Miércoles 01 de mayo 2024

Creador de sonidos

Redacción 26/08/2023 - 00.35.hs

El “Chino” Pablo Ponce se hizo conocido por restaurar instrumentos musicales pero hoy se enfoca en la fabricación de bajos y de sus “guitarritas viajeras”, un trabajo artesanal con maderas autóctonas que llenan de calidad sus creaciones.

 

Muestra la tapa de una guitarra criolla que está en plena etapa de construcción y detalla que esa madera sirvió, muchos años atrás, como pizarrón en una escuela rural del oeste pampeano. Otro de los instrumentos salió -al menos gran parte del material con el que está hecho- de una tranquera que encontró en el campo. En otro caso, de una puerta antigua.

 

“De chico me mandaron a trabajar al campo así que ahí aprendí mucho, yo no compro madera, salgo a buscar tranqueras, puertas viejas. Mi tío era hachero y también trabajaba con un alambrador así que veía como cortaban con la motosierra las maderas y el laburo que hacían y todo eso lo tengo como herencia. La onda es reutilizar. Hay maderas de más de 100 años que me encontré y que son espectaculares para los instrumentos, que son caros porque se usa madera muy antigua y eso no se consigue, entonces por eso es muy caro. Trabajo con guatambú, lapacho, guayubira, todo lo que es madera nacional”, detalla Pablo Ponce, mucho más conocido como “Chino”.

 

A través de “Chino Pampa”, el santarroseño de 43 años ofrece instrumentos de su propia autoría como bajos y guitarras, un trabajo enteramente artesanal que tiene el toque de lo autóctono y de la máxima calidad.

 

“Desde chico empecé a laburar como albañil. Mi mamá, Dorita, trabajaba todo el día y yo tuve que salir a aportar también. Después fui a la EPET para los cursos de formación profesional y ahí aprendí carpintería, me metí a fondo con eso y hoy todavía sigo haciendo algunos pedidos que me llegan, pero me enfoco en otra cosa. Yo toco el bajo y en un momento se me rompió y no había quién lo arreglara. Justo viajé a Pico a una sala de ensayo y en una revista que había ahí explicaban cómo armar una guitarra y daban distintas herramientas. Me di cuenta de que si me ponía a laburar con eso lo podía hacer, así que esos fueron los primeros pasos”, cuenta el “Chino” en su taller de la calle Quintana 531 (el WhatsApp es 2954 – 611874 y en Instagram figura como ‘chinopampa’).

 

El paso siguiente fue fundamental para lo que vendría después porque Pablo tenía unos amigos que estudiaban música en Córdoba y le recomendaron un luthier que daba clases sobre ese oficio.

 

“Durante un año junté plata, trabajaba en una carpintería en el Parque Industrial y además de eso pintaba casas, hacía changas, cualquier cosa que saliera para ahorrar todo lo posible y así poder irme, y en 2009 finalmente viajé. Las clases eran de Mauricio Pizarro, un chileno que se había ido a España y que daba clases, un tipo recontra capaz y en Córdoba las clases eran los sábados. Como yo tenía el resto de la semana libre le propuse darle una mano en el taller entonces me hizo como una pasantía y me pagaba las clases con el trabajo. Hasta ese momento yo conocía sobre construcción y ahí aprendí sobre reparación, que es un mundo completamente distinto”, resaltó.

 

Emprendimiento.

 

Cuando la etapa de aprendizaje había avanzado de manera segura y sostenida, el “Chino” decidió la vuelta y así abrió su taller. En una primera etapa, la mayoría de los trabajos fue para reparación pero desde hace unos años busca concentrarse en la fabricación de guitarras y bajos.

 

“Si bien hago reparación y es lo que me da de comer todos los días, la idea es meter mis productos que son las guitarritas viajeras. Las llamo así porque tienen el tamaño justo que entra en el avión, es la medida de un violín. Vos si llevás una guitarra grande tenés que pagar aparte, entonces es algo que surgió en la pandemia porque después de que se retomó el tema de los viajes todo el mundo pensaba en arrancar, entonces va tanto para un pasajero de avión como para un mochilero”, explicó.

 

Pablo ya vendió ocho de esas guitarras y en estos días trabaja sobre dos que le encargaron desde distintos lugares como Córdoba, Buenos Aires y una desde Chile.

 

“La época que estuve en el taller de Córdoba me sirvió también para conocer gente grosa que iba ahí como Lula Bertoldi, de Eruca Sativa, o el bajista de la ‘Mona’ Jiménez. De hecho el primer Congreso de Lutheria se hizo en Córdoba y ahí me conoció mucha gente junto a luthiers de todo el país. Por eso un tiempo después organicé en Santa Rosa un encuentro de luthería e invité a todos los que laburan en este oficio. Creo que está bueno poder enseñar y difundir lo que uno sabe a otras personas interesadas en hacer lo mismo”.

 

Pasión.

 

En el taller hay dos guitarras en fase de construcción. El trabajo sobre la guitarra requiere tiempo, paciencia, precisión, oficio y, por supuesto, sabiduría. Y el “Chino” explica cada paso con pasión docente pero sobre todo con esa pasión de quien disfruta de lo que hace.

 

“Cuando arranco con un laburo estoy muy pendiente, como que no lo suelto nunca hasta que está terminado y se lo entrego al dueño. Soy detallista y es un laburo de artesano, y creo que ahí es dónde hacés la diferencia”, señala.

 

- ¿A qué apuntás hacia adelante con el emprendimiento?

 

- Mi objetivo hoy es vender cada vez más mis producciones, que lleguen a la mayor cantidad de lugares posibles, tengo muchísimos conocidos en distintas provincias y por eso también conocen mi trabajo. Sin dudas que la reparación no la puedo dejar de lado, pero si hago sólo eso pierdo lo que es estar activo con la fabricación. Es como si vos jugás al fútbol y entrenás y entrenás pero no jugás partidos, le vas perdiendo ese gustito.

 

El “Chino” sale a la cancha de su taller y está dispuesto a jugar a pura creación con esas guitarras y bajos hechos con madera reutilizada y que cumplen su mejor función, la de generar sonidos y melodías con un espíritu bien pampeano.

 

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