Martes 06 de mayo 2025

“El Soviético”, desde repuestos a camping

Redacción 08/02/2025 - 00.04.hs

“Tenía nueve 9 años cuando empecé a trabajar en el taller de un primo, en Colonia Barón. Me hacían barrer y cebar mates. Al año siguiente mi mamá vino a trabajar como cocinera y me trajo con ella a Catriló. A mí me gustaban mucho los fierros, así que al poco tiempo entré al taller de Febo Cestac, un gran mecánico y piloto”. Rubén David Walter (67) recuerda que en esa época “tenía el cabello muy rubio, casi blanco, y todos en el taller empezaron a decirme ‘soviético”. Una ocurrencia, otra forma de decirle “ruso”, que permanecería en el tiempo. “Por eso, cuando abrí mi propio negocio, unos veinte años después, le puse este nombre”, explica.

 

Hoy “El Soviético” luce imponente. Dentro de ese enorme enorme local edificado sobre avenida Migliore 383, la familia Walter comercializa repuestos de automóviles, artículos de ferretería, herramientas, pinturas, maderas, motos, bicicletas, artículos de cámping, ropa de trabajo y materiales de construcción”, entre otros rubros.

 

Walter permaneció diez años junto a Cestac. Aprendió el oficio, pero “el taller estaba enfocado en modelos más antiguos y un día decidí ir a trabajar con Cuchiarini, que hacía mecánica de autos nuevos”. En esa época “había aparecido muy recientemente el Fiat 128, uno de los primeros autos con motor transversal”.

 

Y allí comenzaría también “otra historia”, porque en la vivienda contigua al taller residía Liliana Martín Hubo flechazo inmediato y se pusieron de novios. Actualmente llevan 47 años de casados.

 

Emprendimiento propio.

 

“Siempre decía que cuando cumpliera 30 abriría mi propio taller. Y así fue”, dice. A finales de los años 80, durante el sigo pasado, Rubén abandonó el taller de Cuchiarini y se instaló en un terreno cedido por su suegro. “Vine con una caja de herramientas y un Fiat 600, que vendí enseguida”. En esa esquina había “un local y un galponcito”, donde instaló un taller y un lubricentro.

 

En poco tiempo, logró agrupar una importante cartera de clientes. “Trabajaba todo el día y me iba muy bien. Fui uno de los últimos mecánicos formados en aquella época”. Walter recuerda que entre sus tres clientes más importantes sumaban un parque automotor de 45 vehículos “y yo los mantenía a todos”.

 

“Víctor del Carril, Pancho Díaz y Fermincho Garmendia tenían tres o cuatro campos cada uno, y en cada establecimiento, un encargado con coche y camioneta”, detalló.

 

Rubén y Liliana tuvieron tres hijos. En su casa, además de ocuparse de las tareas domésticas, Liliana había puesto a funcionar una peluquería. “Marchaba muy bien y con eso alcanzaba para sostener la casa”. Walter, en tanto, reinvertía el dinero que ganaba en repuestos.

 

“En Catriló no había casas de construcción y cada tanto algún vecino me pedía prestada una bolsa de cemento”. Acopiaron portland, cal, arena y áridos y pusieron en marcha un corralón de materiales. Mientras tanto el mecánico “hacía años que venía comprando repuestos y acumulándolos en una pieza. Cuando quiso darse cuenta tenía esa habitación llena: ahí nació la casa de repuestos”, recordó Liliana.

 

A la par de los repuestos, “El Soviético” fue incorporando paulatinamente otros rubros de ferretería. Hace unos 15 años se había expandido tanto, que decidieron encarar la construcción del local donde funcionan actualmente. “Mi papá hizo todo lo que hay acá: los cielorrasos, las góndolas, muebles, escaleras, armarios, repisas”, comenta Jimena, “El Soviético” se convirtió así en una mega ferretería que exhibe artículos de múltiples rubros y abastece a vecinos de Catriló y una amplia zona.

 

Nuevas generaciones.

 

Liliana permaneció en su casa y peluquería hasta que Ruben la convocó a trabajar con él. “Tenemos que empezar a facturar” le dijo un día. Ella se hizo cargo de las tareas administrativas pero pronto tuvieron que contratar igualmente a otra persona para que ayudara con eso. “La facturación se hacía a mano. No podía pasar el día en la ferretería, tenía que estar en mi casa también”, advierte.

 

A medida que el comercio crecía, su administración se hacía cada vez más compleja y Liliana llegó a controlar “una lista con más de 200 proveedores. Y también hacía banco, lo cual resultaba muy desgastante”. Sin embargo, “aunque era una tarea muy ardua, todavía la extraño”, lamenta. Ambos tuvieron que abandonar el comando de la ferretería hace unos tres años, cuando a Rubén le diagnosticaron una enfermedad autoinmune que lo obligó a alejarse para priorizar su salud. Al frente del comercio quedaron su hija Jimena (44) y su nieto Tomás (27).

 

“Yo siempre trabajé junto a mis padres y vi crecer el negocio”, dice ella. Explica que en estos tres años se dedicaron a seguir ampliando rubros. “Somos concesionario oficial de Corven, y representantes de Pampa Crill, Aguas de Quemú Quemú y ropa de trabajo Pampero”, añade.

 

“Una amplia clientela de Catriló, Lonquimay, Relmo, Pellegrini y otras localidades de la zona vienen a buscar repuestos porque saben que tenemos de todas las marcas y casi todos los modelos. Si alguien anda buscando repuestos de los años 60 ó 70, acá lo encontrará”.

 

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