Lunes 07 de julio 2025

Horacio Cortina, confieso que he vivido

Redaccion 15/11/2020 - 07.37.hs

Algunos podrán creer que sólo es un destacado profesional, consagrado a la oftalmología, pero lo cierto es que es un hombre que vivió intensamente. Los viajes, y los deportes, son también sus pasiones.
MARIO VEGA
En Santa Rosa solíamos decir «nos conocemos todos»… Esto es que, más o menos -en aquella ciudad de alrededor de 40 mil habitantes-, había alguna frecuencia en eso de vernos en algunos lados con determinados vecinos. Y por allí se puede señalar que a la luz de lo que vemos hoy esa expresión -evidentemente- quedó en el pasado.
Porque la capital provincial ha superado largamente los 100 mil pobladores, y si bien en algunos sentidos conserva algo de la bucólica tranquilidad provinciana, ya es más difícil que aquella frase casi asertiva tenga lugar.
No obstante hay personas que por su profesión, su trabajo, por su desempeño en distintas áreas del quehacer cotidiano, son sumamente conocidas… Aunque este hombre que ahora tengo sentado frente a mí en su domicilio de Corrientes 253 -frente mismo a la Legislatura provincial- tenga sus dudas… «Me pregunté por qué una nota a mí…», manifestó un poco extrañado. ¿Por qué? Sencillamente porque todos tenemos una historia para contar que tal vez resultará atractiva para alguien.

 

El doctor Cortina.

 

¿Quién no se atendió de la vista con «el doctor Cortina» en esta ciudad? Sus 45 años de ejercicio de la profesión, la puesta en marcha de la Clínica de ojos en Mansilla y Rivadavia; y luego el emprendimiento mayor -Instituto Oftalmológico Cortina- le otorgaron un conocimiento y un prestigio indudable… Por más que Horacio dude.
Si bien lo conozco «de toda la vida», y ciertamente me atendí más de una vez con él, debo confesar que en el transcurso de la charla -que se fue poniendo más amena a medida que transcurrían los minutos-, había aspectos de su existencia que me eran absolutamente desconocidos. Y entiendo que para muchísimas personas que lean esta nota también podría ser de esa manera.

 

Tiempos de Jurcovich.

 

Hubo un tiempo que en Santa Rosa había un único oculista… el doctor Jurcovich, cuyo consultorio estaba ubicado en Pellegrini 789, entre Don Bosco y Avenida Uruguay (frente a un lateral del Colegio de Curas), y ese médico atendió hasta muy veterano.
¡Si me habrá tocado concurrir afectado de «Conjuntivitis alérgica primaveral»! Era una afección que me irritaba muchísimo la vista y desde chiquito me obligó a usar lentes oscuros. Me parece escucharlo al oculista venido de la lejana Croacia cuando aseveró: «La conjuntivitis se te va a ir sola cuando tengas 14 ó 15 años». Y por suerte sucedió, tal cual lo había diagnosticado. Después de la Segunda Guerra Mundial fueron muchos los médicos que llegaron de países involucrados en la gran conflagración, como por ejemplo también los doctores Lutisky y Marcos Koncurat.

 

¿Y después?

 

Decía, ¿Jurcovich y quién más? Después creo -y me lo confirma Horacio- vendría Rubén Casas, cuyo consultorio estaba en Lagos, al lado de la Asociación Bancaria. Y más adelante regresó ya recibido el mismo Cortina con todas sus ganas de ser útil, de volcar sus conocimientos entre quienes, al cabo, habían sido sus vecinos desde siempre.
Obvio que llegaba con el deseo de desarrollarse en su profesión, y a dejar una huella pero, además -quizás lo haya advertido con certeza alguna vez-, venía a llenar una necesidad. A cumplir un servicio en la sociedad que conocía desde siempre.
Hoy hay bastantes oftalmólogos… en realidad no sé si muchos. Apellidos que cualquiera puede dar, como el propio Cortina, Jorge Román, Raúl Venero, y Norita Rosales, entre otros.

 

Los Cortina santarroseños.

 

La familia Cortina es puramente santarroseña… porque si bien los abuelos fueron inmigrantes españoles, los que vinieron después desarrollaron su existencia en esta ciudad. «Sí, tal cual. Mis padres, ya fallecidos, eran de Santa Rosa. Papá, Cacho, era bancario, y se jubiló en el Banco Nación, donde hizo toda su vida laboral… Y gozó de una larga jubilación dado que vivió hasta los 93 años. Mamá (Carmen Valerdi) era docente y se jubiló como Directora de la Escuela Provincial n° 1».
Y sigue: «Decía que somos de Santa Rosa, y fijate que los tres hermanos estudiamos afuera y retornamos al concluir nuestras carreras… Julio que es odontólogo y Luis es óptico. La nuestra fue una familia típica clase media de aquella época, y el sueño de ellos, nuestros padres, y todo su gran esfuerzo económico… porque no era fácil entonces, permitió que pudiéramos hacer una carrera».

 

El Club All Boys como eje.

 

Va desgranando recuerdos, precisa datos, y rememora una «infancia y adolescencia hermosa… Mucho alrededor del Club All Boys, porque nuestra casa quedaba a la vuelta, en la calle Moreno. Y eso es para remarcar porque era el eje de la vida social y deportiva de todos los chicos de barrio».
La etapa de la adolescencia le dejó, claro, muchos amigos, pero tres a los cuales considera «hermanos de la vida… Eduardo Costabel, Juan Carlos Celesia y Eduardo Obialero (vive en Lincoln)… las horas en la Confitería La Capital; Nairobi y el Coco Wals que era también mozo de ’04’ y luego de ‘Kascote’; todo eso matizado con los bailes de club, en La Villa (San Martín), Sarmiento y por supuesto los carnavales de All Boys», puntualiza y se pone algo nostalgioso.
«¿Sabés que pasa? Vos me hiciste la propuesta de la nota periodística, y uno se pone a pensar e inevitablemente empieza a remover recuerdos…», admite.

 

Tiempos de estudios.

 

Horacio tiene buena memoria -¿alguien puede no tenerlo cuando se trata de refrescar cosas que pasaron en nuestras vidas, y que fueron dando forma a lo que finalmente somos?-, y va repasando dónde y cómo transcurrieron sus estudios: «El primario en la Escuela n° 1 que llamaban de Varones… con inolvidables maestras como la señora de Molas, mamá de Lucio; Carmencita Moyano , Dora Blanco… Y después el secundario en el Domingo Savio bajo la tutela como Director de quien fue luego Monseñor Alemán. También allí tuvimos profesores que nos marcaron y podría nombrar muchos; y cómo sería de excelencia esa educación que más tarde de 28 que egresamos del secundario 23 pudimos finalizar carreras universitarias», dice a modo de explicación.
Luego vino el momento de instalarse en Córdoba. «Me fui en el TUS el 5 de enero de 1968, con 17 años, a estudiar Medicina y terminé recién cumplidos los 23. Ahí me trasladé a Buenos Aires a hacer la especialidad al Instituto Nacional de Oftalmología ‘Pedro Lagleyze’. Me demandó cuatro años invertidos en formarme, y regresé ya definitivamente a Santa Rosa con 28 cumplidos», precisa.

 

La vida con Liliana.

 

«Con Liliana estamos juntos desde que tenía 16 años… nos conocimos en el barrio, y nos hemos acompañado todo este tiempo. Sí, más de 50 años… así que algo compartimos, ¿no?», casi reflexiona. Su esposa es psicóloga, y ejerció la profesión.
«De nuestros hijos los dos primeros llegaron mientras estábamos haciendo la especialización en Buenos Aires, y la tercera cuando ya nos radicamos aquí. Ellos estudiaron en Santa Rosa, pero pudimos hacer que hicieran intercambios de estudios al final de secundario de un año en el exterior, en Estados Unidos y Canadá. Al regresar siguieron los estudios universitarios en Buenos Aires; Martín y María Soledad hicieron también Medicina en la UBA y luego la especialidad en Oftalmología. El varón la hizo en el Servicio de Oftalmología del Hospital de Clínicas donde fue Residente y Jefe de Residentes; y al regresar a Santa Rosa se sumó en el ejercicio de la profesión ya en el nuevo Instituto. Alterna su trabajo allí con una práctica propia en Trenque Lauquen donde reside con su familia , pareja y tres hijos», detalla

 

María Soledad en USA.

 

En cuanto a lo de María Soledad fue distinto, porque terminó Medicina, y rindió la reválida y completó su formación en el LSU Center en Lousiana en Oftalmología y un Fellow en Cornea en la Universidad de Illinois en Chicago. «Allá se casó, tiene cuatro hijos y no pudimos traerla de vuelta como pensábamos volvería…», y se queda un poco como pensando.
Y completa: «La menor, Ana Cecilia, terminó Psicología, y se dedica en lo laboral a capacitaciones y ‘otras yerbas’… como verás no entiendo mucho de eso. Vive en pareja en Buenos Aires con dos hijos. En total tengo 9 nietos… los siete primeros varones y al final vinieron las dos nenas».

 

El oculista Cortina.

 

Decía al principio… desde Jurcovich hasta ese momento no había muchos oculistas en Santa Rosa -además del doctor Casas-, y radicarse de nuevo aquí era para Horacio volver a su ciudad, a sus amigos, y con un excelente panorama como profesional hacia adelante.
«El regreso marcó la etapa de la responsabilidad laboral… ya teníamos dos hijos y al principio fue duro, porque la especialidad de ‘Oftalmo’ requería de equipamientos costosos que se sumaron con el tiempo… repartí la actividad del consultorio en la calle Villegas, donde alquilaba y era también nuestra vivienda familiar con mi desempeño a la mañana en el Hospital Lucio Molas, donde estuve a cargo del servicio durante 13 años».

 

El Flaco Román.

 

Encontró un gran respaldo con la llegada de Jorge Román: «Con él crecimos mucho en lo profesional, concretando al fin La Clínica de Ojos, que tuvo un diseño de vanguardia realizado por la arquitecta Marta Román, esposa de Jorge, lamentablemente fallecida muy joven. A partir de ahí vino una increíble etapa de superación; en tanto la medicina oftalmológica sufría un cambio fantástico en aquellos años de la mano de la tecnología».

 

Dejar de usar lentes.

 

Así la Clínica accedió a instalar el Laser para corrección de miopía, y «fuimos el único en el centro y sur del país, lo que hizo que extendiéramos el área de influencia al oeste de la provincia de Buenos Aires, Bahía Blanca y zonas de Valle de Río Negro y Neuquén que consultaban por los nuevos procedimientos refractivos para dejar el uso de lentes».
Hay que recordar que hasta entonces se había hecho famosa en el país la Clínica del doctor Saldívar en Mendoza, y no pocos pampeanos viajaban hasta allí. Pero la nueva tecnología, la calidad de la prestación en Santa Rosa fue cambiando en forma definitiva esa tendencia.

 

Otro gran emprendimiento.

 

El Instituto Oftalmológico Cortina es hoy en día una clara referencia en lo suyo, y su presencia en el mismísimo ingreso a la ciudad le da una visibilidad que convoca al asombro por su particular diseño. Fue pergeñado por un especialista, el arquitecto Osvaldo Donato, que se dedica precisamente a infraestructura hospitalaria
«Hace exactamente 13 años el retorno a Santa Rosa de Martín, y el todavía probable regreso de María Soledad de Estados Unidos nos decidió a hacer una nueva Clínica, y entonces nació el IOC. Con la compañía de Pablo Gómez Luna, Gonzalo Lorda… y bueno, todo el resto es historia reciente».

 

El deportista.

 

Lo que muchos no deben saber es que Horacio -hincha de Ríver- es un amante de los deportes, y como todos el fútbol fue el que lo convocaba como a todos los pibes… «Sí… cómo que no. El fútbol jugado en las canchas de baldosas cuando te tocaba, o en la de ladrillos del Colegio de Curas. Pero además en ese tiempo jugué en la Cuarta División de Estudiantes en el último año que hizo fútbol».
Aunque Estudiantes cantó el no va más Horacio todavía tenía ganas: «Nos fuimos con ‘Chamaco’ y ‘Pera’ Lastiri que era gran arquero, a un equipo que se llamaba Colegiales cuya base eran alumnos de la Escuela Industrial. ¿Te acordás que su cancha era muy arenosa y estaba sobre la Avenida Luro? En ese equipo había algunas figuritas como Mario Baldomé… y nos fue bastante bien, porque salimos segundos de All Boys ganándole en las dos ruedas del torneo», evoca.

 

Natación en All Boys.

 

Los veranos eran en la pileta de All Boys. «El carnet era el regalo de los viejos si te había ido bien en los estudios… tres meses que vivíamos en el club: pelota a paleta y básquet que jugué hasta cadetes», detalla.
«Pero además natación, con el equipo y la rivalidad que se dirimía en torneos con El Prado, y luego de Estudiantes. Y se sumaban nadadores de Pico y Trenque Lauquen. Entre nosotros había algunos muy buenos, como Cristina Regazzoli, Maricha Rousseau Salet, Pablito Sáenz, el Taylor… y nosotros de relleno», resume.

 

Otra vez el golf.

 

Una disciplina que practicó mucho tiempo, y con buen suceso, fue el golf. «Estuve prácticamente desde el principio con un grupo en el que hubo buenos momentos… con Miguel Davini, Pedro Zubillaga, Jorge Amado y muchos más. Contra lo que se piensa aquí no fue elitista… cero careta», considera una actividad que alguna vez fue pensada como propia de una clase social pudiente. «Eso no es así en Santa Rosa… y cualquiera puede ir a practicar porque no es inalcanzable».
Con el tiempo su pasión fue decreciendo y casi abandonó… «Pero este tiempo tan especial que estamos sufriendo nos puso el golf como alternativa… porque al practicarse al aire libre, con mucho verde, fue de las primeras actividades que se abrieron y volví casi todos los días», reconoce.

 

Confieso que he vivido.

 

Horacio tiene otra gran pasión, que está relacionada con viajar, y tiene recorrido varios países, en algún caso de manera muy particular (ver aparte «Tiempo sabático…»).
«En un resumen debo decir que viví intensamente. Con objetivos y sueños la mayoría cumplidos, y no puedo menos que agradecer lo que me tocó… Es cierto que hubo logros en base a perseverancia y a desearlos con intensidad, y a lo mejor por eso no me quedan deseos incumplidos que me fastidien», define.
Y agrega: «Después de esto que estamos pasando lo que espero es vivir con tranquilidad esta última etapa… ¿Cómo deseos? Me gustaría un país mejor, que nos contenga y donde las oportunidades sean para todos. Sobremanera en lo que es educación, que es el único factor realmente igualador y superador. Y sí, que pase esta pandemia para poder volver a abrazarnos y sentirnos liberados…», pide.
Me da la impresión que le gusta recordar a Horacio… y me parece, casi lo afirmaría, que hoy disfruta de la vida… Y en los tiempos que corren eso no es poco. ¡Qué va a ser poco!

 

Tiempo sabático en un motorhome.
Más de 35.000 kilómetros hicieron Horacio Cortina y su esposa Liliana, en un viaje que duró nada menos que siete meses recorriendo casi todos los países desde aquí hasta el norte de América, hasta llegar a las puertas mismas de Alaska, que era el destino prefijado.
¿Cómo fue eso? «Así de simple… Me tomé un año sabático en 2017, y en un motorhome que me hicieron en una Sprinter intenté realizar ese viaje que siempre me había dado vueltas en mis sueños. Y con Liliana arrancamos a recorrer América por el lado del Pacífico con la idea de llegar a Alaska. Empezamos más o menos en marzo, pero hicimos un mal cálculo del tiempo de modo que en la frontera de Canadá nos agarró el otoño y la nieve y los parques nacionales de Canadá y Alaska ya estaban cerrados», rememora.

 

Todo cambia.

 

De todos modos pasaron por el Norte y la Costa Este de Estados Unidos, «hasta llegar a La Florida donde embarcamos de vuelta el motorhome, y fue el fin del paseo aventura. Fueron siete increíbles meses de viaje que al regresar habían cambiado mi perspectiva de vida». Y tal fue así que tomó una decisión trascendental, porque «hablé con mi hijo y los socios del Instituto y decidí retirarme de la profesión, aunque alguna cosita hago…», expresa.
«Dejé todo lo que era la administración de la clínica, que de por sí es estresante, pero colaboro con la doctora Verónica García, en algunas cirugías de estrabismo de niños», completa. Porque confiesa Horacio «no es fácil dejar la medicina», así que esa actividad lo ayuda casi a modo de terapia.

 

Otros viajes.

 

Cuenta que ha tenido «la suerte de viajar bastante, a distintos países, incluyendo Europa», pero tiene sobre todo muy presente una experiencia muy particular vivida con Liliana: «Compartimos con Sergio Lino la Cena de los Miércoles (ya superaron las 1.500 en tantos años de juntarse), que es afiliado al Partido Comunista, y junto a Cacho Kiriachek y sus esposas fuimos a lo que era la URSS. Fueron cuarenta días de un viaje espectacular… tiempos de Mijail Gorbachov, que iban a desembocar en la Perestroika» y la desintegración del sistema socialista soviético.
Admite tener ahora otras actividades recreativas. «Hace años me apasioné con la pesca con mosca y trato de viajar lo que más puedo al sur cordillerano lo que me permitió conocerla intensamente. Y ahí comparto con muy buenos amigos como Oscar Capristo y Jorge Amado», concluye.

 

Fundación Oftalmológica.
Como quedó dicho, si bien ya no participa directamente de la administración del Instituto que lleva su nombre, Horacio Cortina sigue vinculado. «Dedico bastante tiempo a la Fundación Oftalmológica, con la que realizamos campañas de detección visual y pesquisas en las escuelas, sobre todo en el interior de la provincia», explica.
Y agrega: «Vamos a algunos pueblos o lugares donde la gente no puede acceder a la oftalmología y tratamos de darle solución a sus problemas. Y además hacemos otro tipo de actividades científicas y médicas; y a eso le sumamos que tomamos el compromiso de la parquización y mantenimiento de la plazoleta que está precisamente frente al Instituto», completó.

 

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