Viernes 20 de junio 2025

Son nada más que... unos 40 perros

Redacción 08/04/2012 - 03.55.hs
Cada uno puede hacer en su vida lo que quiere y, a veces, sólo lo que se puede. Esta es la historia de una mujer que, ante la posibilidad de optar, eligió dedicarse a recuperar y cuidar perros vagabundos.
Mario Vega - La huella polvorienta, el fachinal rozando las puertas del auto, y el sol todavía alumbrando en la tarde que caía. Nada raro, salvo esa quietud de un atardecer pampeano entre algún caldén y la jarilla. ¿Me habrían indicado bien? ¿Sería ese el lugar que andaba buscando?.
Excesiva calma, demasiado silencio... al fondo de la huella una casa en la hondonada y ahora sí, el ladrido que intimida y que, casi, invita a no bajarse del vehículo.
Entre algunos arbustos apareció de pronto la mujer, pidiendo que diera la vuelta hacia el otro lado de la vivienda. Liliana Elsa Müller, a ella andaba buscando.
¿Por qué? ¿qué características hacen especial a esta persona? Ella misma me formula la pregunta aunque tiene a mano la respuesta: "Si fuera una situación común usted no me estaría haciendo una nota", me dice lúcida.
Puede ser que alguien tenga en su casa una mascota: un perro, un gato... otros un pájaro, un loro y hasta hay quienes gustan de tener una tortuga... ¿Para qué sirve una tortuga?, me pregunto. Se me ocurren feas, antiestéticas e insensibles. Seguramente alguien, con más conocimientos, podrá argumentar a favor de ese animalito y su presencia en una casa, muy lejos de su hábitat natural.
Pero un perro, y aún un gato, son otro cosa. Uno los relaciona con el hombre, conviviendo, ocupando un lugar determinado dentro del ámbito familiar. Por más que sean nada más que una mascota. "Al fin, era nada más que un perro...", dirá Cortez en la letra genial de "Callejero".
Pero tener 40 perros y 12 gatos es, claro, otra cosa.

Una chacra para los perros.
Liliana vive en una chacra ubicada al sur del Barrio Los Hornos, y en esas 6 hectáreas se encarga de cuidar y alimentar a esa cantidad de animalitos que hoy son el centro de su vida. Nacida en Alpachiri vivió en Luján -donde trabajaba su padre- hasta los 2 años, para volver a su pueblo natal donde haría la escuela primaria y viviría hasta los 22 años. "En Alpachiri hice un poco de todo... fotografía, aprendí inglés, guitarra y teoría y solfeo. ¿La guitarra? La regalé a un chico que estaba en un conjunto y no tenía... me gustaba tocar, pero ya no", concluye.
De chiquita trabajaba en la fábrica de mosaicos de su papá Ricardo Bobb, un operario que un tiempo se fue de Alpachiri y un día volvió. "La verdad es que yo no lo reconocí cuando regresó -cuenta- y le pregunté a mi papá. Terminó siendo mi esposo, hasta que falleció en un accidente de motos. Treinta años estuvimos casados y podría decirse que en un primer momento él tenía un amor por los animales incluso mayor al cariño que a mí me producían", contó.
Recuerda que cuando chica sus padres no la dejaban tener, ni perro ni gato. "Recién cuando tuve 18 años tuve un gato, 'Brujo' se llamaba, y era recontra obediente, al punto que yo lo llamaba con un silbido y venía corriendo", se retrotrae.

 

Hasta 60 perros en una casa.
Liliana se sienta frente a mí en un comedor muy amplio de su casa. Un televisor al fondo, la mesa y la notebook, y un mantel con el escudo de Boca (¡con qué necesidad!, me digo) completan el sobrio decorado. "Sí, me manejo bastante bien con Internet, y estoy muy conectado con el Ruso Oña, con quien allá por el 2.000 compramos esta chacra. Él ahora está en España... lo deben conocer, tenía un programa de música tropical en Canal 3. Ahora está trabajando en un hotel, en las Islas Canarias, y tiene una hija a la que le puso Lola Inés Argentina. Siempre está añorando volver y estamos muy conectados. Para mí es casi un hijo", refiere.
La cuestión es que Liliana y su esposo vivían en una casita de la calle Antártida Argentina, casi Río Negro. "Primero fueron dos perros grandes, y después se fueron agregando otros, hasta que llegamos a tener 60 perros. Mi marido tenía una fábrica de mesadas, y después lo hizo repartiendo gas, así que cada tanto traía alguno, hasta que se juntó esa cantidad", explicó.
Me imagino que los vecinos los habrían empezado a odiar, le digo. "No se si tanto, porque en realidad no teníamos problemas con la gente, los teníamos muy controlados a los animales pero nos dábamos cuenta que eso no podía ser, pensamos en comprar esta quinta y nos vinimos", amplía.

 

Vagabundos.
Y después vino la etapa de recuperar perros vagabundos, y hacerse cargo de algunos que "lamentablemente la gente nos tira en la chacra. Sí, es cierto, algunos me dicen por qué en vez de dedicarme a cuidar perros enfermos, a recuperarlos y darles de comer, no hago lo mismo con chicos que tienen necesidades. Creo que cada uno puede hacer lo que le parezca, que hay gente que por suerte también se dedica a eso, y a me mí me gusta hacer esto. Hay gente a la que le gustan los autos de carrera, o salir a cazar, o hacer otra cosa. Me parece que cada uno puede hacer lo que realmente le gusta, tiene derecho a elegir, y a mí se me dio por los perros. Creo que es una actividad que es útil, y alguna vez alguien me dijo que me admiraba por esto que hago", resumió.
"¿Por qué no tuve hijos? Diría que fue una elección de vida. A los 22 años, cuando me casé, decía que quería vivir, fue pasando el tiempo y nos dimos cuenta con mi esposo que estábamos bien, solos". En ese momento recuerda a Roberto y dice: "Su ausencia sí que no se supera", y sonríe apenas, como añorando.
Y habla de sus perros. "En ese baño está Camilo -un cuzquito negro- que escucha voces y ladra; y allí, en esa habitación hay otro grupo en distintos caniles. Esa es la habitación de ellos, y entran y salen al patio por una puertita, un cuadradito en la pared...", señala mientras muestra algunos de los ejemplares, no demasiado grandes que hay allí.

 

"Callejero".
Afuera, encerrados en una suerte de corrales hay muchos más, más grandes y, al parecer, más agresivos. Que me ven pasar y enfurecidos ladran y me hacen pensar que si estuvieran sueltos yo no las estaría pasando nada bien.
"Sí, por eso cada vez que alguien va a venir a mi casa tiene que anunciarse, así los encierro. Pero me preocupo por ellos, no por las visitas... no quiero que corran el riesgo de que los lastime algún auto, porque se puede esquivar a un perro, pero no a 30 ó 40 que se le anden cruzando", avisa.
Y sigue: "Aquí hay de todo. Casi todos callejeros, que creo que son más cariñosos y agradecidos que los de raza, y a veces me parece que hasta más inteligentes. No sé si el hecho de haberse criado en la calle los hace más vivos o qué... ¿La canción de Alberto Cortez? Claro que es mi favorita. Un día le preguntaron a Sandro y dijo que 'Callejero' era la más bella canción de amor que había conocido. Por suerte pude ir a cada recital que Cortez dio en Santa Rosa... me encanta, y cuando entona 'Callejero' se me caen las lágrimas", reconoce.
Liliana se levanta muy temprano, desayuna, unos mates, y mira el amanecer campestre. "Es un amanecer precioso, con colores impagables", describe. Y enseguida comenzará con su diaria tarea: alimentar a los animales, curar a alguno que pueda estar enfermo -"casi me convertí en veterinaria", se ríe-, y también limpiar lo que ensucian, que cabe suponer no es poco, y basta imaginar más de 50 animales alrededor de una vivienda.

 

Colaboraciones.
"Es mi vida y lo voy a hacer hasta que tenga fuerzas, hasta que el físico me lo permita", sostiene. "¿Si cada uno tiene su nombre? Por supuesto, y los llamo a cada uno por el suyo sin equivocaciones. Los llamo y responden sin dudar", reafirma.
Después pide nombrar a quienes colaboran con ella. "Son muchos los gastos que se producen, pero por suerte hay un grupo de gente que apoya. Alicia Cabiatti, Chabela Cerrato, Sergio Zimermann, Rita Soublé, Mary Luque que tiene un pequeño frigorífico. Son perreros, entienden y colaboran con la comida, alimento balanceado o lo que sea. Y además quiero mencionar al veterinario Santiago Audisio, quien también está en forma permanente", agradece.
En el final Liliana pide que quien quiera colaborar, con alimentos, o a lo mejor con una manta en desuso para ser utilizada en el invierno, se dirija al celular 15655012.

 


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