Miércoles 18 de junio 2025

Un notable tributo a Leonardo Favio

Redacción 30/07/2023 - 00.05.hs

El intérprete tiene singular empatía con el cineasta y cantante y ha dedicado su vida a homenajearlo. Su timbre de voz, su semejanza física y el característico pañuelo le dan un gran parecido a Favio.

 

MARIO VEGA

 

“Cómo olvidar tu pelo/Cómo olvidar tu aroma/Si aún navega en mis labios/El sabor de tu boca” (…) “Cada piba que pase/Con un libro en la mano/Me traerá tu nombre/Como en aquel verano…”. Es una de las tantas y logradas letras del inolvidable Leonardo Favio.

 

El Turco Zahir recreaba el tema y el público en el CCK enrojecía sus manos aplaudiendo. Ese laburante de los escenarios lugareños estaba tocando el cielo con las manos… “Y claro, si era cumplir un sueño”, ha contado tantas veces. Lo acompañaban los 20 violinistas del Colón, más otra cofradía de destacados músicos que integran bandas como La Sonora Colorada, o que tocan habitualmente con Baglietto, o lo han hecho también con Mercedes Sosa y otros enormes artistas argentinos.

 

Por una gestión de Nico –hijo de Leonardo Favio-, también músico, había sido elegido por la Secretaría de Cultura de la Nación para que esa noche del 27 de noviembre último formara parte del homenaje que se le realizaba a 10 años de su muerte.

 

Una noche mágica.

 

Se le humedecían los ojos, sentía que sus piernas temblaban y que algo le apretaba el pecho… Trataba de serenarse pero no podía. La emoción lo embargaba como pocas veces y apenas si atinó a levantar una mano para agradecer a ese público que generosamente le brindaba una ovación que nunca olvidará.

 

“Fue tremendo… jamás lo hubiera imaginado. La Sala del CCK (La Ballena) estaba colmada, y toda esa gente me aplaudía a mí…” El Turco Zahir habrá sentido que él era –aunque sea por un instante- el artista que tanto ha admirado, y que había sido el mismísimo Leonardo Favio quien lo eligió para que esa noche le hiciera el tributo que merecía.

 

Es que en el ambiente había estado el espíritu del cantante, porque eran su voz, su forma de decir y sus gestos los que estuvieron representados en la persona del Turco, de modo tal que todos “vieron” a Leonardo Favio en ese escenario.

 

Los imitadores.

 

Ciertamente nos hemos acostumbrado a ver muchos remedadores de grandes artistas argentinos. Recuerdo que siendo muy chico -de la mano de mi padre, en Buenos Aires--, vi en la calle Corrientes al gran Luis Sandrini. Era su rostro, su porte,y hablaba como él... pero después me aclararon que se trataba de un imitador que estaba realizando una publicidad. Pero juro que yo vi a Sandrini.

 

Lo mismo sucede con Sandro. ¿Cuántas veces vemos en televisión que aparecen émulos que se visten como el ídolo de “las chicas” (de hace algunos años), que usan el pelo como él lo hacía y que se mueven rítmicamente tratando de parecerse.

 

El Turco, el mejor.

 

Pero en el caso de Leonardo Favio debo reconocer que no he visto otros. Sólo este señor que ahora está frente a mí charlando, entusiasmado con los recuerdos y exponiendo una enorme devoción por la figura del artista.

 

Leí por ahí que en Colombia un tal Sergio Moscoso lo hace muy bien (alguna vez alguien lo quiso hacer pasar como hijo del artista argentino); pero igual –viendo videos- nada que ver con nuestro Turco Zahir que es lejos el mejor de todos.

 

“Los familiares de Leonardo me dicen que soy el mejor, pero no me la creo. Moscoso canta también de Leonardo, y lo hace muy bien. Lo que pasa es que yo por ahí he sorprendido mucho con el parecido físico. Normalmente la gente cuando me ve se sorprende, dicen que soy igual, y su familia también opina así”.

 

La vida en el circo.

 

El Turco Zahir, tal su nombre artístico, en realidad se llama Rubén Darío Core (era Cure, pero su abuelo al llegar del barco proveniente de la vieja Europa fue mal asentado). Es pampeano por adopción aunque nació en Buenos Aires donde vivió de niño en Paraná casi Sarmiento, a metros del Teatro San Martín. Desde siempre estuvo vinculado a las luces de un escenario, porque su padre Luis era propietario del “Circo de los hermanos Core”, donde alguna vez supo lucirse en el trapecio. La mamá se llamaba Esther Cóppola Passeli. Hoy el Turco está en pareja desde hace mucho con Lorena, con quien tuvieron a Nazir; y tiene otros cuatro hijos mayores que son Marina, Samantha, Daiana y Johnatan.

 

Aquella noche.

 

“La vida familiar constantemente tuvo que ver con lo artístico, porque a mi casa, por esa proximidad con un teatro, llegaban diversas personalidades. Entre ellos Luis Sandrini y otras figuras de la época. Cuando ellos venían la orden era clarita: bastaba que papá nos mirara para que los 11 hermanos desapareciéramos…”, se ríe ahora.

 

Pero un día ocurriría algo distinto: “Vinieron a casa tres personas, y mis hermanos se fueron… pero yo me quedé en un rincón. Me había llamado la atención uno de los señores que tenía un pañuelo en la cabeza… el hombre me vio y me llamó, y me quedé junto a él sin que mi padre me dijera nada”, rememora. Aquel pibe que era Rubén –nombre que pocos usan para nombrarlo ahora— tenía nada más que 9 años y no podía imaginar que ese encuentro le daría un rumbo especial a su vida… “Hay que tener en cuenta que yo era muy pibe, y lo cierto es que en la casa de mis padres se escuchaba todo ese tipo de música, me crié con eso. Así que tener ahí a ese señor fue algo muy loco, especial…”, evoca.

 

El pañuelo en la cabeza.

 

Después pasó algo que sería premonitorio, y El Turco lo recuerda con precisión: “En un momento tuve un problema de perder mucho el pelo, estaba muy mal… Me agarró un estrés grande, me sentía incómodo con mi cabeza, y no quería usar gorra ni sombrero. Y no sé cómo un día me puse un pañuelo recordando a aquel señor y bueno… me sentí muy bien”.

 

Y quiere dejar en claro: “No es que me pongo un pañuelo creyéndome Leonardo Favio, o que canto sus canciones para imitarlo. Lo que sí pienso es que vengo a ser una especie de nexo entre él y la gente, y que el público lo haya aceptado de esa manera es fantástico… Pero de verdad nunca lo quise imitar para nada, pero sí inconscientemente tomé sus formas y sus gestos; porque es tanta la pasión que tengo por ese hombre que quizás fui adaptándolo a mi vida personal”, confiesa.

 

“Sigo aprendiendo”.

 

Cuenta con pasión, y con detalles como transcurrió una vida de noches de circo, de puestas teatrales, de escenarios en distintos puntos del país e incluso de algunos limítrofes. Obvio, eso llevó en esa época a una vida nómade, y “el tiempo de los estudios no fue fácil… se estudiaba un poco en cada lado, porque con 6 ó 7 años ya andaba con el circo de mi padre, aprendiendo a ser artista. Todos los hermanos terminamos siendo artistas: unos malabaristas, alguno payaso, y yo trapecista…”.

 

Y por supuesto “se estudiaba donde podíamos: 15 días en un lado; otros 15 en otro, andando todo el tiempo… y claro que era difícil así” admite. “Pero igual, y gracias a Dios, pude hacer el primario y tengo el secundario casi terminado; aunque igual el mejor estudio que tuve fue la vida, eso de recorrer lugares, de conocer distintas culturas desde chico…. Y esto mismo me pasa ahora de grande, que con 54 años sigo aprendiendo”.

 

Un pampeano más.

 

El hombre –no me canso de mirarlo y ver a Leonardo Favio encarnado en él- tiene ya 33 años con la música. Se siente “un pampeano más, de alma. Porque ya en el año ‘85 mi padre terminó vendiendo todo y se instaló en Santa Rosa. Teníamos aquí una tía, y veníamos siempre, aunque seguíamos con nuestro trabajo vinculado con el arte. Pasábamos aquí dos por tres e iba a Buenos Aires; o salía de gira y regresaba a la casa de mis padres que en ese tiempo vivían en Ameghino casi Chile. Desde esa época estoy ligado a La Pampa, a Santa Rosa, que me ha dado todo… soy un gran agradecido de La Pampa, donde me han conocido por el tema de la música, me acompañaron y lograron hacer de mí lo poquito que soy”, afirma.

 

El Turco y Favio.

 

Más allá de aquella primera impresión –que sería decisiva- cuando era apenas un niño, El Turco tiene una vinculación tan fuerte con Favio que se convirtió en algo central en su vida. “Y no lo niego… es así, soy una persona que nació desde el arte y que ama desde siempre a ese genio de la música. Creo que hoy soy, y me tomo el atrevimiento de decirlo, su sucesor. Porque su familia me dio ese título, y a cada evento que se hace en Buenos Aires al que llaman para ir es a mí. Soy parte de la familia de Leonardo Favio”, sostiene con convicción.

 

Le pregunto por Moscoso, el colombiano, y cuál es la diferencia con él. “Diría que el es un imitador, y yo soy un tributo. ¿Si canto igual que Leonardo? Lo que digo es que no trato de emularlo, pero me doy cuenta que sin querer, porque tengo tanta pasión por ese hombre con años de mi vida girando en torno suyo, tomé gestos suyos, y hay quienes dicen que canto igual”, expresa.

 

Una notable influencia.

 

Pero no solamente arriba del escenario se asemejará a Leonardo: “Es verdad que a veces canto otro género, como puede ser el tango ‘La última copa’, y lo hago como si fuera él… y muchas cosas son así. Me contaban que Leonardo en su departamento en Buenos Aires había hecho poner un techito en su balcón para escuchar la lluvia caer; que tenía también allí una cocinita para la pava del mate… y yo también a veces ando en el patio de mi casa con el pañuelo, y con la pava tomando mate. No uso termo, no me acostumbro. Me gusta la pava…”, se ríe porque mucho se parece a una manía. La misma que tenía su admirado Favio.

 

Luego de aquella primera experiencia a sus 9 años en su casa sólo lo vio actuar mucho tiempo más tarde, una vez que estuvo en el Anfiteatro en Santa Rosa. “Fuimos pero no pudimos acercarnos porque había una multitud, pero Leonardo le preguntó a Norma Durango por mi padre que después lo fue a ver al hotel Calfucurá y charlaron un buen rato”, refiere.

 

El contacto.

 

El Turco, no lo conozco demasiado, se me ocurre un buen tipo. De esos que en determinadas circunstancias son capaces de hablar con el corazón en la mano… Y así lo veo cuando habla de su ídolo.

 

“Yo no tuve la suerte de cantar con Leonardo, o que me escuchara… a lo mejor por miedo a que me agarrara a trompadas”, larga la carcajada.

 

Le pregunto cómo llegó la familia hasta él y cuenta: “Empiezo a tener relación después de su fallecimiento… yo cantaba sus temas, pero no me conocían demasiado y alguna vez quise dejar la música porque sentía tristeza en el alma. Hasta que sucedió algo: un día mi esposa Lorena me dice que se había comunicado con ella, por las redes, una persona que era Nico, hijo de Leonardo Favio; que preguntaba si las fotos que subíamos a Facebook eran auténticas, y si el que cantaba como el padre era realmente así o estaba grabado. La cuestión es que decidió venir a conocerme… llegó a mi casa y entablamos una relación única. Como Nico también canta terminamos haciendo un teatro juntos y desde ese momento hemos sido inseparables. De esto hace unos ocho años más o menos... y bueno, en su familia me dicen que soy el mejor, aunque no les creo”, completa.

 

Todo con respeto y amor.

 

“Con el amor que vos hablás de papá es fantástico; cómo te conmovió el alma, como lo sentís… Escucharte hablar de mi padre es un placer”, le repite Nico Favio. Es que todo el entorno del notable artista reconoce al Turco

 

como lo más parecido a Leonardo, “en la forma de ser, de hablar, cuando me ven de perfil, cuando me pongo el pañuelo… Me parece que la familia también valora el respeto conque encarné este personaje”, reflexiona.

 

Jorge Candia -coautor de varias canciones de Leonardo Favio, y de la música de algunas de sus películas- también estuvo visitando al Turco. “Él y Nico creen que yo tengo una conexión especial porque lo amé toda la vida. Cuando me tocó actuar en el Centro Cultural Kirchner le agradecí a Nico, y él me corrigió, me dijo que fue Leonardo el que me eligió para que estuviera esa noche… Y qué más puedo decir”, se pone serio.

 

Tributo nacional.

 

En el final el Turco dice ser “un agradecido de la música, y de este señor que me ha permitido vivir durante tantos años de sus canciones. Llegué a lugares que no pensaba… Soñaba conque la gente me escuchara, y bueno, tuve la suerte que el público ha pagado una entrada para verme, y así actué en casinos, en muchos teatros… y terminé, en el CCK como figura principal entre genios de la música representando al gran Leonardo, acompañado por Nico, por su hermano, por Jorge Candia… Fui declarado tributo nacional, único tributo nacional, entonces creo que ya está... ¿qué más le puedo pedir a la vida?”, se emociona.

 

Gracias a Favio.

 

En un pasaje de la charla reconoce que no siempre fue fácil. “Con mi señora nos acompañamos, y ella también cantaba donde nos presentábamos… A veces cobrando poco para poder sobrevivir; pero ahora gracias a Dios tengo mucho trabajo, aquí y en Buenos Aires donde se me están abriendo puertas gracias a Nico… “Cuando terminé de actuar en el CCK tenía emociones encontradas… y hacía esfuerzos por no llorar por lo que veía… No podía creer que la gente parada, enfervorizada, gritara ‘El Turco no se va… El Turco no se va…’. Y entonces cómo no estar agradecido a Leonardo Favio, a su familia, a sus fans… Hoy estoy feliz, y con muchas ganas de continuar con este tributo que, en realidad, lo brindo todas las horas de mi vida…”. Es El Turco Zahir, el que mejor interpreta al genio del cine y de la música. Sí, es verdad… qué más se puede pedir.

 

“Te trajo papá”.

 

Le pasan cosas locas al Turco. “Cuando fui al CCK no me conocía ni el hermano de Leonardo, Zoair Jury. Sólo Nico, que me pidió que nadie me viera hasta subir al escenario. Al llegar a Buenos Aires me llevaron al departamento que había sido de Leonardo, y me hicieron dormir en su habitación. Había premios colgados, la Gaviota de Plata de Viña del Mar… No podía creerlo, pero Nico fue claro: “Mirá Turquito, no te traje yo. El que te trajo fue papá… y no pude dormir”.

 

Luego en el CCK sucedió algo inaudito: “Tenía muchos nervios y quería fumar, así que fui por un pasillo a una ventanita. Estaba de jean y camisa celeste con el pañuelo en la cabeza… de pronto pasó la chica que bailó con Piquín en la película Aniceto y me miró como asustada. Fue al camarín y le contó a Nico: ‘No vas a creerlo pero lo vi a tu papá. Él se largó a reír y le contestó que no, ‘al que viste es al pampeano que va a hacer el tributo… son cosas muy fuertes”, concluye.

 

Un artista extraordinario.

 

Leonardo Favio se llamaba, en realidad, Fuad Jorge Jury Olivera. Fue laureado director de cine -el que más premios ganó-, y se destacó como cantautor, guionista, actor y militante político.

 

Considerado director de culto -ha sido uno de los más brillantes cineastas de nuestro país- alcanzó el pico de su popularidad entre los años ‘60 al ‘90.

 

Popularizó muchas canciones propias, aunque también interpretó a otros autores. Y cabe recordar a “Fuiste mía un verano”; “Ella ya me olvidó”; “O quizás simplemente te regale una rosa”; “Mi tristeza es mía y nada más”; “Ding dong estas cosas del amor” la canción que interpretó con la chica de Carhué, Carola, el gran amor de su vida; y “Quiero aprender de memoria”.

 

Entre sus filmes más reconocidos aparecen “Crónica de un niño solo” (1965); “El romance del Aniceto y la Francisca (1967); “Nazareno Cruz y el lobo”; y relacionado con su militancia política “Sinfonía de un sentimiento” (1999), documental sobre el General Perón de una duración de más de cinco horas.

 

También cabe apuntar “Soñar, soñar”, con la intervención de Gian Franco Pagliaro y Carlos Monzón (1976).

 

Conoció el exilio tras el golpe de 1976, y habría de regresar a nuestro país recién en 1987, pero después de una gira por distintos países de Latinoamérica decidió radicarse en Colombia durante un par de años.

 

Otra vez en el país siguió filmando e hizo “Gatica, el Mono”, mientras siguió haciendo giras y cantando.

 

Leonardo Favio falleció el 5 de noviembre de 2012.

 

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