Cambiar para que haya continuidad
SEÑOR DIRECTOR:
Los norteamericanos terminarán de votar hoy y puede que consagren al primer presidente de piel negra, con conocidos ascendientes africanos.
La elección en el poderoso y gravitante país del norte interesa en todo el mundo, precisamente por su poder y su capacidad de influir en los acontecimientos de cualquier lugar del planeta. Decir esto no es emitir una opinión sino dar cuenta de un hecho.
Puede decirse, asimismo, que siempre ha sido así. Si Estados Unidos es hoy una "potencia imperial", esto es, la más fuerte económica y políticamente del globo, se repite el fenómeno propio de todas las naciones que han ejercido esa supremacía a lo largo de la historia. En el caso de Roma, el primer imperio propiamente dicho, las noticias metropolitanas llegaban con tardanza a los pueblos de su dominio, detalle que podía atemperar las reacciones, pero que no disminuían el interés de la gente de opinión. La noticia tardía siempre era digna de análisis, porque el suceso de que daba cuenta permitía ver qué curso dominante seguían los acontecimientos y qué podía esperarse para la suerte local. Otro tanto sucedió cuando hubo una España imperial y, con mayor énfasis, cuando hubo un Reino Unido imperial. En otra medida, habitualmente pasa lo mismo en la relación entre la zona metropolitana de cualquier nación y su interior. Donde está concentrado el poder económico y el político se decide gran parte de la suerte de las comunidades y, en su medida, de las personas individuales. No fue muy distinto lo sucedido cuando Roma volvió a ser el ombligo del mundo, durante el largo predominio de una iglesia, la cristiana. El poder del papado no se limitó a lo religioso o lo espiritual, sino que gravitó política y económicamente y fue factor de la suerte de comunidades e individuos.
No es mi propósito reflexionar acerca de los imperios sino sobre algunos de los efectos que se esperan o que esperan algunos del resultado del voto que se completa hoy (pues comenzó hace semanas según una modalidad de esa nación). Hay quienes relacionan la posibilidad de triunfo de Obama con su propia idea acerca de los cambios convenientes. Los hay que suponen que habrá grandes cambios en el propio territorio de Estados Unidos y los hay que los esperan para aquellos lugares donde el poder imperial se hace sentir o ha dejado huellas todavía visibles. Hay quienes suponen que el ascenso de un mestizo es, en sí mismo, un hecho capaz de generar novedades a la medida de las expectativas de su esperanza o su temor. A mi modo de ver, la importancia de un triunfo de Obama se limita al hecho de que es un hombre de piel negra, aunque no es un negro cien por ciento. Los mestizos han tenido un papel desde los orígenes de la Unión, pues éste es un país de inmigración caudalosa. Los negros no llegaron voluntariamente, sino que fueron importados en condiciones de esclavitud. Hasta hace poco más de medio siglo, la sociedad "blanca" los diferenciaba externamente. Los nazis hicieron lo mismo con los judíos, obligándoles a llevar ciertas marcas visibles de identificación. Los norteamericanos liberaron a los esclavos desde la presidencia de Lincoln, pero los redujeron a una suerte de ciudadanos de segunda categoría, hasta el extremo de limitar o prohibir su presencia en ciertos lugares y en medios de transporte. Una organización racista, el Ku Klux Klan, sigue vigente hasta nuestros días, aunque con un poder crecientemente disminuido.
Obama, de ganar, no llegará a la presidencia en representación del poder negro. Lo hará como un ciudadano de los Estados Unidos, como tantos otros mestizos llegados al poder económico o político. Ha asumido las tradiciones de la nación, no las de la negritud. El mundo no debe esperar otra cosa, aunque siempre es posible que la circunstancia personal de Obama, de ganar, determine estilos y genere proyectos que abran camino a cambios valiosos para todos.
Atentamente:
JOTAVE
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