Viernes 09 de mayo 2025

El pobre bueno es el pobre solo

Redacción 06/11/2009 - 01.28.hs

"Gracias Morales, por vos conocí todo lo que hace la organización Túpac Amaru en Jujuy". Esta frase pudo leerse días atrás entre los comentarios de la noticia sobre el escrache que sufrió el legislador radical jujeño en su provincia. El autor de la ironía, con una altura que generalmente está ausente en los espacios de opinión de las noticias por internet, aludía así a la caza de brujas que el propio Morales inició cuando acusó directamente de ese ataque a la dirigente social Milagros Sala, líder de un movimiento social que ha provocado una verdadera revolución en la forma de encarar la asistencia social y la inclusión de los pobres en esa provincia.
El lúcido lector no fue el único que pudo acercarse e informarse sobre la acción de la organización Túpac Amaru. La demonización de esa organización popular que hizo Morales sirvió para que miles de argentinos se informaran y tomaran nota que allí, en Jujuy -la provincia a la que, cuando se le visita, se recuerda luego por sus maravillas naturales y su pobreza-, una mujer pobre de 46 años lidera un movimiento que construye viviendas, escuelas, un centro de salud con un tomógrafo de última generación, un centro de rehabilitación para chicos con discapacidad, fábricas textiles, siderúrgicas, dieciocho polideportivos, uno de ellos con una pileta climatizada, etc. etc.
La Túpac Amaru lleva construidas 3.000 viviendas con fondos públicos pero, a diferencia de las empresas contratistas que le cobran al estado ciento diez mil pesos por vivienda y emplean a un trabajador y medio por casa, la organización social le da trabajo a tres obreros por vivienda construída a poco más de 70.000 pesos cada una.
Esta gestión eficiente de los recursos que recibe del estado como organización cooperativa es la clave de su éxito. El producto se reinvierte en infraestructura social y en la inclusión de pobres a través del trabajo y la capacitación laboral. En sus talleres textiles se fabrican guardapolvos, toallas, sábanas, el producto de esa producción forma parte de los recursos que se destinan a programas sociales.
Para quien ha vivido en la Argentina y ha visto los violentos escraches que las organizaciones ruralistas realizaron contra legisladores que no adherían a su rebelión fiscal, el escándalo que hizo la prensa que toleraba y justificaba esos escraches por la denuncia de Morales, despertaba sospechas. ¿Por qué ahora esta forma de repudio escandaliza a la prensa y antes no?
La explicación podía hallarse en la saña con que la prensa monopólica trata de morder todo flanco del gobierno desde que se la hirió de muerte con la ley de Medios y antes, con la nacionalización de la transmisión del fútbol.
Pero tal vez la explicación que más acertadamente define esa rabia contra la organización Túpac Amaru, es la que alude a la contradicción de quienes muestran la miseria y la pobreza pero se escandalizan cuando desde esa miseria salen organizaciones que intentan despertar a una sociedad que tolera la injusticia.
En estos días esta contradicción ha sido expresada por la presidenta al acusar a quienes "muestran a los pobres cuando están solitos y llorando, pero los critican y los tildan de revoltosos cuando se organizan para reclamar". Es que, en realidad, el pensamiento de quienes así hablan de la pobreza pero la critican cuando se organiza no es contradictorio con sus fines: saben que "la organización es la clave para salir de la indigencia y la pobreza" y ellos están convencidos que los pobres son un "mal necesario" al que se puede asistir con beneficencia pero nunca sacarla de su sumersión pues cumplen un papel como ejército de desocupados para regular salarios a la baja.

 


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