Miércoles 27 de marzo 2024

Una crítica emancipada

Redaccion Avances 24/07/2022 - 15.00.hs

Una crítica de teatro hastiada por las repeticiones de personajes y argumentos descubre finalmente que en el teatro puede encontrar algo original, ese reflejo tan ansiado.

 

María Evangelina Vázquez *

 

Ella se sentía una chica posmoderna. Nada le provocaba interés. Sentía que en el mundo de las artes reinaba la repetición y el hastío. Ya no quería presenciar otra obra que le dijera cosas que ella ya sabía. Quería ver una obra de arte que le provocara algo, aunque solo fueran náuseas. Ese fin de semana le tocó ver dos obras intrascendentes: no tenían absolutamente nada nuevo para decir. Las tramas y los personajes se tornaban tediosos, predecibles, agobiantes. La vida de una crítica teatral era eso: en el mejor de los casos, podía pasar una noche entretenida. En el peor, se perdería dentro de sus propias fantasías, tejería sus propias tramas para no dejarse vencer por el aburrimiento.

 

Su vida se había vuelto una rutina mecánica. Ya no pensaba las cosas que hacía: automáticamente se hacía la comida, se bañaba, se limpiaba la cara de noche. En las reuniones de trabajo también se ponía en modo automático. Miraba a sus compañeros mover la boca y gesticular; sus palabras no le llegaban, más bien le rebotaban antes de alcanzar sus oídos. El teatro era un medio para conocer gente. Los abrazos de los artistas era lo que ella más ansiaba. Podría perdonar una obra mala si venía ese abrazo que la hacía sentirse feliz, reconocida, plena.

 

“Después de todo no puedo pedirle a una obra de teatro que revele el sentido de la vida. ¿Qué estoy buscando? ¿Por qué tantas exigencias?”, se preguntó. Le llegó el momento de emanciparse de los discursos que la circundaban. ¿Qué es lo que valía la pena ser dicho entre tantas palabras ajenas? La mareaba ese río constante de palabras donde era imposible encontrar su propia voz. Quería poder soñar con una nueva realidad para sí misma, recurrir al propio teatro, al de su imaginación. Abandonar las parodias y las citas y ser ella misma. Aunque cuánto le costaba encontrarse cara a cara con su identidad. Todo había sido escrito ya: ¿en qué lugar podía encontrar una pequeña gota de originalidad? Llegar a la médula de su ser entre tantos pensamientos era la tarea más ardua. Quizás el teatro la ayudaba a encontrarse y reconocerse entre los personajes. Verse como en un espejo, quizás era eso todo lo que ella buscaba: una historia común o no tanto, donde pudiera verse reflejada. Con eso, a partir de entonces, se conformaría. Ya no esperaría el sacudón final, la risa espontánea, la conmoción. Solo buscaría ver esa ínfima parte de sí que le hablaba desde algunos personajes, como si ellos fueran sus ventrílocuos.

 

* Colaboradora

 

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