Martes 06 de mayo 2025

Charla con Irma Verolín

Redaccion Avances 21/07/2024 - 09.00.hs

En este artículo, compartimos una entrevista con la escritora Irma Verolín, quien ha compartido sus cuentos en varias oportunidades a través de la columna literaria de Caldenia, La Maga.

 

Gisela Colombo *

 

Irma Verolín nació en Ciudad de Buenos Aires en 1953. Ha publicado los libros de cuentos: “Hay una nena que gira”, “La escalera del patio gris”, “Una luz que encandila”, “Una foto de Einstein tocando el violín”, “Fervorosas historias de mujeres y hombres” y “Cuentos de mujeres leves” y las novelas: “El puño del tiempo”, “El camino de los viajeros” y “La mujer invisible”. Entre 1989 y 1999 varios títulos del género infanto-juvenil fueron editados por diferentes sellos del rubro. A partir de 2014 publicó en poesía: “De madrugada”, “Los días”, (Primer Premio Fundación Victoria Ocampo) y “Árbol de mis ancestros”. Obtuvo diversas distinciones entre las que se destacan Premio Emecé, Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Primer Premio Internacional de Puerto Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur, Primer Premio internacional Macedonio Fernández. Tres de sus novelas fueron finalistas en los premios Clarín, Fortabat, La Nación de Novela y Planeta de Argentina.

 

Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1999. Algunos de sus textos fueron traducidos al idioma inglés, alemán, italiano, ruso y portugués.

 

En el mes de mayo de 2024 la editorial española Ápeiron con sede en Madrid publicó un libro de cuentos de la autora bajo el título “Relatos del fin del mundo”.

 

- Tu primera novela, premiada por Emecé, se llamó “El puño del tiempo”. ¿De qué modo te preocupaba el tiempo en esos años noventa?

 

- Ya desde mi primer libro de cuentos el tiempo como un eje temático atravesaba gran parte de las historias. Causas de índole personal vividas en la infancia me señalaron esta materia de la vida a la manera de un misterio a resolver. La nueva física nos señala que espacio y tiempo son dimensiones ensambladas. Yo siempre ando rondando ese inapresable concepto, tan inapresable como la percepción del tiempo mismo.

 

- Te hemos escuchado decir últimamente: “La literatura es un desafío al tiempo. Es una bendición.” ¿En qué sentido lo sentís así? ¿De qué modo te preocupa hoy el tiempo?

 

- Vivimos en una cultura que acuñó el lema: “Tiempo es dinero”, pero el tiempo no se puede dimensionar ni definir. Los mayas decían: “El tiempo es arte”, adhiero a este punto de vista no materialista en tanto y en cuanto es a través de este suceder que nuestra conciencia evoluciona.

 

Resulta imperioso liberar al tiempo de esta intromisión semántica occidental racionalista, de este arrebato del sentido, la literatura es un modo estupendo para lograr ese fin. También nuestra vida es un acto creativo en sí mismo. Vida y creación ficcional corren por el mismo camino.

 

- ¿Cuándo comenzó tu afición de escribir? ¿Cuál fue el primer género que abordaste?

 

- Las motivaciones de lo que escogemos en nuestra vida son siempre muchas y no demasiado transparentes. Desde niña necesité simbolizar mis experiencias a través del arte. Creo que elegí la escritura por varios motivos, algunos conscientes y otros -hoy lo sé-, inconscientes. Mi tía actriz se quejaba de lo duro que era depender de una sala, un director, un vestuario, un texto ajeno y todo lo que implica poner en escena una pieza teatral. Me dijo: elegí algo que sea lo más barato y que no necesite de nada externo. Lápiz y papel: lo más independiente y económico. Y la poesía se me impuso al principio.

 

- ¿Por qué creés que te sedujo ese formato? A la distancia, ¿recordás qué te interesaba decir entonces?

 

- Me decidí por la poesía incluso después de leer en la facultad a grandes narradores y narradoras. Supongo que la influencia familiar del teatro tuvo su incidencia por lo perfomático que tiene el género y quizá porque se conecta con la filosofía, la música, la plástica. Pero el género me abandonó, me decidí por la narrativa a los 29 años. Más tarde la poesía me vino a buscar y resultó un encuentro casi milagroso. Mi mundo narrativo y poético fue desde el inicio el mismo. Mis obsesiones de hoy siguen siendo las del principio; atravesar con la mirada lo aparentemente intrascendente al modo de un descubrimiento.

 

- ¿Cómo experimentás las innovaciones en el ámbito de la literatura? ¿Cuáles percibís como las más llamativas?

 

- Cuando yo comencé a publicar todavía se hablaba de las vanguardias. Hoy las vanguardias no cuentan, el modelo de pensamiento se aleja cada vez más de esa verticalidad enfrentada a otra verticalidad. En la actualidad el desafío lo impone una horizontalidad que se nutre de combinar lo diverso, todo es más confuso si se quiere y los avances tecnológicos son los que marcan el paso. Qué hacemos con eso que apenas entendemos que es la Inteligencia Artificial parece ser el debate actual. Debo decir que yo me relaciono bien con estas aperturas en general.

 

- Hace un tiempo viviste lo que vos misma calificás como “experiencia mística”. ¿Qué cambió esa experiencia en tu modo de escribir?

 

- Mi gran cambio de percepción se produjo cuando tenía treinta y cinco años. Desde entonces he ido profundizando en esto que ahora llamo “la evolución de la conciencia”, que me ha llevado a experimentar diversas prácticas que me fueron modificando como persona y que, lógicamente, afectaron mi relación con la literatura. Una muy significativa me ocurrió en 2014 cuando, luego de una práctica diaria de un año vinculada al sonido, volví a escribir poesía después de treinta años, si considero que mi último poema se publicó en Córdoba en 1984.

 

- Se publicó una serie de cuentos tuyos en España. Contanos con qué criterios hiciste la selección, y cómo resultó la edición.

 

- El proceso de edición con Ápeiron Ediciones y la editora argentina Viviana Rosenzwit, ciertamente, fue formidable, rápido, eficiente, aprendí incluso nuevas modalidades de trabajo.

 

La selección del material la realicé yo y escogí cuentos de mis cuatro primeros libros publicados en la Argentina a los que se le sumó uno inédito. Ya sabemos que la relación con la propia obra está cargada de subjetividad, de modo que predominó mi conexión afectiva con los textos.

 

- ¿Cómo te parece que impacta en la literatura la irrupción del lenguaje de las series con su enorme popularidad?

 

- Si lo pensamos bien la literatura está vinculada a la imagen, justamente los formalistas rusos decían que la literatura es un pensamiento por imágenes. Leyendo los diarios de Ricardo Piglia encuentro que él define la literatura como un sueño dirigido. Las series influyen en principio sobre la literatura por su agilidad, por su armado y el manejo de la intriga. No me sorprende que ocupen el lugar de nuestra necesidad ancestral de que nos cuenten una historia. Lo que podríamos preguntarnos es por qué se reflota ahora esta versión del folletín, aggiornada, por supuesto, lugar que antes fue ocupado por el radioteatro y, posteriormente, por la telenovela. Me interesan estas formas de relatos visuales, alimentan mi oficio.

 

- Tu literatura tiene un gran ingrediente de juego: no sólo en la construcción del texto. También emerge una actitud burlona frente a las conductas absurdas de la realidad extratextual. ¿Qué sentís que canalizás por medio del humor literario?

 

- El humor y su mirada oblicua sostenida en la polaridad tiene muchas funciones, una de ellas es la desacralización de lo real, pensemos en lo carnavalesco bajtiniano; otra es la de desenmascarar, por nombrar algunas. Sin embargo, en mi caso, me atrevería más a citar a Isidoro Blastein quien definió al humor como antesala de la desesperación. En este caso el humor sería un elemento defensivo. Pero también creo que la mirada humorística la heredé de mi familia. Lo absurdo es un indicio del contrasentido de la realidad, que se presenta así porque aún nos falta comprender el panorama completo, entonces habría que pensarlo como una forma de ceguera. El humor con su irreverencia y la cultura popular van de la mano. El arte se afinca en lo que no se entiende, en lo que no se dice, en la hendidura, por lo tanto, el humor con su doblez, con su mecanismo tensional es un buen aliado del aspecto artístico. Sospecho que como mi mirada sobre el mundo es vacilante y contradictoria, el humor me viene de perilla.

 

- Tu narrativa logra una simpleza que la convierte en sumamente accesible y ágil. ¿Es uno de los propósitos de tu escritura? ¿Mediante qué estrategias lo trabajás?

 

- Me gusta que digas que mi narrativa es ágil y accesible. Para llegar a la simpleza se necesita un largo camino de depuración y de decantación. La escritura de la poesía me ayudó a entenderlo más. Suelo decir que mi escritura poética se caracteriza por la nitidez y la intensidad. Nitidez de la imagen e intensidad de la emoción, pero es aplicable a todo lo que escribo. El lenguaje es muy poderoso y nos pide varios tipos de inteligencia para relacionarnos con él. Si es que existe una estrategia, para mí está primero el autoconocimiento como persona, de esa profundización más el largo camino en el desarrollo del oficio resulta un acercamiento a eso que nos pide un nivel de excelencia. Y en ese camino como en el de la vida, perderse es a veces necesario para después poder encontrarse.

 

La Yapa.

 

- ¿Qué reflexión sobre tu escritura podés compartir con nosotros?

 

- En mi escritura reconozco que hay elementos que se repiten y que tienen valor simbólico: la niña, la madre ausente, el patio, la escalera, el minimalismo de lo cotidiano que encierra una significación oculta, descubrir una pequeña joya en lo, en apariencia, insignificante. Personajes y elementos migran de un texto a otro y se profundiza la mirada sobre ellos con un tono entre melancólico y perplejo, dentro de esa perplejidad se incorporan el humor y el absurdo. Concibo la escritura como un pozo que se cava profundo y no como un despliegue que se expande hacia los costados. Se trata de líneas diferentes que son tan válidas tanto una como la otra.

 

* Docente y escritora

 

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