La lección aprendida a 30 años del accidente nuclear en Chernóbil
Hace 30 años, el 26 de abril de 1986, el peor accidente nuclear en el mundo irrumpió una mañana silenciosa en Ucrania cuando el reactor cuatro de la planta nuclear en Chernóbil explotó. Las llamas del fuego emitieron durante 10 días una radiación letal al aire, contaminando gran parte del territorio de la ahora ex Unión Soviética. La nube radioactiva continúo dispersándose a través de Europa, llegando tan lejos como hasta el Reino Unido. Más de 100 mil personas fueron forzadas a abandonar sus hogares, muchas no pudieron regresar.
Fueron dos explosiones las que destruyeron el reactor. La culpa se le atribuyó a una combinación de males: el diseño ineficiente de la planta, el error humano y medidas de seguridad inadecuadas. Fue necesario durante 6 meses construir el "sarcófago", un domo hecho para cubrir las ruinas. Se esperaba que este pudiera proveer protección por 20 o 30 años. Hoy, esta estructura se encuentra agrietada y con fugas, por lo que para el 2017 esperan adecuar una nueva cubierta de acero.
Nadie realmente sabrá con exactitud cuánta radiación fue liberada, el número de personas muertas por la tragedia ni la cantidad de víctimas que aún sufren los efectos de la radiación, como por ejemplo los llamados "liquidadores", esas almas valientes que limpiaron las zonas del accidente e instalaron el sarcófago sobre la planta nuclear. Tampoco se sabe cuánto combustible permanece en el reactor. Mediciones mostraron la existencia de altos niveles radioactivos en las ruinas, lo que sigue siendo una amenaza para el medio ambiente y las personas.
Cuando el desastre sucedió, un área aproximadamente del tamaño de Paraguay fue expuesta a los altos niveles de radiación, lo que requirió la evacuación de 8 millones de personas, así como la restricción del uso de la tierra y su producción alimentaria.
Actualmente 10 mil kilómetros cuadrados aún son inutilizables para cualquier actividad económica y durante miles de años será imposible vivir en Chernnóbil. No obstante, se han hallado otras zonas expuestas donde no se ha hecho nada para que las personas no vayan.
Los efectos a la salud son innumerables, entre estos incluyen un incremento de cáncer de tiroides en chicos y quienes hicieron trabajo de limpieza, que también sufren de leucemia; aumentaron los casos de cáncer de mama, de hecho, en el caso de las zonas más contaminadas de Bielorrusia y Ucrania este se duplicó. Además, aumentaron los casos de cataratas, hubo una disminución de la función cognitiva y se acrecentó la mortalidad de los liquidadores. También incrementaron los desórdenes mentales, como la ansiedad, depresión pos trauma, el alcoholismo y los suicidios.
Hoy 5 millones de personas en Ucrania, Rusia y Belarusia aún viven en áreas contaminadas con radioactividad.
Desafortunadamente estos enfrentan un futuro incierto. La radiación se encuentra en todas partes y debido a la insuficiencia del gobierno la gente está consumiendo más alimentos locales, tales como champiñones, bayas silvestres y carne de animales silvestres contaminada.
Sin embargo, las decisiones de las autoridades son estúpidas y ofensivas para las víctimas, ya que los gobiernos de estos países planifican gastar millones en la construcción de más plantas nucleares conscientes de los pasados accidentes. Una historia similar fue el accidente en Fukushima, Japón, durante el terremoto subseguido de un tsunami en el año 2011.
Igual que los hechos de Chernóbil, este desastre provocó una contaminación masiva de material radiactivo que forzó a muchos abandonar su hogar.
Es evidente que los partidarios de la energía nuclear, la industria, los políticos y sus gobiernos no quieren reconocer los daños generados.
La lección aprendida más importante para todos nosotros es que la energía nuclear es peligrosa; es una energía sucia, creada por algunos de los materiales más tóxicos conocidos; es muy cara a diferencia de las fuentes de energías limpias y renovables, seguras y económicamente viables que utilizan por ejemplo el viento, el sol y el calor de la tierra.
Las energías renovables crecen rápidamente a nivel mundial, hoy, con precios mucho más baratos que la nuclear, incluso en muchos casos que el carbón y el gas.
Las plantas nucleares no deberían construirse y las que hoy sí existen deberían eliminarse ya que pertenecen a un sistema tecnológico industrial fallido del siglo 20. El siglo 21 apunta a fuentes seguras como el sol y el viento.
POR PAUL HORSMAN
Director de Campañas para Greenpeace Argentina
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