Domingo 08 de junio 2025

"Correr es el psicólogo más barato"

Redacción 08/01/2017 - 06.49.hs

Mario Vega - Para muchos correr es un estado de plenitud. Patricia Ferretti, que además de ama de casa y trabajadora es maratonista, volverá a las Malvinas y también piensa en competir en el hielo de la Antártida.
La mañana brumosa pasado el mediodía del domingo, el frío que se hace más intenso con el viento que pega de frente en los rostros tensos de los participantes a escasos metros de la meta... y en medio de todos ellos una mujer que corre... y llora... Sí, está llorando. La turbación indescriptible, la emoción que se le escapa del cuerpo... y no puede evitarlo... Patricia cruza la línea de llegada y siente el calor de sus lágrimas surcando sus mejillas. Llegó, y lentamente va tomando conciencia de lo que acaba de hacer, y entonces llora: piensa en Mario y en Tomás. En su increíble amiga Verónica... y en todos los que quedaron allá lejos y, seguro, están pensando en ella.
Patricia Ferretti (43) acaba de competir en "la maratón más austral del mundo" y tiene en su alma sensaciones encontradas... Es la satisfacción del deber cumplido, de haberse dado un gusto enorme... pero también la conmoción de saber que en Puerto Argentino, en esa tierra de Malvinas, miles de compatriotas libraron una guerra absurda, y que muchos quedaron allí para siempre, hasta la eternidad.

 

Gente noble.
Patricia, nacida en Toay, practica atletismo de cuando iba al colegio secundario, pero desde hace un tiempo -poco más de una década- lo realiza con más dedicación, contando con el aporte cercano de Mario, su esposo, y su hijo Tomás (14).
Creo que ella reúne las condiciones que -estoy seguro- les son comunes a los deportistas de su raza.
Siempre pensé que, a excepción de las grandes estrellas, los atletas, los que practican atletismo -y no los atletas como concepto general, cuando se engloba así a los deportistas de todas las disciplinas- son especiales. Sobre todo cuando lo hacen en el marco del amateurismo...
En una época gloriosa del atletismo provincial conocí a muchos, y diría que todos ellos eran buena gente, humildes, esforzados, casi bizarros con su energía puesta en función de una pasión aficionada.
Puedo recordar a muchos, como los hermanos Alzamora (de General Pico), los De Oro, Eduardo Necol, Olga Navarro, Silvia Rosane, Horacio Glusko... y tantos otros (y perdón por lo muchos que olvido nombrar en esta mención). Los veía cada tarde -cuando aún no existía el escenario del Parque Recreativo Don Tomás-, haciendo pasadas interminables en la vieja pista del estadio municipal, saltando vallas, lanzando la jabalina o la bala hasta que llegaba la noche. Siempre me parecieron dueños de una nobleza especial, esa que desechaba la picardía -y hasta la trampa- que a veces permiten y se suelen utilizar en otros deportes.
Naturalmente eso en un ámbito absolutamente amateur... porque es cierto que las grandes estrellas -Usaín Bolt ahora, Carl Lewis o Ben Johnson antes- son eso, estrellas, y así se comportan: como figuras, a veces engreídas por esa gloria que supieron conseguir.

 

Aficionados, son distintos.
No es el caso de los aficionados, que cada fin de semana se calzan sus mejores zapatillas y se largan a correr una competencia pedestre, sea de la distancia que fuere. Obviamente tampoco es el de Patricia Ferretti, la toayense que el último año comenzó a ser especialmente señalada porque tuvo -además del mérito de competir en otras instancias nacionales- el privilegio de haber sido la primera mujer argentina que disputó una competencia muy especial: la maratón de Malvinas.
Criada por sus abuelos -José Gaich y María-, porque su mamá Nelly "tenía muchos problemas de salud", hizo la primaria en la Escuela 62 y el secundario (Perito Mercantil) en el ITES de Toay. "Tengo un único hermano, Luciano, que es más chico que yo", dice.
"La verdad es que tuve, tengo, una vida re simple... Con Mario somos los dos de Toay, nos pusimos de novios de jovencitos, compramos este terreno (zona de quintas) y empezamos a edificar y construir nuestro hogar. Casi todo lo hizo Mario", refiere Patricia. "La mayor parte la hice yo -agrega el hombre-, pero en esa época no había gas, ni teve por cable ni teléfono. Solo energía eléctrica, pero después llegaron los servicios aunque faltan las cloacas", agrega él.

 

El apoyo familiar.
Mario Fernández es empleado de la Cámara de Diputados -a cargo del Departamento Comunicaciones-, y tiene significativa importancia no sólo en lo personal, sino en la vida deportiva de Patricia, porque él también se prende en más de una competencia, no tan exigentes como las que emprende su esposa. "Entré en la Legislatura en las épocas de Edén (Cavallero) como vicegobernador... lo fui a ver, le dije lo que hacía (electricidad, audio) y me tomaron... hace 25 años de eso", rememora. "Soy profesor de yoga, y ahora quiero empezar sipalki", el deporte que practica su hijo Tomás.
"Yo siempre elegía hacer atletismo en el colegio, y después, hace unos 10 años empecé con una personal trainer -señala Patricia-; y más tarde me entrenó Gustavo Alzugaray, para correr mi primera maratón en Buenos Aires... Fuera de eso obviamente que trabajo: estudié cosmetologìa y maquillaje y trabajo en eso, pero también doy clases para el Laboratorio Argentino de Cosmética Avanzada (LACA)".
Cuando era más chica siempre elegía atletismo, aunque no había tanta incentivación, y menos para la mujer. Había que transportarse a un club, no era tan accesible... pero cuando falleció mi mamá estuve muy triste y busqué una manera de canalizar, y me pareció que lo mejor estaba a través del deporte... me ayudó a entrenar Laura García, de Santa Rosa; y con Gustavo (Alzugaray) debuté en la maratón internacional Adidas. Fueron mis primeros 42 kilómetros, después vino un nacional en San Luis; y además me anotaba aquí en cuanta competencia había... Mi esposo y mi hijo me acompañaron siempre, y los domingos a la mañana cuando había que levantarse temprano para ir a la laguna Don Tomás lo incentivábamos a Tomy con los 'churros del virrey' que venden ahí", se ríe.

 

Pruebas muy exigentes.
Patricia se especializó en carreras pedestres de larga distancia, y así compitió dos veces en los 21 kilómetros de "Kirilan", también en un par de "ultra" maratón (donde la distancia son por lo menos 50 kilómetros), y lo hizo también en San Martín de los Andes, Tandil y Monte Hermoso, en escenarios naturales con las dificultades propias del terreno y el clima que tocara en esos sitios. "Esos pruebas también son una buena posibilidad de compartir deporte aventura en familia; competencias en las que hay que atravesar lo que la naturaleza te va imponiendo", cuenta.
En la Pampa Traviesa de 2014, corrida en calles de Santa Rosa, Patricia fue la mejor maratonista pampeana; luego se ubicó novena en la "ultra" de Tandil; y estuvo en las "ultra" que se hicieron organizadas por el Regimiento de Toay -Desafío Infante-, la última hace pocas semanas. Estas se corren tres etapas de poco más de 33 kilómetros cada una para completar 100, y ella lo hizo con Maxi Zanessi de compañero -tienen que llegar juntos a la meta-, y la última parte (largada y llegada en el regimiento, vuelta por detrás del Club de Caza, de ahí a la Estancia La Malvina, y pasada a la Laguna Don Tomás) se largó a las 3 de la mañana, por lo que los competidores tenían que llevar en sus cabezas linternas let para alumbrarse. "La primera de las dos competencias la hicimos bajo una lluvia terrible, pero no abandonamos...", afirma orgullosa.
Y después explica: "Lo difícil es la recuperación después de cada etapa, porque terminás ampollada, cansada, estresada, y tenés que volver a la competencia", dice como si fuera lo más natural del mundo (y a mí, más allá de la admiración que me produce, se me ocurre una verdadera locura).

 

Qué significa una maratón.
Patricia da fundamentos como una experta de lo que representa una maratón, o una "ultra", en las que también se anota.
"Me parece que te torna más noble, más comprensiva, te hace esforzar para mejorar el físico... porque quien participa no compite tanto con los rivales como consigo mismo, y si mejora unas décimas su propio tiempo es bárbaro! Lo importante es largar y llegar, y si se puede mejorar el tiempo. La distancia es muy larga y por más que planees todo te puede pasar algo que te desestabilice. Es adictivo correr -se entusiasma en la descripción-, liberás endorfinas y te produce un estado de felicidad. Cuando terminás sentís un estado de plenitud... ¿Sabés? Correr es el psicólogo más barato que existe. Cuando estuve mal opté por eso y estoy agradecida al deporte", completa.
Ahora mismo está entrenando con Alicia Coronel, pronto volverá a la Islas, y el año próximo ya se ve corriendo en los hielos de la Antártida... vaya desafíos! "No es tan difícil... sólo una forma de vida...". Sí Patricia, quizás tengas razón, pero sólo unos pocos pueden con semejante hazaña.
Como decía Pierre de Coubertín: "Citius!, Altius!, Fortius"...

 

Mujer malvinera del Regimiento 6.
Tenía nada más que 8 años cuando fue la Guerra de Malvinas, pero cuando supo del desafío de correr en Puerto Argentino no tuvo dudas: "quiero hacerlo", sostuvo.
Entrenando un día se cruzó con el Tte. coronel Oscar Fierro, también atleta y le contó que iba a correr en las Islas Malvinas. El militar no pudo impedir un par de lágrimas: "Antes de viajar tenés que verme", le dijo. Y Patricia cumplió, pero no sabía que en la plaza de Armas del destacamento militar de Toay, del que Fierro era el jefe, estaba lista una ceremonia, con desfile y todo: emocionado el militar le entregó una medalla para depositar en el cementerio de Darwin, donde descansan los soldados argentinos muertos en la guerra; porque en las Islas también habían quedado 11 soldados que revistaron en el Regimiento 6.
"Desde ese momento fue para mí una enorme responsabilidad", confiesa Patricia.
En el vuelo de Punta Arenas a Malvinas tuvo de compañero de asiento a un veterano de guerra, Marcelo Marano, también atleta... me fue contando, y los dos llegamos llorando", rememora.
El arribo fue un sábado y la competencia era al día siguiente: "Largamos a las 10.30 con una emoción terrible, y no pude dejar de conmoverme con los vestigios de la guerra en cercanías del circuito: restos de armamentos, casquillos de balas, pedazos de helicópteros... fue sobrecogedor", admite. Terminó séptima en su categoría, pero no era lo que más importaba.
Al día siguiente, embargada por la emoción depositaría en las tumbas de los soldados argentinos la medalla del Regimiento 6; y una imagen de la Virgen de Fátima que ella misma había llevado.

 

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