Los rostros que vuelven
Un aporte investigativo de José Depetris y Pedro Vigne que es un importante hito para la historia política y cultural de la provincia de La Pampa y de la región. La reivindicación de la existencia de los pueblos originarios.
Hay libros esenciales, que, de alguna manera, marcan la cultura de un territorio, la identifican entre otras regiones, mostrando un paisaje, una idiosincrasia, la adaptación del hombre y la mujer a las condiciones climáticas y naturales, contribuyen al reconocimiento simbólico de los nombres fundantes.
Así también hay libros que rescatan aquello que ha quedado silenciado en la historia oficial, un trabajo de zapa que hacen los investigadores/as, las historiadoras/es, porque pasan el cepillo a contrapelo para resignificar, justamente, lo que fue invisibilizado. El vencedor constituye y construye sus imaginarios sobre los vencidos y aún lo sigue haciendo después de derrotados. Bien lo resalta Walter Benjamin en sus Tesis de la filosofía de la historia: “Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”. Ahí están como ejemplo Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y Elías Garay.
José Carlos Depetris y Pedro Vigne son autores de una obra monumental: Los rostros de la tierra. Iconografía indígena de La Pampa, 1870-1950. Trabajo que repone a través de fotografías la historia de naciones nativas que la Generación del ‘80 quiso exterminar por medio de la mano dura de los Avellaneda, los Sarmiento y los Roca. Pero esos pueblos originarios están aún entre nosotros, esos ranqueles, esos vorogas, esos mapuche comulgan con nuestra sangre, son nuestra sangre, porque según las investigaciones de Claudio Bravi, de la Universidad Nacional de La Plata y Conicet, el 69% de los pampeanos y pampeanas llevamos esos linajes en la sangre (“De cada 10 pampeanos, 7 tienen una abuela india”), o sea, los nger o güor (zorros), los curá (piedras) viven en y entre nosotros.
Prosapias.
Uno piensa en los poemas de Bustriazo Ortiz y Edgar Morisoli, en las canciones de Julio Domínguez, Cacho Arenas, Guri Jaquez, Javier Villalba y Nicolás Rainone, en los relatos de Enrique Stieben o en las novelas de Omar Lobos (también las cartas de Calfucurá) y Horacio Beascochea, en las investigaciones de Eliseo Tello, María Inés Poduje, Nélida Giovannoni, Claudia Salomón Tarquini, entre otras y otros, en el equipo de la Subsecretaría de Cultura de La Pampa y la Asociación Pampeana de Escritoras y Escritores con la publicación Pampas del Sud. Recopilación de textos que hacen a las raíces autóctonas de la provincia de La Pampa. Y más recientemente, en el Cancionero Rankulche, de Nen Calfuan, o en Nos viene a la cabeza. Sobre la trama de hilanderas y tejenderas de la provincia de La Pampa, de Ana María Martín.
Fotografías.
Pero como un hito se erige Los rostros de la tierra, porque la imagen mirada nos mira, nos observa desde el fondo de las persecuciones y violencias que padecieron, desde la desarticulación de sus tribus, clanes familiares, y la negación de su propia cultura y saber ancestral. Susan Sontag en su libro Sobre la fotografía (1977) señala que “Las fotografías son una interpretación del mundo tanto como las pinturas y los dibujos”, ahí están las valiosas pinturas rupestres y la investigación de Carlos Gradín confirmando que hubo presencia humana con una antigüedad de más de 8600 años.
Depetris y Vigne nos devuelven a un mundo (o universo) que fue demarcado por esos habitantes, es decir, el territorio, la provincia, la Mamül Mapú, se halla abonada por sus nombres remotos, con sus luchas y su sangre. Sontag manifiesta que “El fotógrafo saquea y preserva, denuncia y consagra a la vez”. Las fotos del libro evidencian la historia de un pueblo saqueado y arreado como animales; a su vez, esas imágenes acumuladas, una tras otra, en la singularidad de la soledad, denuncian, reclaman justicia y no ser olvidados.
Indios.
Con respecto al libro de Depetris y Vigne enfatiza el profesor Daniel Villar (Universidad Nacional del Sur): “En medio de una de las más fragorosas tormentas vividas por los argentinos en tiempos contemporáneos, las fotos de los Indios, vamos, las fotos de la gente del pueblo, del común, las fotos del pobrerío, nos hablan claro para decirnos que no quieren volver a vernos en la derrota. Gritan que es necesario inventar un camino distinto al que ellos y nosotros recorrimos, porque estas fotos tomadas en el siglo XIX pero vistas hoy, exhiben la curiosa magia de anticipar adónde lleva”.
Por eso la vigencia y la necesidad de Los rostros de la tierra, que es editado nuevamente por Ediciones Amerindia, después de 21 años, ahora financiado por el Bando de La Pampa, con prólogos de Walter Cazenave y Edgar Morisoli, demuestran la catadura de la empresa. Estos Rostros son un patrimonio intangible de nuestra historia para las comunidades, todo el pueblo pampeano y la región.
* Colaborador
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