Lunes 22 de abril 2024

La clase trabajadora, poco para festejar

Redaccion Avances 30/04/2023 - 16.30.hs

En medio de la grave crisis económica, social y política que vive Argentina, es notoria la ausencia de una dirigencia sindical que haga honor a la tradición de lucha de la clase trabajadora, que supo conquistar tantos derechos laborales.

 

La pobreza afecta hoy al 40 por ciento de la población, con mayor incidencia en las infancias, pues 6 de cada 10 pibes/pibas no pueden acceder a sus necesidades básicas. En el país productor de alimentos por excelencia, las ganancias se quedan en manos de las grandes empresas alimenticias, mientras crece el número de familias que no llegan siquiera a las cuatro comidas diarias.

 

Los salarios se deprecian por la inflación galopante, y se produce un fenómeno nunca visto en nuestro país: trabajadores formales por debajo de la línea de pobreza, que en marzo superó los 191.000 pesos para una familia de cuatro integrantes. La informalidad laboral afecta al 35% de la mano de obra ocupada: 5,4 millones de trabajadores que desempeñan sus tareas en la precarización.

 

Ante esta realidad, la oposición de derecha, tanto de Juntos por el Cambio como el falso “libertario” Javier Milei, proponen más de lo mismo y redoblan la apuesta de un mayor ajuste. Ambos espacios prometen que si son gobierno el 10 de diciembre, promoverán cambios en la legislación del trabajo, en un sentido regresivo, supuestamente para “facilitar” la creación del empleo. Para que se entienda: eliminar conquistas obreras para reducir el “costo laboral”, un antiguo reclamo del empresariado que considera que hace demasiados aportes para beneficio de sus trabajadores.

 

El panorama es desalentador. Parece imponerse ese discurso sobre la “necesidad” de tomar medidas extremas, en un sentido reaccionario, para salir de la crisis. La decepción frente al gobierno actual se vio ya en las elecciones de 2021, en las que el Frente de Todxs perdió 4 millones de votos del caudal que le dio el triunfo en 2019. Y lo que siguió fue peor, con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en marzo de 2022, al punto que el mismo no fue votado en el Congreso por una parte de la coalición oficialista.

 

La experiencia local e internacional nos permite afirmar que un mejoramiento en las condiciones de vida de las mayorías populares no vendrá de la mano de gobiernos de derecha. Para prueba tenemos el de Mauricio Macri de 2015-2019, y antes los de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Solo en el primero, el salario perdió un 20 por ciento de su poder adquisitivo; claro que en el actual del FDT, de signo peronista, la situación se agravó: hoy son 30 puntos menos en relación al nivel salarial de 2015.

 

En Francia, el gobierno de derecha de Emmanuel Macron, está siendo resistido en las calles por impresionantes movilizaciones en contra de su reforma previsional. En el Reino Unido, también hay una ola de huelgas obreras.

 

Dolores

 

La subsecretaria de Estado de los EE.UU., Wendy Sherman, en su reciente visita a la Argentina, en referencia a la situación social, expresó que los argentinos debían soportar más “dolor a corto plazo” para tener “ganancias a largo plazo”. Es el discurso que baja desde el Norte y se manifiesta  en las revisiones periódicas del FMI, respecto al cumplimiento de las metas fijadas en el Acuerdo. Ese organismo financiero se opuso a la moratoria previsional y propuso que se reduzca a la mitad las personas que serán alcanzadas por esa medida. O sea que en lugar de 800.000 beneficiarios/as, que podrán acceder a una jubilación aún cuando no alcancen a cumplir los años de aportes requeridos por el sistema previsional, para el FMI tienen que ser 400.000. El resto, que se las arregle.

 

¿Y la CGT?

 

Rompiendo un silencio de meses, el pasado 20 de abril, el triunvirato de la CGT dio a conocer un comunicado sobre la situación actual, planteando la necesidad de un “consenso político” entre todas las fuerzas políticas y una serie de reclamos, sin profundizar en las causas de la crisis. Así, plantean la reducción de la inflación, la defensa del aparato productivo, la promoción del empleo y una justa distribución de la riqueza. Insisten, al igual que el gobierno, en demandar “mayor compromiso social” al empresariado del sector formador de precios, los mismos con quienes se sientan muy de vez en cuando, en el Consejo del Salario, para fijar el escaso monto del Salario Mínimo Vital y Móvil.

 

El comunicado no identifica a los responsables de la actual situación, y tampoco se plantea la formulación de un programa y acciones concretas para salir de la crisis. Muy lejos de otras épocas del movimiento obrero argentino, cuando la CGT proponía verdaderas medidas de cambios profundos, incluso revolucionarios.

 

Programas históricos

 

Los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), surgidos al calor de la resistencia peronista al golpe de 1955 que derrocó al general Juan D. Perón, planteaban medidas como la nacionalización del comercio exterior y la eliminación de los monopolios extranjeros de exportación e importación, medidas de rigurosa actualidad en la Argentina donde el comercio exterior es manejado por los pulpos exportadores, dueños de los puertos y de la vía navegable del río Paraná.

 

Hace 55 años, un 1 de Mayo de 1968, la CGT de los Argentinos, conducida por el gráfico Raymundo Ongaro, daba a conocer el programa en cuya redacción intervino la genial pluma de Rodolfo Walsh. Allí se planteaba: “La clase trabajadora argentina no reprueba una forma determinada del capitalismo, las cuestiona a todas”. Y más adelante: “La historia del movimiento obrero, nuestra situación concreta como clase y la situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción”.

 

El programa de Sitrac Sitram, de mayo de 1971 planteaba medidas revolucionarias, acorde a la situación que se vivía en el movimiento obrero y en la juventud.

 

Ya recuperada la democracia, la CGT conducida por Saúl Ubaldini propuso en 1986 un programa de 26 puntos, el primero de los cuales planteaba la suspensión de los pagos de la deuda externa, para previamente investigar los orígenes de la misma. También de rigurosa actualidad.

 

Salir a las calles

 

Hoy la CGT no tiene siquiera un programa mínimo que contenga medidas para una salida popular a la crisis, y que defienda los derechos de la clase trabajadora y el pueblo. Tampoco promueve medidas de acción directa que presionen en pos de los tibios objetivos que ese comunicado “desarrollista” propone.

 

Ni siquiera en una fecha emblemática para el movimiento obrero, como el 1 de Mayo, vemos a la CGT convocar a movilizar a la Plaza de Mayo como en épocas históricas. El acto será al día siguiente (día laborable) y como invitado el ministro de Economía, Sergio Massa. Es el responsable de la desastrosa política económica actual, el hombre que junto con el fiscal Alberto Nisman, eran los argentinos que más asiduamente visitaban la Embajada norteamericana, según los cables revelados por WikiLeaks, el sitio fundado por Julian Assange, hoy preso en Londres y perseguido por los EEUU.

 

A pesar de este duro panorama, no todo está perdido para la clase trabajadora. Hay dirigencias y activistas de base combativos que pueden producir el cambio que hace falta, para desplazar a una conducción burocrática que no representa los intereses de la clase trabajadora. Para ello, habrá que retomar el camino de la lucha en las calles, en unidad con los movimientos sociales y piqueteros, tan demonizados pero tan firmes en su reclamo de trabajo genuino.

 

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