Martes 10 de junio 2025

María Enma Yep, sexóloga a los 78

Redacción 21/08/2011 - 03.42.hs
De fuerte carácter, Enma es una médica especial. Trabajó en la Salud pública y fue reconocida en lo que hizo. Fue esposa de Antonio Yep, médico de origen chino a quien valoró por su sabiduría y su mesura.
MARIO VEGA
"¿Qué tu abuela se dedica a qué...?". Es habitual que Alejandro Yep sepa recibir esa pregunta incrédula, desconfiada, de algún compañero de la carrera de Sociología que cursa en la UBA, en Buenos Aires. Como si la respuesta que ofrecerá de inmediato -y que ha manifestado tantas veces- no le cierre al preguntón. "De sexualidad, de eso habla", contestará serio el joven santarroseño sin lograr convencer al incrédulo.
Enma se ríe con ganas al contar la anécdota. "Y bueno, dirán que tiene de abuela a una viejita piola", dice sin poder evitar la tentación. "Es que bueno... yo tengo 78 años, pero me siento muy cómodo con la gente joven, tengo empatía con ellos y puedo hablar del tema sin ningún problema", explica. Y amplía: "En realidad con la gente grande tengo más desconfianza, es como que tiene más rollos, en cambio con los chicos...".
María Enma Rodríguez, que allí se llama, no se reconoce en ese apellido. "Será porque adopté definitivamente el de mi marido, El Chino Yep. Y además el Enma me ha causado problemas, porque todo el mundo lo simplifica y me dice Ema", dice divertida.
En su casa de siempre, en Dante Alighieri 1.044, la hermosa perra labradora, Hundi, ladra y asusta, pero no muerde. "Es preferible que no se te haga amiga, porque se pone insoportable", advierte la dueña.

Morriña gallega.
Enma se recibió de médica en la Universidad de Buenos Aires. Llegó al país en 1941 -en mayo se cumplieron 70 años-, cuando sólo tenía 8 años, y de entrada extrañó "muchísimo la campiña gallega. Vivíamos en Sarria, y teníamos una casa muy grande, cuyos fondos daban al río. Papá había construido una casa muy linda, con frente de granito y la disfrutábamos mucho... hace dos años fui y mi casa estaba tal cual, era la única que permanecía sin cambios... los primeros tiempos en Argentina me ganaba la 'morriña', y para estar un poco mejor me iba al parque Lezama, que quedaba cerca de donde vivíamos, en San Telmo y me solazaba con el verde de ese lugar. Eso atenuaba mi nostalgia, hasta que un día, a los 19 años, decidí que eso tenía que terminar: desde ese día me sentí argentina y dejé definitivamente atrás aquello".
Hijo de papá Luis, y de María del Carmen, tiene una hermana, Ligia. El padre era, a su manera un personaje singular. "Tenía una manera de ser muy cubana, porque vivió en la isla desde sus 16 a los 32 años. Después volvió y fue un próspero comerciante, hasta que con la llegada de Franco decidió que se venía a la Argentina. No quiero que mis hijas crezcan en un país gobernado por Franco, nos dijo. Se vino dos años antes que nosotros... algo extraño, porque allá era patrón y se vino para ser peón".

 

La sexóloga.
Tiene tres hijos, Roberto y Eugenio (ingenieros electrónicos) y Alejandra que vive en Estados Unidos (doctora en biología molecular). Cinco nietos completan la familia: Alejandro, Ramiro, Lucía, Malena y Lucas.
¿Quién es Enma Yep? Una médica de fuerte personalidad, que todavía trabaja en su consultorio particular, atendiendo problemas de pareja, de sexualidad, y dando talleres sobre un tema que no cualquiera puede abordar con tanta autoridad y sapiencia, y con una naturalidad que llama la atención. Antes, hasta el advenimiento del nefasto Proceso, supo ser funcionaria del Gobierno provincial, primero con Rubén Marín y después con Néstor Ahuad. Y hasta ese 1976 -"denunciada por un colega que se quedó con el puesto", sostiene- fue Delegada Sanitaria Federal.
Revela que pudo seguir Medicina porque si bien no comulgaba con Perón "gracias a que terminó con el arancelamiento universitario" pudo estudiar. Ya recibida y casada con Antonio Yep, después de una experiencia en hospitales de Buenos Aires, llegó a La Pampa.

 

Allanamiento absurdo.
El tiempo de los militares, confiesa, fue el más difícil, el más complicado de su vida. "Alguien nos denunció y un día, estando yo en Buenos Aires llegó un grupo comandado por (Luis) Baraldini, y nos dieron vuelta todo. Yep estuvo muy dolido por eso, y durante meses estuvo recluido, porque para un chino su casa es sagrada...". Confiesa que de no haber sido por Roberto Constantino -juzgado en la causa de la Subzona 14, y fallecido hace pocos meses- la pudieron haber pasado peor. "En Santa Isabel nos habían regalado un peine de mauser y él se lo metió en un bolsillo y dijo 'esto es mío'... y además hacía poquitos días le había ordenado a uno de mis hijos, que fabricaba pólvora (¡!!) que tirara un recipiente lleno porque era un peligro. Él experimentaba con eso, porque es medio inventor, y jugaba con eso. ¿Se imaginan si encontraban eso?", se ríe ahora.

 

En Santa Isabel.
Antes de llegar a Santa Rosa el matrimonio Yep se afincó en Santa Isabel. "¿Cómo llegamos allí? Cuando nos recibimos con mi esposo uno trabajaba en un hospital en La Matanza, y el otro en uno de Merlo, así que nos veíamos poco, teníamos hijos y la vida se nos hacía complicada. Un día una amiga me dijo que la habían invitado a ir a Santa Isabel y no aceptó, y allí nomás me decidí. Al poco tiempo estábamos viviendo allá, en una experiencia de seis años que fue única... Había luz eléctrica sólo entre el atardecer y las 11 de la noche, y más de una vez tuvimos que atender un parto entre las velas... también muchas veces faltaba el agua. Era complicado y recuerdo el caso de un parto con hemorragia en el que tuve que trasladar a la mujer en un jeep hasta General Alear y logramos salvarla... En esos momentos uno piensa que se ganó el título de médico... En Santa Isabel comíamos siempre lo mismo, y entonces Sep se compró una carabina con mira telescópica para cazar martinetas y variar un poco. Él era así, quería cazar sólo lo que íbamos a comer y no depredar", como hubiera pasado si utilizaba por ejemplo una escopeta. La carabina también fue secuestrada en el allanamiento.
Enma relata que nunca se sintió tan necesaria como en aquel pueblo del oeste, donde hasta se dio el gusto de crear un taller de artesanías. "Fue una experiencia fantástica, porque las mujeres empezaron a poder participar de una manera distinta", recuerda.

 

En Santa Rosa.
Ya en Santa Rosa trabajó en maternidad e infancia y Antonio en epidemiología, y más tarde la nombrarían delegada federal, hasta que fue denunciada y prescindida. "También me echaron del Colegio Nacional, donde daba clases. Un día me llamó el rector y le dije, no me diga nada: me prescindieron. Y así era. Pero también le dije que con el tiempo iba a resultar todo un honor haber sido prescindida por ese gobierno... y hoy pongo orgullosa en mi currículo 'prescindida' durante el Proceso", indica.
Después, cuando la noche pasó, durante el gobierno de Marín, estuvo dos años a cargo de la Dirección del Molas, y a fines del 84 fue designada subsecretaria de Salud, cargo que seguiría ocupando con Néstor Aguad. "Marín me protegía y me apoyaba, pero con Aguad no era lo mismo...", analiza, y decidió irse fatigada por la situación.
Enma dice que nunca le interesó la política partidaria. "Es mala palabra para mí, quizás porque venía de una guerra civil. Lo mío es una ideología social", afirma. Hoy dice estar "muy de acuerdo con la Presidenta, me parece una persona muy formada que está haciendo las cosas bien. Nunca entendí la crisis del campo, ni tampoco aquellas mujeres que salieron con las cacerolas cuando la única tierra que habían visto en su vida era la que se les acumulaba en los muebles en Palermo y Recoleta", define.

 


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