Viernes 26 de abril 2024

Víctima de abuso teme que anulen la condena

Redacción 22/08/2022 - 15.17.hs

Florencia Agustina Klundt, una joven de 28 años, hoy radicada en Buenos Aires, hizo un llamado al Poder Judicial de La Pampa para que su padrastro y abusador sexual no quede en libertad. El hombre en cuestión, M.A.R.G., fue condenado el mes pasado a 14 años de prisión pero sus abogados defensores apelaron y solicitaron que sea absuelto. El caso está ahora en manos del Tribunal de Impugnación Penal.

 

La denunciante fue abusada entre los 8 y 16 años, edad esta última en la que logró escaparse del infierno familiar y establecerse en la casa de su novio, con quien más adelante se fue a vivir fuera de Santa Rosa. En la causa judicial en la que el abusador fue condenado, la Justicia sobreseyó, por el beneficio de la prescripción, a la madre de la víctima, quien estaba acusada de encubrir al victimario, dado que su propia hija le había contado de los abusos y ella no hizo nada para protegerla.

 

Agustina es el nombre que la joven utiliza para denominarse así misma. Florencia quedó en el pasado para ella. En los diálogos previos con este diario para la redacción de esta nota, ella puso como condición que su nombre y apellido, e incluso su fotografía, estuvieran en la crónica.

 

El principio.

 

El padrastro llegó a la vida de la denunciante y de su hermana, cuatro años menor, tiempo después de que la madre de ellas, se separara de su anterior pareja y padre de las niñas. La mamá de las niñas estaba muy poco en la casa y cuando estaba podía ser muy violenta con ellas. Los motivos de los enojos de la mujer eran indescifrables para las pequeñas, que se acostumbraron a callar para ahorrarse las broncas y las golpizas de su madre.

 

Los abusos comenzaron casi imperceptiblemente: el padrastro llegaba a la casa, se acostaba en la cama matrimonial y hacía que la víctima se sentara sobre él para contarle cómo había estado su día en la escuela.

 

"Fue muy sutil, fue escalando y yo era una nena que estaba sola y estaba aislada y no podía saber lo que estaba pasando. Intuía que era raro, pero yo confiaba en mi papá -su padrastro- y no lo veía como algo malo", explicó en diálogo con LA ARENA. A partir de allí la cuestión fue escalando. El hombre ingresaba al espacio donde las niñas dormían para tocarlas y hasta les dejaba pornografía infantil en la computadora de la casa.

 

"Al principio para nosotras era como un descubrimiento, como que él se había olvidado eso abierto en la PC y nosotras lo veíamos. Eramos muy chicas y no nos dábamos cuenta. En realidad, más grande, ya con mis propios hijos, me di cuenta que él estaba tanteando el terreno. De hecho terminaba sentado viendo eso, conmigo sentada en su falda. La verdad que no recuerdo si en ese momento también me tocaba", recordó.

 

En la quinta.

 

Cuando la víctima ingresó en la adolescencia las cosas se pusieron más complicadas, pues M.A.R.G. comenzó a meterse en el baño cuando ellas se duchaban, al punto que la denunciante recuerda que podía pasar días sin bañarse para evitar ese momento. Cuando se duchaba, recordó que trababa la puerta con el palo del lampazo. Todo ante la ausencia de la madre, ya que el abusador se cuidaba de actuar cuando las niñas estaban solas e indefensas.

 

La primera violación con acceso carnal ocurrió un verano, ella tenía 12 años y su familia había alquilado una quinta para la temporada. El abusador ya lo había intentado tiempo antes en la casa, pero tuvo que desistir al escuchar el auto de su pareja y madre de Agustina estacionando en la vereda.

 

Brazos cortados.

 

Para entonces, Agustina ya estaba en el colegio secundario. Un día, en una de sus tantas crisis de angustia, decidió cortarse el brazo con un bisturí. Su madre era enfermera y ese tipo de elementos estaban a mano. Cuando su madre la vio, le preguntó si M.A.R.G. la tocaba y ella respondió que sí. La respuesta de su mamá no fue la esperada: "Me dijo que era una pendeja de mier..., que le quería arruinar la familia", recordó.

 

A partir de allí, su madre la llevó a la casa de su padre biológico. "Golpeamos la puerta y salió la novia de mi papá, y dijo que él no estaba. Mi mamá le pegó un empujón y entramos hasta el dormitorio y él estaba allí. Yo lloraba porque todo y porque no entendía qué había hecho mal para que nadie me quisiera", recordó entre llantos.

 

La laguna.

 

Finalmente, la madre la llevó a la casa de su abuela materna, donde vivió durante algunos meses. Luego de unos días, su madre llamó a la abuela para avisarle que la iba a pasar a buscar a diario para llevarla al colegio. "Me iba a buscar y me llevaba a la laguna, pero yo ya no sentía nada. Solo sentí dolor en la quinta. Le dije que parara porque sentía mucho dolor y entonces desapareció por dos semanas. Entonces me sentí mal porque estuvimos dos semanas a merced de mi mamá. Del auto me acuerdo que tiraba el asiento para atrás. Recuerdo su respiración en el oído y que el pelo de ese lado se me enrulaba y no me gustaba. Sé que me daba asco, sentía olor... No sé cuántas veces", lamentó.

 

A partir de ahí, Agustina comenzó a escaparse de la casa de la abuela para que el padrastro no la encontrara al ir a buscarla. Pernoctaba en la casa de amigas, pero siempre la hallaban. Ya a los 16 años, conoció al que es su pareja actual y se empezó a quedar con él, ya que allí nadie podía ubicarla. Un día al novio le salió un trabajo en la ciudad de Buenos Aires y ella aceptó irse con él.

 

Denuncia.

 

La denuncia penal contra su padrastro recién la presentaría en 2018, cuando su hermana, de la que no había tenido más noticias, la llamó por teléfono desde Entre Ríos, para decirle que iba a quitarse la vida. Ella viajó hasta allí y logró encontrarla en un centro de psiquiatría. Cuando la sacó, la médica le pidió que no la dejara tener contacto con su madre.

 

En esa estadía, su hermana le contó que había hecho una denuncia y le pidió que ella la apoyara haciendo lo mismo. Luego de muchas dudas y charlas con su terapeuta, Agustina decidió denunciar a su padrastro y a su madre por los abusos. Desde entonces, mientras la causa se sustanciaba se desató otro nuevo calvario, no solo por tener que revivir la situación sino por los enfrentamientos que esto generó con la familia materna.

 

"Tuve dos intentos de suicidio. Pero por suerte tuve las armas para sobreponerme, porque tengo ayuda, terapeutas, mi pareja y sobre todo mis hijos, con los que estoy disfrutando de verlos crecer, de ver cómo es una niñez sana, normal", contó. Su hermana no pudo desvincularse de la madre y terminó retirando la denuncia. De lo poco que sabe de ella es que reiteradamente ingresa y sale de tratamientos psiquiátricos. Su madre tuvo un hijo con M.A.R.G., su medio hermano. "Mi temor es que él esté pasando lo mismo que yo", lamentó.

 

Condena y sobreseimiento.

 

El 27 de julio, el juez Carlos Alberto Besi, de Santa Rosa, condenó a M.A.R.C., a 14 años de cárcel. El magistrado dio por acreditado que el acusado, sin poder precisar fechas, en reiteradas oportunidades abusó sexualmente de Agustina, desde los 8 hasta los 12 años, mediante caricias, tocamientos, manoseos en todo su cuerpo (partes íntimas), por arriba y por debajo de la ropa, masturbándose cuando ella estaba acostada en su habitación, y luego entre los 12 años y 16 años, aproximadamente, con acceso carnal vía vaginal.

 

"Los hechos de tocamientos ocurrieron en el interior de la vivienda donde convivió el núcleo familiar (...) siempre aprovechando cuando la madre no se encontraba (...); mientras que el acceso carnal ocurrían en una quinta, en la laguna Don Tomás, todos lugares de esta ciudad de Santa Rosa, en circunstancias cuando la llevaba o iba a buscar al colegio, al club", sostuvo Besi.

 

Respecto a la mamá de Agustina, el juez acreditó pese a haber tomado conocimiento de los abusos directamente por parte de su hija "no hizo nada al respecto, ni si quiera realizó acciones de protección alguna para con la menor, no creyéndole sobre lo contado y aquí denunciado".

 

Sin embargo, a esta última la sobreseyó dado que el delito de encubrimiento, penado con seis años de cárcel como máximo, había prescripto al momento de la denuncia, pues desde la última violación hasta la presentación judicial de Agustina, había transcurrido más del tiempo máximo de prisión previsto para ese delito.

 

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