Lo más notable es la fortaleza de estos chicos. Estuvieron en una situación terrible, tuvieron que aprender a abrir un ojo o a decir aunque sea una palabra, desde cero. La entereza y el coraje que tienen para salir adelante es increíble", apunta Misael Berpof, psicólogo del Servicio que también asiste a Gabriela y Javier, los dos que no pudieron estar en la charla pero que atraviesan situaciones similares, en busca de la mejora y la reinserción.
"Me propuse terminar el secundario y lo logré a través del plan Fines. Y arranqué con la carrera de Historia en la Universidad. Es difícil, hay que estudiar mucho, sentarse muchas horas...", se divierte Francisco con su ocurrencia. "Tengo una silla con la que me muevo para todos lados. Lo del accidente ya pasó, trato de hacer de todo. Voy a recitales, hace poco fui a ver a Los Violadores cuando estuvieron en un boliche. Hago lo que me gusta".
Santiago vive con su papá en una casa cerca del Molas. Francisco pasa sus días también en Santa Rosa junto a su mamá y Hernán viaja desde Barón los martes y los jueves para seguir con su recuperación. Cada pequeño paso es un avance.
"Hernán siempre usaba el cinturón de seguridad, no arrancaba sin el cinturón, pero esa noche no lo usó. Hay varios casos similares", señala Misael sobre una situación que se repite más allá de campañas de prevención y cifras oficiales.
"La noche tiene su precio -reflexionó Francisco-, si no te cuidás vos no te cuida nadie. Para mí todos los fines de semana significaban esperar al momento de arrancar con la noche. Eso es natural en determinada edad, pero creo que también se trata de quererse un poco más. Todos los fines de semana eran iguales, hasta que uno no fue igual".

 


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