"Chiquito", protagonista de una epopeya
Los pensadores no se ponen de acuerdo, así que definirla no es -para nada- fácil. ¿Qué es la vida? Podríamos decir que más allá de la cuestión elemental, que llamaríamos física o biológica, habría otros elementos que podrían determinar nuestro paso por este mundo. Porque habrá un transcurrir que nos producirá circunstancias, sucesos que devendrán en sentimientos y emociones... y uno tratará de transitarla de la mejor manera. Algunos llegarán al convencimiento que han sido felices, y también estarán los que concluirán que al cabo no pudieron lograr un destino luminoso, fértil.
José Luis Rodríguez, "Chiquito" para todos, es una persona que -me parece- no podría quejarse de lo que la vida le ha deparado. En todos los órdenes. Tiene una linda familia, un buen pasar, sigue trabajando -pero no mucho (a confesión de partes...)-, y es una persona ampliamente conocida en la sociedad santarroseña.
Está hoy en esa etapa de la vida en que un hombre se sosiega, que tiene tiempo para él y sus amigos, y lo disfruta. Concertamos encontrarnos y lo veo venir: retribuye un saludo, levanta la mano para responder otro, y se detiene todo el tiempo para charlar con alguien. Algunos lo conocen más, porque lo han frecuentado en su ámbito laboral, en el deportivo o en lo social. Pero que "Chiquito" es un tipo conocido, ni dudarlo.
Suele suceder que nos encontramos con viejos conocidos, y a veces nos cuesta registrarlos, porque dejaron de tener la cabellera abundante de los años mozos, o porque hoy tienen varios kilos de más y, en general, han cambiado bastante su fisonomía. No es el caso de "Chiquito", que sigue muy semejante a aquel que disfrutaba corriendo atrás de una pelota, a ese que -casi impensadamente- un día se transformó en una figura del fútbol lugareño, cuando lucía en su brazo izquierdo el brazalete de capitán del primer equipo pampeano que iba a disputar un torneo Nacional, frente a los grandes del fútbol argentino.
La niñez, su familia.
Lo conozco... de toda la vida. De cuando era el pibe del pelo lacio y el flequillo cayendo sobre su frente; de cuando nos divertíamos jugando a la pelota en ese gran baldío que era entonces la playa del ferrocarril, en cercanías de la estación. Chiquito vivió siempre por allí: al principio en la casona -hoy un boliche- que está en la esquina de Alsina y Avellaneda; y después muchos años dos cuadras más allá, frente mismo al Colegio Nacional-Comercial. Era "del otro lado de la vía" -del lado del centro-, respecto a mi casa paterna.
"Nací en esa primera casa y después los viejos construyeron la que vivimos más tarde. Papá se llamaba José Gabino, falleció muy joven (tenía 47 años), y mamá era Amalia Pló. El viejo trabajaba en Estadística y Censo en la provincia, y mamá en la justicia, en Defensoría", los recuerda.
"Chiquito" tiene una única hermana, Griselda Beatriz; y está casado "de toda la vida" con Mirta Gómez (abogada y ya retirada de la justicia federal), con quien tienen tres hijos: Luciano (abogado), Esteban (tiene la distribuidora de Supermercado Día); y María Azul (en Buenos Aires, donde se desempeña como notaria en el Banco Nacional Factory). "¿Nietos? Querés creer que todavía no... tengo una calentura...", resume su pensamiento de estos días.
La pelota, los amigos.
Se retrotrae a aquellos viejos y hermosos tiempos: "Era re lindo... pasábamos el día jugando al fútbol, con el "Pepeto" Torres (hoy médico, que llevaba la pelota "y por eso jugaba"), "Chorizo" Domínguez, el "Chueco" Pueblas, Raúl Carabajal, Sosita.... en las siestas me escapaba y el viejo me traía de vuelta con una varita en la mano".
Paralelamente "Chiquito" iba diariamente a la otra punta de la calle Pico (al sur), donde vivían "Pelado" Santa María, "Yoyi" Sansinanea, "Cacho" Fumagalli, Zabalita, "El Toro" Sánchez, que eran sus amigos. Claro, era la barriada donde residía la blonda Mirta, con quien a los 15 ya estaba de novio. "Diez años estuvimos, hasta que nos casamos en el '74, así que son casi 50 años juntos...", dice sobre su matrimonio.
Primaria en la Escuela 2, secundario en el Comercial -"como estudiante más o menos. La que estudiaba en casa era mi hermana Griselda", admite-, y el deporte siempre ahí. "En el colegio los del Nacional nos decían 'los inquilinos', pero los del Comercial les ganábamos a todo... fútbol, vóley, básquet, sóftbol. Con Ferro, un equipo del barrio jugamos un baby fútbol; y después Lalo Suárez Cepeda nos fichó a varios para el Club Sarmiento. Lo que siempre le agradezco es que a los 15 años nos puso a un montón de pibes en primera división, y eso nos formó como jugadores. Me tocó compartir con gente más grande que me ayudó mucho, como Florencio Sasía", menciona.
El futbolista.
En Sarmiento se destacó como defensor compartiendo con otros jóvenes como Raúl Ranocchia, Piche Stickar, El Negro Cufré, los hermanos Sombra, La Mona Díaz, Beto Calvo y Orlando Matus. Pude compartir con Chiquito algunos de los últimos partidos que jugó con la azul, después que Lando Matus -enorme jugador- se fuera a Atlético Santa Rosa junto con Beto Calvo. Rodríguez también pasaría al albo, y sería protagonista de una hazaña deportiva, cuando ganaron el Regional y disputaron el torneo Nacional de AFA. El fútbol pampeano, por primera vez, se codeó con los grandes del país, y "Chiquito Rodríguez" lució la cinta de capitán en esa campaña.
¿Cómo jugaba? Era un tiempista, un defensor que siempre llegaba para quitar la pelota, que tenía buen cabezazo, y privilegiaba el juego de equipo. Por eso Ricardo Pisacco -sacrificado y temperamental- era buen complemento para Chiquito. Después de esa campaña que siguió toda La Pampa en las canchas más bravas en el Regional; vino el fútbol grande, y más allá de resultados que no fueron buenos quedó ese Nacional para siempre grabado como una de las mejores postales de nuestra historia deportiva.
Atesora, además, un lindo recuerdo de cuando con el Mono Santillán y Tony Pescara fueron a probarse a Boca. "Estar en La Candela fue hermoso... aunque llovió tres días de los que estuvimos y pudimos hacer una sola práctica", menciona. Los pampeanos esa vez casi no pudieron mostrarse.
Trabajo, y el final del fútbol.
Mientras tanto Chiquito trabajaba -no eran precisamente futbolistas profesionales-, primero en Estadística y Censo, "cuando falleció papá ingresé en su lugar. Fueron algunos meses, después rendí en el Banco Pampa y trabajé 23 años; me retiré y fui visitador médico; y ahora, desde hace un tiempo, me dedico a la venta de seguros. Pero tranqui...", avisa por si hiciera falta.
El ciclo deportivo iba a continuar hasta los 32, jugando en Atlético, algún regional como refuerzo en All Boys, y el final en Banco Pampa. "Se formó un lindo equipo, con Guillermo Palma, Estergidio Pérez que me hacía cortar bulones, Comelles, El Panza Susvielles... Fuimos campeones, pero un día en Toay me quebré tibia y peroné, y no jugué más. Me han invitado al fútbol de veteranos, pero nunca quise... sí fui director técnico de Atlético, y dirigí los veteranos en un torneo nacional que se hizo en Paraná, y en el que salimos campeones", puntualiza.
Hoy sólo va de tanto en tanto a la cancha a ver a sus sobrinos -hijos de Griselda y del Loro Gutiérrez, ex jugador de Independiente de Doblas-, y los elogia: "Saben jugar, les gusta y se entrenan. Gerónimo está en All Boys, es hábil y veloz; y Juan ahora se puso bien, y le gusta el gol".Los hijos de Chiquito no juegan, aunque dicen que Esteban lo hacía bastante bien.
Para completar.
La vida es un ciclo y, en el transcurrir del principio al final el hombre va buscando lo que algunos definen como la felicidad. Existen los que piensan en grandes logros, y los que creen que la dicha se encuentra en las pequeñas cosas de todos los días. En la familia, los amigos, las actividades que nos hacen bien para completar un círculo de bienestar.
Chiquito Rodríguez disfruta con los amigos que la vida le dio, compartiendo asados con Rulo Sabaidini, Gallego Gil, Nelson Ranocchia, Yili Santamaría, Carlos Gallego, Zulueta; pero también juntándose con quienes son casi sus hermanos, Cachito Elorza y Hugo Durango.
Disfruta de la vida, pero le falta algo, y lo dice sin tapujos: "Mirá que los presiono de todas las maneras, pero hasta ahora nada... Sí, quiero ser abuelo", vuelve a pasar el mensaje. Sí, le falta ese momento para completar un destino del que casi no tiene motivos para reproches. Y eso está bueno. ¿O no Chiquito? Ya vendrán los nietos...
Cabalgata a la gloria.
Atlético Santa Rosa logró el 20 de febrero de 1983 la clasificación al Nacional de fútbol. Un mes más tarde debutó en el Mateo Calderón con 10.000 personas en las tribunas, frente a Rosario Central. Luego vendrían San Lorenzo -transmitido por Víctor Hugo Morales-, y Juventud Antoniana de Salta.
Fue un hito -los jugadores pasaron a ser impensados héroes deportivos y reconocidos en todos lados-, y Chiquito el capitán de ese equipo. ¡Vaya si tiene motivo para sentir orgullo!, mientras a la distancia evoca aquellos tiempos inolvidables. En el plantel estaban Dani Pérez, Chariff, Ricardo Pisacco, Chiquito Rodríguez, Luis Cervio, El Chueco Ramírez, Rubén Erro, Alberto Munguía, Daniel Petrucci, Nicollier, Tito Mansilla, Cacho Bornes, El Panza Susvielles, Marito Castillo, Mario Montigni y Chachi García. Dirigía El Toro Sánchez.
Quedaron, obvio, cantidad de anécdotas: una involucró al bueno de Ricardo Pisacco. Terminado el partido en Salta le preguntaron si los había perjudicado la altura. La respuesta de Pisacco fue antológica : "No, si el más alto de ellos sería como yo, y mido 1,78". Ricardo nunca se enteró que en la provincia norteña se puede sentir apunamiento por la altura con respecto al nivel del mar.
Y ni hablar de los árbitros en ese torneo: "No me mires que te echo", le dijo Juan Carlos Crespi a Chiquito Rodríguez, que era el capitán. "Y no le miré más, porque me echaba en serio. Con San Lorenzo aquí el referí era Lamolina: 'este partido ustedes nunca lo van a ganar', nos dijo enojado ante una protesta. Y perdimos en el Mateo Calderón casi en el final", rememora Chiquito.
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