Martes 23 de abril 2024

La historia del mozo que cumple 45 años con la bandeja

Redacción 28/07/2022 - 14.04.hs

Tito va y viene entre las mesas... es casi mediodía y la céntrica confitería está completa, como en los buenos viejos tiempos. Como antes de esa pandemia maldita que nos condicionó la vida en todo el mundo. El ritmo, ahora, y aún con las dificultades económicas es parecido al de épocas mejores.

 

Y Tito, asistido desde la barra por Horacio (Romero) y por Luis (Jeres), el encargado, cumple diligente con cada pedido. Un café por aquí, un cortado más allá; la pilita de sandwiches para otro comensal; y el submarino con las medias lunas para la chiquilla sonriente que espera en otra mesa.

 

Todo rápido, todo diligente, ágil, como para que el cliente no tenga que esperar... Y si el que llega es el parroquiano de todas las mañanas su pedido no será necesario porque el mozo le acercará lo que sabe qué es lo que le gusta.

 

Trabajar desde pibe.

 

Horacio García (60) es Tito. Simplemente Tito. El que nació en Realicó en el seno de una familia numerosa, el hijo de José (trabajador del Molino Werner en esa localidad, y conocido por su origen como "El andaluz") y de Paulina que se dedicaba a cuidar a sus seis hijos. "Éramos muchos, así que si bien era una familia clase media algunos problemitas siempre había. Por eso había que salir a trabajar de pibe... en mi caso a los 10 años iba a la primaria en la Escuela 222 del pueblo, y a la tarde a repartir el diario La Nación, que llegaba a esa hora en camionetas que hacían el recorrido y venían del lado de Córdoba", recuerda ahora.

 

"Pero mis otros hermanos también trabajaban -agrega-, porque alguno hacía de cadete; otro en el Kiosco de Titín Avalle; y también uno laburaba en una sodería... Eran los tiempos en que los chicos trabajábamos, porque ahora está prohibido", completa Tito.

 

Esposa e hijos.

 

En un momento de la charla quiere mencionar que "hace 39 años estoy casado con Mariana Muñoz, que es de Maissonave, y tenemos tres hijos que por suerte están muy bien... Alejandra es enfermera en Toay, como Enzo que está en la Posta del Barrio Esperanza; y Lucía que estudia", puntualiza.

 

Destaca que "Mariana la verdad que me aguanta todo...", la elogia, "porque a veces nosotros tenemos algunos horarios complicados, que no es mi caso ahora", aclara.

 

El mozo.

 

Se sabe, los mozos en un bar, confitería o restaurante, son el vínculo entre lo que se prepara en la cafetería y/o la cocina con los clientes; y los que reciben los pedidos que los buenos en el oficio no necesitan de anotar. "La memoria es importante, y le da al mozo cierta 'chapa', es como que conoce bien el oficio", admite Tito.

 

Y es verdad, en estos tiempos de tanta precariedad laboral -aquí y en otros sitios- se pueden ver jóvenes que trabajan de mozos o camareros, pero tienen que apuntar en una pequeña libretita el pedido de los comensales.

 

Si se presta atención se podrá observar, en cambio, que algunos tienen una gran memoria y registran las solicitudes de una mesa aunque haya en ella varios clientes. Y en estos casos, seguro, se trata de laburantes con experiencia y calidad de buenos mozos.

 

Unos 45 años en el rubro.

 

En el caso de Tito García tiene nada menos que 45 años de trabajo, porque comenzó "en el Club Social de Realicó, del 'Panza' González... primero de lavacopas, después pasé a la barra y más tarde a moverme entre las mesas. Porque es como que se hace una carrera en la que vas ascendiendo", expresa.

 

Más tarde iba a trabajar también en su pueblo en "El Cruce" de las rutas 188 y 35, de Martín Sereno primero y Pedro Racca después. Y ya a los 20 me vine para Santa Rosa", resume.

 

En Santa Rosa.

 

En la capital provincial se desempeñó en diversos lugares. "Entre ellos La Recova en 1986, donde estuve un año; después en otros lugares -restoranes y también en fiestas y eventos- hasta que volví al mismo lugar entre 1992 y 2014; hasta que cruzó la calle y es desde entonces el mozo de las mañanas en La Capital. "La verdad es que estoy cómodo aquí, donde hago de 7 de la mañana a 4 de la tarde. Formamos un lindo equipo con Luis y Horacio, nos entendemos y la clientela es más o menos siempre la misma. Y diría que, por suerte, después de la pandemia, la actividad volvió más o menos al nivel habitual... al que teníamos antes", evalúa.

 

Tito es amante del fútbol, "hincha de Ríver y de All Boys, y me gusta ir a la cancha cuando puedo. Pero no soy fanático alboyense porque en realidad no soy de Santa Rosa", aclara.

 

Sector golpeado.

 

El veterano mozo en un momento hace un paréntesis para hablar de la pandemia que azotó a la humanidad -y que aún acecha- y que repercutió no sólo en lo atinente a la salud llevándose muchas vidas y afectando a millones de personas, sino que afectó el desenvolvimiento económico y social de los países del mundo.

 

Y no sería el nuestro -siempre tan proclive a altibajos y sobresaltos- la excepción. "La verdad es que todos nos vimos afectados en nuestros trabajos, pero se sabe que el sector de la Gastronomía fue uno de los más golpeados. Por suerte se está superando, y podemos decir que estamos diría más o menos normalizados. Casi como antes de que se declare la pandemia", sostiene.

 

Bajos sueldos.

 

Cuando se le pregunta a Tito cómo están los sueldos de los trabajadores del sector esboza una sonrisa que encierra un poco de decepción: "Lamentablemente los salarios no son buenos, y me parece que está en la escala de los más bajos. La verdad es que no sé por qué pasa esto en nuestro rubro... supongo que porque se piensa que nos salvamos con las propinas, pero de ninguna manera es así", reprocha.

 

Y casi hay que darle la derecha, porque los santarroseños -sobre todos los habituales en un bar o restaurante- es como que entienden que con pagar la consumición alcanza, y lo cierto es que la gratificación para los mozos -o la moza, que también las hay- está estipulada aunque muchos se hagan los distraídos.

 

Las condiciones del mozo.

 

De todos modos García asegura que disfruta de su oficio, que le permite departir cada mañana con una notable cantidad de gente, entre los que hay de todo: los que son amables, comprensivos (y dejan propina); y con otros que no lo son tanto y a veces pueden tener algún que otro gesto desdeñoso que Tito ignorará olímpicamente. "Es que no te podés prender en esos casos... y lo mejor es dejar pasar", dice tolerante.

 

Tal vez porque aprendió que su oficio se nutre precisamente de esas condiciones: ser cordial, paciente y tolerante. Y si es posible, como un plus que hablará muy bien del mozo, memorioso.

 

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