“Me gustaría tener una chance”
“Ahora dispongo de tiempo y quiero volver a dirigir primera división. Tuve en su momento una experiencia muy linda en General San Martín, y me gustaría probarme en este tiempo”, afirma Horacio Humberto Gemignani (68).
Con ese decir a veces impulsivo, arrebatado, algo ansioso que lo caracteriza, Horacio quiere hablar de fútbol, de sus ganas de volver a calzarse el buzo de técnico en esta etapa de su vida, cuando ya jubilado –aunque sigue trabajando, porque como se sabe la clase pasiva no pasa su mejor momento-- dice tener “ganas y tiempo”.
Viene de una reciente experiencia en la ciudad de Paraná, donde se jugó el torneo nacional de Veteranos, del que tantas veces formó parte como jugador.
Es difícil que alguien no lo conozca en la ciudad, además por su condición de comerciante, siempre dedicado a la vidriería que alguna vez puso en marcha su padre. “Me puse a trabajar con mi viejo en Templaria Vidrios, en la época del conflicto de Malvinas, en 1982. ¿Te acordás que después tuve mi propio comercio de vidriería enfrente de La Arena, cuando estaba en la calle 25 de Mayo?.. Más tarde pasé con el negocio por Avenida Belgrano, cuatro o cinco años; y después compré donde estoy ahora, en Roque Sáenz Peña casi esquina Luro. Alguna vez tuve como empleado a Horacio Zalabardo y también al Topo Gallinger… Era casi como una unidad bàsica”, se ríe.
Sus padres fueron Germinal nacido en Luan Toro; y su mamá María Élida Peñín de Naicó. Son varios hermanos, Susana que es abogada, Daniel que vive en Buenos Aires; Adriana que es jubilada y trabaja en el estudio con aquella; y Gustavo que también tiene vidriería.
Horacio tiene cuatro hijos: María Celeste, María Eugenia, Federico Andrés y Gino, ya todos grandes, aunque aún no le han dado nietos.
En el fútbol.
Horacio recuerda que empezó a jugar al fútbol en las divisiones inferiores de Belgrano, con Chicho Weiss; después “la mayoría pasamos a All Boys, con Walter Guzmán como entrenador”, y allí fue integrante de un gran equipo de pibes. “¿Quiénes jugaban? El Ruso Tapié al arco,Vasco Zalabardo, Héctor Giles, Luis Pirincho González, Carlitos González (luego periodista), Claudio Pérez Martínez, Alejandro Andrada, Víctor Paturlane, Carlos Soria, Carlos Pérez y el Flecha Leones.
Estaba en All Boys cuando llegó Mario Papa –los inicios del gran equipo auriazul al que después se sumarían Facio y todos los demás-, quien lo hizo debutar en primera división. “Salimos campeones en un partido que se jugó en Alpachiri”, rememoró.
Había hecho la primaria en la Escuela 2 algunos años, y después pasó al Domingo Savio hasta terminar el secundario. Luego junto a sus padres decidieron que estudiaría Abogacía en Buenos Aires, donde vivió con Horacio Nemesio, que sí se recibió. “Yo me volví porque me di cuenta que no era lo mío y me puse a trabajar con mi padre”, contó.
Después de dos años volvió a jugar en San Martín, hasta que sufrió la fractura de tibia y peroné y “ahí no jugué más”.
Pero no se iba a quedar quieto. “Dirigí la Villa en un equipo que estaban Daniel Pérez, Parrala Díaz, Estergidio Pérez, Daniel Petrucci, Víctor Nicollier; después Horacio Zalabardo, Topo Gallinger, Gustavo Balcaza, Luis Santillán. El preparador físico era ‘Clavo’ Teves y más tarde el ‘Lungo’ Álvarez… Me acuerdo que los hacía concentrar y todo. Pero cómo eran las cosas… la concentración era abajo de la tribuna del Estadio Municipal, y para calefaccionar usábamos un calentador Bram Metal… ¡Un peligro!… ¡Qué inconsciencia!”, reconoce hoy. Después de esa experiencia se alejó “porque había descuidado mucho el negocio”, amplía.
Liga de Veteranos.
Cuando lo hablaron para acompañar en la Liga de Veteranos que se estaba formando no pudo decir que no. “Justo me había separado y me convocó Horacio Rosales, hace de esto 23 años. Y desde entonces estoy siempre, a veces jugando a veces dirigiendo… y fui campeón argentino como técnico (se había recibido en la primera camada de directores técnicos) y también como jugador. Esa actividad llenó estos últimos años de mi vida”.
En este tiempo le agarró “la locura de volver a dirigir. Es como una deuda pendiente que tengo. Quiero probar, y no tengo pretensiones económicas… lo que sí me gustaría es formar un gran equipo de trabajo”, y por lo bajo desliza que le gustaría tenerlos a Alfredo Sauro y Lucas Ranocchia (y seguro esto no será fácil, cabe decir).
Sobre las diferencias generacionales –su edad y la de los planteles de este tiempo- dice no temerle. “Una de las cosas que me caracterizaron es el trato con la gente, y sé que puedo adaptarme a diferentes situaciones. Entiendo que la juventud no tiene sentido de pertenencia, pero si demostrás conocimiento y capacidad es una forma de ganarse el respeto”, afirma.
Razona que “el fútbol es siempre el mismo, aunque cambiaron los métodos. Pero uno sabe cómo es eso de cubrir espacios, achicar para defender y agrandarlos para atacar”.
Una oportunidad.
Dice que está yendo a la cancha y está seguro de poder. “Mi falencia puede ser que no conozco totalmente los equipos; pero veo partidos de primera. Y por lo que veo me da la impresión que hay miedo a perder, porque la mayoría busca transiciones directas (pelotazos) y creo que se puede hacer otra cosa... sin ánimo de cuestionar a nadie”.
Después se extiende mencionando jugadores que admiró de otras épocas, y menciona al Gato Villalba, Aldo Bafundo y Pity Kraemer. “Sí, quiero dirigir. Estoy jubilado, tengo otros tiempos y sé que estoy capacitado… me gustaría una oportunidad”, culmina. Horacio Humberto Gemignani dixit.
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