Una escasez de espacios verdes
La ola de calor sofocante se hizo sentir la semana pasada, y Santa Rosa ha sido epicentro de las altas temperaturas veraniegas. Los vecinos que tienen que movilizarse en horas del día –especialmente en el centro- buscan guarecerse debajo de los árboles, o de toldos de los comercios que lo tienen, para zafar del acaloramiento. Pero no siempre lo consiguen.
Porque si bien algunas veredas lucen la sombra de especies arbóreas, hay largos trayectos donde brillan por su ausencia. Basta con recorrer algunas calles y se podrá tener el testimonio en directo de que esto es así. Lo cierto es que la carencia de una cantidad suficiente de árboles se hace sentir en este tiempo sobre todo. Y es una lástima porque quien duda que los espacios verdes son esenciales.
Ante la modernidad.
Es verdad que ante el avance de la modernidad, con la construcción de nuevos y grandes edificios, se fueron retirando especies al momento de las obras y nunca fueron repuestos.
Por eso una gran parte de los inmuebles no cuentan en sus veredas con el número indicado de ejemplares; y es más, algunos no tienen absolutamente ninguno. Algunos indicadores de organizaciones internacionales recomiendan un mínimo de un árbol cada tres personas en entornos urbanos. Pero es verdad que puede argüirse –en contra de ese precepto-- que esa relación entre árboles y personas no tendría demasiado sentido porque los hay de distinto tamaño e importancia.
De todos modos no se puede negar que en Santa Rosa no aparecería como una prioridad colocar árboles en las aceras, que en algunos casos lucen totalmente desnudas. Eso sí, permitiendo que las vidrieras de los comercios puedan ser vistas sin obstáculos (¿un motivo por el que los propietarios no ponen árboles ni los piden?). Y también es verdad que algunas infraestructuras imprescindibles --como son los cables y tuberías- podrían indicar que no son aconsejables en determinados lugares. Aunque esto no sucede en todos lados, sino sólo en algunos sitios.
Cultura del árbol.
¿Y entonces? Que habría que inferir que en el vecindario –y quizás tampoco en las autoridades, por lo que se ve hasta aquí-, no hay una cultura del árbol.
Se entiende que es atribución municipal establecer políticas de forestación urbana; y que se debería garantizar la preservación y control de arbolado público (con competencia desde el Municipio) para las tareas de selección y control.
El director de Espacios Verdes, Diego Piccini, en un breve aparte dijo que se comenzó a trabajar en escuelas para concientizar, y que se trabaja en el municipio de acuerdo a las ordenanzas vigentes. Es verdad que la actual administración colocó buena cantidad de ejemplares en distintos lugares, pero aún son insuficientes. Y se advierte con sólo caminar por la ciudad.
Por dar tres ejemplos: en calle Avellaneda -entre 9 de Julio y Quintana- hay un espacio de 40 metros en las veredas de ambos lados sin un solo arbol. A la vuelta, frente al Teatro Español igual; y de allí hasta la esquina de Gil son otros 60 metros sin nada de sombra.
Habría que encarar –en el marco de un plan de obras tan ambicioso como el que está planteado en la gestión Di Nápoli- un estudio completo de las carencias y llevar adelante un programa que lleve a tener las arterias como todos quisiéramos verlas.
3-30-300.
Desde hace un tiempo se viene difundiendo un trabajo del profesor Cecil Konijnendijk, experto holandés en silvicultura urbana, donde se indican algunos parámetros para una sociedad sostenible. Así habla de la regla 3-30-300, una métrica que explica que cada casa, escuela o lugar de trabajo debe tener una vista de al menos tres árboles. También existe la norma de que esos sitios deben estar en un vecindario con al menos un 30 % de cobertura de árboles y estar a 300 metros de un parque.
Y explica el programa del experto holandés que eso influye en la planificación urbana “para una comunidad ecológicamente más equilibrada.
“La cobertura de árboles y la vegetación ayudan a enfriar los entornos urbanos. Este tipo de medidas ‘verdes’ podrían ayudar a amortiguar los efectos intensos de las olas de calor que se espera que vengan con la continuación del cambio climático”, refiere aquella teoría.
Ventajas.
Los ejemplares de buen porte transforman los lugares en placenteros para vivir. Por un lado contribuyen a la belleza del paisaje, pero además –dicen los que dicen saber- purifican el aire al absorber contaminantes como el dióxido de carbono, el óxido de nitrógeno, el amoníaco, el dióxido de azufre y el ozono. Además, liberan oxígeno a la atmósfera.
Además, con sus ramas y hojas, sirven como amortiguador de ruidos, y atemperan los vientos.
Por eso un relevamiento simple, con una cámara de fotos –alcanza con un celular-- se pueden registrar decenas de lugares donde faltan árboles: en edificios públicos, y como quedó dicho con frecuencia en sitios donde hay flamantes construcciones. Allí suele ser habitual que se hayan retirado durante los trabajos que se llevaron adelante, y luego no fueron repuestos.
Un tema para ser tomado en cuenta y abordado lo antes posible.
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