Miércoles 27 de marzo 2024

Porque la vida misma es todo un canto

Redacción 11/09/2022 - 00.08.hs

Transitó los caminos de la música desde su niñez. Abrevó en noches de Camaruco y el Temple del Diablo, donde se escuchaban acordes de guitarras, las voces de los cantores y el decir de nuestros poetas.

 

MARIO VEGA

 

Cantar, cantar bien, es un privilegio, una hermosa posibilidad que la Divina Providencia le otorga a una persona. Quienes no nacimos con ese don, con esa virtud de interpretar y que debemos conformarnos sólo con escuchar -aunque nadie dejará de canturrear en algún momento del día- sentimos una sana envidia (¿sana?) por los afortunados que ponen sus voces afinadas al servicio de una melodía.

 

Siempre se habló del compromiso social que los artistas en general tienen con sus interpretaciones -tarea que desde la época medieval les tocaba a juglares y trovadores-, y obviamente allí se incluye también a los cantores.

 

Lo que se manifiestan en un escenario, o en cualquier presentación que hagan, tiene inicialmente el objetivo de entretener, de deleitar y hacer pasar un momento agradable a un público determinado, pero también su canto conlleva un mensaje y un compromiso. Y aquí cabría decir que fue el gran Horacio Guaraní el que dejó plasmado aquello de que "si se calla el cantor, calla la vida...".

 

Por qué cantar.

 

No obstante no estoy seguro que cada uno que siga el camino de la música -en principio- esté pensando en que transmitirá un mensaje a la sociedad -denunciando o dejando testimonios-, aunque finalmente así suceda.

 

Considero que al principio el cantor canta por gusto, por seguir esa sensación -tal vez inexplicable- que viene desde el fondo de su alma; y que luego -tal vez- caerá en la cuenta que existe también un compromiso social. Que podría ir simplemente desde brindar su arte para que los demás se regocijen, hasta ofrecer un mensaje comprometido con la realidad que lo rodea.

 

Cantar se siente en el alma ha dicho no hace mucho uno de nuestros cantores populares. Y seguramente así ha de ser... y así lo debe sentir Carlos Amigo, este santarroseño de la Villa Santillán -barriada que también tiene lo suyo-, que hace años, desde que era un pibe, transita los caminos de la música.

 

Cantor de la Villa.

 

En estas columnas muchas veces hice referencia a tantos y tantos cantores y guitarreros que nacieron del otro lado de la vía -allá al norte de la Estación, en Villa del Busto y Villa Tomás Mason; y no faltó quien reprochara esa mención parcial, y me hiciera notar que hubo y hay enorme cantidad de artistas y figuras preponderantes en otras barriadas de la ciudad. Y con razón, claro está.

 

En realidad en cada rincón de Santa Rosa hubo siempre, afortunadamente, cantores y guitarreros, y en la Villa no puede dejar de mencionarse a Cacho Arenas, Bustriazo, Mareque, El Negro Salazar, los Camiletti, Mesalsama, El Petiso Ramos... "Casi todos los viejos músicos de la Banda eran de por aquí: Signorelli, Zorzi, El Ruso Alcala, El Ruso Novak... y eran muy buenos", los recuerda Carlos.

 

Y por supuesto él es uno de ellos... Nacido y criado en la Villa Santillán, ya desde chico le daba por la música... "Sí, me gustaba desde que tenía 7 u 8 años... Es verdad que en mi familia no había músicos, pero a mi padre le gustaba cantar y de hecho lo hacía muy bien, y puede ser que por ahí venga la cosa, porque lo escuchaba y me daba cuenta que yo quería eso", relata.

 

Guitarra sólo para acompañarse.

 

Y sigue: "Mis padres me mandaron a estudiar guitarra con el querido Aníbal Olié, y a pesar del enorme esfuerzo que hacía este gran profesor nada lograba de mí", asegura. Y explica que lo aburría "el solfeo. Me di cuenta que lo que quería no era ser un gran guitarrista sino apenas acompañarme para cantar... Pero es con los años que te das cuenta de esa burrada... lo cierto es que dejé y comencé a estudiar solo: compraba libros que traían las tonalidades y las iba sacando para cantar las canciones que quería. Y bueno, así aprendí a acompañarme, que la verdad no es mucho más de lo que sé ahora, y eso es bastante poco", admite aunque cuando pulsa la guitarra parece que algo se enciende en su alma.

 

Siempre en la Villa.

 

Carlos Amigo (66), vive hoy exactamente al lado de lo que fue su vivienda paterna, en Leguizamón 962, pleno corazón de la Villa (enorme barriada que antes de ser subdividida abarcaba todo lo que era "más allá de Avenida Uruguay hacia el sur). A escasos metros del Club San Martín, apenas a dos cuadras de la emblemática Escuela 180 que está sobre Avenida Roque Sáenz Peña; y también muy cercano a lo que en su tiempo fue un templo de la música lugareña, la Peña El Camaruco, que se ubicaba sobre Avenida Ameghino.

 

La familia.

 

De a poco, palabra a palabra, Carlos va citando aspectos de su vida, los que tienen que ver con su familia, con sus trabajos, y obviamente con la música. "Mi papá, ya fallecido, se llamaba Adrián Oscar, era de nacionalidad española... llegó a Argentina muy pequeño, en el año 1924 cuando tenía solamente 8 meses de vida. Mamá fue Lidia Nilda Galárraga, también fallecida en 2020 cuando comenzaba la pandemia", empieza.

 

Sobre su padre rememora que "desde muy joven trabajó muchos años como viajante vendedor de Molinos Werner (toda una potencia económica en la provincia en aquellos años), y después fue viajante de Molinos Río de La Plata, casi hasta su jubilación. La vieja, como casi todas las madres de su época ama de casa y dedicada a la crianza de sus tres hijos y las tareas del hogar".

 

El único en Santa Rosa.

 

Sigue contando que son tres hermanos: "Yo soy el del medio. Tengo un hermano mayor, que se llama igual que mi padre Adrián Oscar, es médico cirujano, jubilado hace 2 años y está viviendo en Mar del Plata pero trabajó por más de 30 años en Salud Pública en La Pampa hasta su jubilación; y mi hermano menor vive en Pellegrini y se dedica a la explotación agropecuaria".

 

Fue el único de los Amigo que se quedó viviendo en Santa Rosa. De muchacho anduvo varios años de novio y se casó luego con Silvia Bottino, perteneciente a una querida familia de Villa del Busto y que supo trabajar un buen tiempo en la Dirección de Catastro de la Provincia. "Falleció muy joven, hace 13 años... y fue un golpe durísimo porque fue algo inesperado, una muerte súbita. Cuando volví de una reunión la encontré...", y se le quiebra la voz en la evocación.

 

Las hijas... y Lolo.

 

Se recompone y sigue narrando: "Tuvimos tres hermosas hijas: Ayelén (36) que es doctora en Relaciones Internacionales y vive en México; Quillén (34), es Bioquímica y trabaja en el Incucai en Buenos Aires; y Huilén (33), es Licenciada en Economia y trabaja en el BID también en Capital Federal. Las tres me dieron los mejores yernos del mundo... y bueno, tengo que decir esto porque si no tengo un conflicto seguro...", se ríe.

 

Pero hay algo más: "Sí, la frutilla del postre, porque este año en enero llegó Lorenzo (Lolo) ¡Mi primer nieto!, hijo de Quillén y Nelson y por supuesto el más lindo de todos", asegura.

 

Orgullo por la Villa.

 

Se muestra orgulloso de pertenecer a la Villa, esa enorme barriada cuna del Club San Martín. "Mi padre fue directivo, y alguna vez presidente. Por suerte hoy lo vemos recuperándose después de haber sido saqueado y destruido... tengo un muy lindo sentimiento por el club, y recuerdo todos los hombres y mujeres que trabajaron sin descanso", señala mientras muestra fotos y documentos de antiguas comisiones directivas, y de momentos gloriosos de la emblemática entidad. "Podría decir que ahí pasé mi infancia... Por supuesto la primaria en la Escuela 180; después la secundaria la cursé en el Colegio Nacional hasta tercer año; y terminé haciendo hasta sexto año en la Escuela Agrotécnica donde egresé".

 

Facultad y trabajos.

 

Casi como un hilo conductor luego del secundario empezó la Facultad de Recursos Naturales "donde hice poco más de dos años; pero se dio que en ese momento gané un concurso para trabajar como técnico en la Dirección de Bosques de la provincia y ahí fui de a poco abandonando los estudios, hasta que en un momento dejé definitivamente".

 

De esa forma se dedicó a su trabajo donde conoció gente que lo marcó: "Era un equipo maravilloso, empezando por el director, el ingeniero Luka Poduje, los ingenieros Lell y Giunchi, los hermanos Torino, José Giglione, Ganora y tantos otros. Pero mi paso por ahí fue corto: estuve cerca de tres años para luego cambiar de rubro y hacer una pasada fugaz por el Banco Hispano Corfín", y de allí al Banco de La Pampa medió solo un paso: "Trabajé 25 años, hasta mi jubilación", precisa.

 

La política.

 

"La verdad es que miro poca televisión, y más vale soy de escuchar mucha radio... y algunas veces me duermo escuchando a Dolina. Pero igual estoy siempre atento a lo que pasa", comenta. Y ante una pregunta contesta: "¿Sí me interesa la política? Sí, obvio, aunque nunca estuve afiliado a ningún partido sé que nadie es apolítico. De una manera u otra todos hacemos política que no tiene porque ser partidaria... Me crié en una casa donde siempre se hablaba de política y mi padre fue toda la vida afiliado y militante del Partido Socialista. Incluso alguna vez fue en alguna candidatura así que te imaginarás que era un tema recurrente; pero en tiempos muy distintos. Lo que digo, lo que sueño y espero es que este país cambie, que podamos construir una convivencia democrática, cada cual discutiendo y defendiendo sus proyectos pero en paz... con respeto y seguramente así lograremos dejarles a nuestros hijo y nietos un país mejor", se ilusiona.

 

Carlos, el cantor.

 

Fue cuando estaba en la Escuela Agrotécnica que "con dos compañeros, José María Marduel y Julio Jara formamos un trío que se llamo Las Voces Libres. Y tuvimos la suerte de ir a cantar a 'Domingos Estudiantiles' que conducía Silvio Soldán por Canal 9 y querés creer: ¡nos llevamos el primer premio!". Después de eso anduvieron cantando mucho "en ese tiempo de secundaria. Pero cuando egresamos el grupo se disolvió y ahí comencé como solista hasta hoy... hubo igual algunos intervalos donde formamos un dúo con Pelusa Díaz que se llamo Punahuel, y tuve también un paso fugaz por la primera formación del Grupo Vocal Calandria".

 

En la charla se extiende sobre la pasión que siente desde que era pibe... "Era de estar todas las noches que podía en Camaruco, que quedaba a trescientos metros de mi casa... Y después en el Temple del Diablo donde pasaban todos...". Es que esas peñas santarroseñas se transformaban en cajas mágicas con el acorde de las guitarras, la voz de los cantores y el decir de los poetas. Y Carlitos ahí no fallaba: "Sí, siempre presente", sonríe al recordar.

 

Sus músicos.

 

Y va dejando más datos: "Empecé como solista en el '75 y me acompañaban en guitarras músicos como Foreto Chávez, Juan Carlos Giménez, Pocho Roldan; y en la percusión Omar Tito Ramos. Hasta que en 1980 se incorporó mi querido amigo Jorge Sosa que fue durante 40 años la guitarra que me acompañó en cada una de mis actuaciones. Después vino la grabación de mi primer casette en 1988 que se llamó 'Comarca' con la incorporación de Juan Carlos Giménez y 'Chispa' López con todos temas pampeanos. Para ese trabajo tuve la colaboración de ese gran cantor y músico pampeano que se llamo Guri Jáquez", reconoce.

 

Pasaron tres o cuatro años de "Comarca" y se incorporó al grupo "un compañero del Banco con el que compartíamos asados y guitarreadas los fines de semana... tocaba el bandoneón y vaya si tocaba: ¡Sí, el gran Alberto 'Toti' Mansilla comenzó a tocar con nosotros y se fue gestando un nuevo disco que grabamos y se llamó 'Tiempo de Camaruco', también con la participación de Juan Carlos Giménez y 'Chispa' López", menciona.

 

Un agradecido.

 

Carlos Amigo es conversador, amable y si se trata de música es capaz de amanecerse hablando sobre el tema. "Si me preguntan por quién tengo admiración en el canto a nivel nacional diría que son muchos, aquellos que tuvieron una línea de conducta y una trayectoria digna... y si debo mencionar a alguien en particular digo Alfredo Ábalos, que ha sido uno de los mejores. Y entre nosotros tengo un gran respeto por todos los cantores, cantoras y poetas que lucharon y luchan por la difusión de la música pampeana", sostiene.

 

Para Carlos Amigo, y pienso para cada uno de los que llevan la música en el alma, cantar es derramar en cada estrofa un torrente de emociones... "Es algo que se siente muy dentro... Y en mi caso pienso qué más podría pedirle a la vida... soy más que agradecido, aunque quizás hubiese querido que me quitara un poquito menos. Eso sí... Sólo eso".

 

"Nació en pandemia".

 

Carlos Amigo presentará esta noche a las 20 en el Teatro Español su último trabajo: "Canto a la Vida", con temas pampeanos, y dos del folklore nacional.

 

"La iniciativa nació en pandemia, en pleno encierro. Era el cable a tierra que teníamos, y cuando podíamos nos juntábamos con Darío Zorzi y Martín Díaz y comenzamos a grabar... Le pedíamos canciones nuevas a amigos, como Ernesto del Viso y el Gallego García, y cuando quisimos acordar teníamos 12 temas grabados", narra.

 

También actuarán hoy Paola Ruiz Díaz, Toto López, el dúo Roston-Cuello y el Ballet Foklórico Pampeano de Luis Bedetti y Betty Scheffer.

 

Nancy Arias, quien interpretará algunos temas con Carlos, es la profesora de canto de Amigo.

 

Y agrega Carlos: "Es una reconocida profesional en el medio artístico nacional y tuvo la gentileza de permitirme que la integre a este proyecto musical que vamos a mostrar".

 

Dicen los que saben.

 

Alberto Carpio aceptó dar su opinión sobre Carlos Amigo. "Es un cantor popular que convivió con una generación de músicos santarroseños siendo muy joven; y ya en las peñas Camaruco y El Temple se imponía su voz de barítono atenorado".

 

"Tiene una forma de cantar que lo identifica, con un importante caudal de voz y su interpretación con un fraseo diferente. Dice, cuenta, nos muestra la canción popular con una impostación casi natural". Carpio recordó que Amigo también aportó en el Grupo Vocal Calandria, y fue miembro solista del Coral Médanos y Luna realizando la gira por España, Francia e Italia cantando la Misa Criolla.

 

Por su parte, dijo Ernesto del Viso: "A Carlos lo conocí a fines de los '80 cuando presentó 'Comarca'. Apareció con esa grabación tan interesante. Tiene una voz privilegiada, con agudos muy interesantes; y nunca apareció como estentórea o demostrativa que los tenía. No porque menguara su registro sino que los fue aplicando de otra manera", analiza.

 

Anticipó Ernesto que empezaron con Amigo a preparar algunas canciones infantiles, trabajo que tuvo un paréntesis, "pero lo vamos a encarar de nuevo. Grabaremos 'Sapito paseandero' y la zamba 'Dos Ritmos'. Para mí Carlos es un excelente cantante; y como digo de Pedro Cabal que es gran cantor de milongas, él es el cantor de zambas que más me gusta. En el Teatro va a hacer 'La Iluminada', un texto que me pertenece con música de Oscar García... y por supuesto le deseo mucha suerte con el trabajo que va a presentar este domingo", concluyó.

 

Un personaje icónico.

 

El Negro Castillo fue un personaje icónico, un busca que ataba su carro al caballo y andaba los barrios de la ciudad. Alguna vez en un circo protagonizó un espectáculo singular. Desde ese día fue "El Negro Castillo, el que peleó con el oso".

 

"Vivía justo aquí enfrente -señala Carlos-, y era el vecino más querido... Cuando escaseaba kerosene juntaba los bidones de la cuadra y a las tres de la mañana prendía un fueguito, se tapaba con una frazada y estaba primero en la fila esperando el camioncito. Cuando llegaba el kerosenero, ahí estaba consiguiendo para todos sus vecinos...".

 

Cuando los padres de Carlos viajaron un mes a Europa, Castillo les cuidó la casa. Al regresar los estaba esperando: "Los extrañé mucho...", les decía llorando ese hombre tan fuerte que hasta fue capaz de pelear con un oso.

 

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