«Tuvo un fuerte retroceso»
«La cría de especies acuáticas en cautiverio registra un fuerte retroceso en nuestro país. En 2014 se registró un pico de producción superior a las 4.000 toneladas anuales, cifra que para 2019 había caído a 2.500 toneladas», advirtió el pampeano Omar Del Ponti, especialista en acuicultura.
Este docente e investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales fue convocado desde el Instituto Patria para participar en un foro destinado a aportar conocimiento científico y experiencias de campo al polémico debate sobre la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego.
«Actualmente, la producción en granjas y criaderos se mantiene en los niveles de hace dos años, aproximadamente entre 2.500 y 2.600 toneladas anuales. Eso significa que hemos perdido todo que habíamos ganado durante años» de desarrollo e investigación, agregó.
Durante su intervención, el pampeano presentó ante sus colegas el RAS, un sistema de cultivo ictícola basado en la recirculación, que requiere un escaso aporte de agua distribuido en pequeñas dosis diarias. «Allí se controlan todas las variables físico químicas, se incorpora oxígeno y los efluentes son tratados en biofiltros, entre otras condiciones».
Una ley polémica.
A fines de junio, la Legislatura de Tierra del Fuego sancionó una ley pionera a nivel mundial, prohibiendo la cría de salmones en esa provincia, especialmente en aguas del Canal de Beagle. Tras un año de resistencia comunitaria contra la instalación de esa industria, las organizaciones que impulsaron la iniciativa consideraron «histórica» una legislación que, argumentan, protege el ambiente marítimo.
La norma prohibió el cultivo intensivo de salmónidos en aguas fueguinas, marinas y lacustres, antes de que esta industria se instalara en la zona, como resultado de una lucha iniciada por comunidades locales en 2018, cuando los gobiernos nacional y provincial firmaron un acuerdo con Noruega para promover la salmonicultura en el Canal de Beagle. «Es lo más novedoso de esta ley, porque en general las prohibiciones se sancionan a posteriori, como en Estado de Washington, donde decidieron suspender la salmonicultura hasta 2025, precisamente por los desastres ambientales que provoca» explicaba tras la sanción Estefanía Gónzalez, coordinadora de la Campaña Océanos en Greenpeace Andino, que agrupa a Argentina, Chile y Colombia.
Ante el intenso debate despertado por la flamante ley fueguina, el Instituto que presiden la vicepresidenta Cristina Fernández y Oscar Parrilli, coordinó el 28 de julio la jornada «Producción de Salmónidos e Impacto Ambiental», donde intercambiaron opiniones especialistas y expertos en la cuestión.
La pesca y la cría.
Además de Del Ponti (titular de la cátedra Manejo de Recursos Bioacuáticos en Ingeniería en Recursos Naturales), participaron del foro la licenciada Sandra Carlino (graduada de la misma facultad), un productor acuícola de Tierra del Fuego, un cocinero y distintos especialistas en acuicultura. Del Ponti hizo una caracterización detallada de la acuicultura y de la salmonicultura en particular, y soltó algunos comentarios fuertes que estimularon el debate.
En primer lugar recordó que la tendencia mundial registra un constante crecimiento de la cría y engorde de ejemplares en el agua, con un crecimiento sostenido de la producción hasta acercarse a los volúmenes capturados en mar abierto. Según la FAO (organismo de ONU para la Alimentación y Agricultura) en 2018 la pesca por captura alcanzó unos 95 millones de toneladas, mientras que la acuicultura produjo casi 80 millones. De mantenerse estos valores, en una década ambas producciones equipararán sus volúmenes anuales de producción.
Pero, mientras la tendencia mundial apunta hacia equilibrar ambos métodos (actualmente, un 52% de los productos comercializados provienen de la acuicultura), en Argentina ocurre lo contrario y la curva de producción en condiciones controladas ha descendido en los últimos años. El pico de producción ocurrió en 2014 y desde 2015 se registra una clara tendencia decreciente.
Proyecto Innovacua.
El pampeano también dedicó buena parte de su exposición al proyecto Innovacua de la Agencia Nacional de Promoción Científica, iniciado en 2016 y destinado a producir un amplio rango de especies, además de salmones. «Un emprendimiento multitrófico apuntado a la producción de salmónidos, en este caso truchas en tierra y en jaulas flotantes, pero en forma complementaria producíamos mejillones autóctonos («mejillón azul», Mytilus edulis chilensis) para aprovechar los residuos, y un alga parda autóctona, la ‘Macrocystis pyrifera’ que reduce el impacto de fósforo y nitrógeno generado por las truchas», explicó.
La experiencia comprendía también el estudio de la centolla, un crustáceo muy importante, «mediante ensayos de cultivo para su posterior liberación y repoblamiento. Si bien los ambientalistas pretenden rechazar la introducción de nuevas especies, Del Ponti recordó que hay truchas en Argentina al menos desde 1905 y que Tierra del Fuego «ya tiene varios salmónidos, tanto en el mar como en agua dulce».
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