Estuvo secuestrada con Oesterheld a los 12 años: "Me enseñaba literatura"
Una mujer fue secuestrada durante la última dictadura cívico-militar y compartió el encierro con el autor de la historieta "El Eternauta". Lo recuerda como un hombre amable que le enseñaba literatura y cuando se despidieron le aconsejó que estudiara.
Marcela Quiroga hoy es una mujer ya adulta, pero a los 12 años fue secuestrada por los militares que ingresaron de manera violenta a la casa donde vivía con su madre y sus dos hermanos. Su madre, María Nicasia Rodríguez, fue asesinada por los militares en la madrugada del 6 de septiembre de 1977, en tanto que Marcela, su hermana y su hermano pasaron a estar detenidos de manera clandestina.
La niña conoció a Héctor Oesterheld en el Vesubio, aunque en ese momento no tuvo mucho vínculo con el escritor, sino que más bien se relacionaba con otras detenidas mujeres. Pero un día le informaron que la iban a trasladar a otro centro clandestino, el "Embudo", donde fue llevada en auto, con los ojos vendados, junto a Oesterheld.
"Cuando nos trasladan al Embudo (subcomisaría de Villa Insuperable), yo ya me pego más a Héctor porque era a quien más conocía, si bien después me uno al resto. Estaban Lali (Adela Candela de Lanzillotti), Sarita (Ana María Caruso), pero yo estaba cerca de Héctor sobre todo", contó Quiroga en una entrevista con el diario Página 12.
Marcela es hija de Rodríguez, a quien llamaban "Mary", y Cipriano Quiroga. Su hermano se llama Sergio, pero ambos tuvieron otra hermana, fruto de la relación de "Mary" con Juan Guillermo Fernández, a quien conoció cuando empezó a militar en el peronismo, a raíz de un trabajo como limpiadora en una unidad básica cerca de su casa.
La mujer había nacido en San Luis, pero se mudó a Buenos Aires en la década del ´60 y luego de casarse con Cipriano se instalaron en el barrio "Entre Vías" del partido de Avellaneda.
Marcela no había leído "El Eternauta" cuando la secuestraron, aunque conocía su existencia porque era una de las revistas que se leían en el ámbito de la militancia. "El padre de mi hermana, Guillermo, lo leía y comentaba cosas", recordó.
"Un día me llamaron mis compañeros porque había dormido mucho. Nosotros comíamos lo mismo que los policías. Entonces me dijeron: “Marcelita, te tenés que levantar antes de las nueve". Se me empieza a armar ahí una rutina de estudios. Héctor me enseñaba literatura. Sarita y Roberto (Carri) me daban otras clases. Tengo la imagen de Héctor sentado a los pies de la cama leyendo Selva o buscando otras lecturas para mí", indicó la mujer a Página 12.
"A la tarde también tenía actividades. Héctor iba al patio, que era como un pulmón (de la subcomisaría) y me decía: “Vamos, Marcelita, al patio, que estás muy blanca”. Una vez, veía que él buscaba un palito e hizo una pelotita. Me dijo que atajara la pelota. Supe ahí que se llamaba hockey porque no conocía ese deporte", agregó.
Marcela no sabía que quien le leía cuentos era el autor de "El Eternauta, fue el propio Héctor el que se lo dijo un día que estaba apoyado a los pies de su cama. "Como que no tuve ese asombro. Era, para mí, como un abuelo. Yo descubrí que me gustaba leer por él o que no me costaban las actividades de Lengua. Yo estaba cansada de la comida que me daban y Héctor me decía: “Marcelita tenés que comer algo de carne”, señaló la entrevistada.
Quiroga afirmó que Oesterheld siempre estaba escribiendo y ahora, casi 50 años después, reflexiona que las personas adultas que compartieron encierro con ella la cuidaban porque veían a sus propios hijos o nietos. "Pienso que aparece un niño y te conecta con la vida. Humildemente yo creo que pude haber generado algo de eso en todos ellos, que tenían hijos o nietos. Cuánto de esa necesidad de volcar esos cuidados en sus propios hijos la volcaron en mí. Ahora lo pienso como adulta. Cuánto dolor. En medio de esa oscuridad aparezco yo, a quien tienen que cuidar, sostener y tratar de que vea las menos mierdas posibles", analizó.
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