Mojando la oreja al que conduce
SEÑOR DIRECTOR:
Entre las noticias de la crónica roja de sucesos del tránsito, el lunes pasado se conoció el caso de un hombre que caminaba por el medio de la ruta 35, en un acceso a Santa Rosa, en horas de oscuridad y de mucho movimiento de vehículos. Alguno de los automovilistas que observaron su comportamiento pasó aviso a la policía, pero antes de que ésta llegara al lugar otro conductor embistió al peatón y le causó heridas mortales.
Todo el que conduce automotores tiene experiencias de este tipo, aunque por fortuna casi siempre ha podido evitar la tragedia. Se sabrá o no se sabrá qué le pasaba a la persona que fue embestida por aparecer en un lugar donde no debía estar. Algunas conductas se deben a problemas mentales que generan confusión y apartan de lo prudente. Lo que los automovilistas tienen observado (y que toman en cuenta, o deberían hacerlo) es que sigue habiendo peatones que parecen resistir al disciplinamiento que impone la realidad del tránsito en nuestros días. En las calles de la ciudad se ve siempre que hay vecinos, predominantemente de altas edades, que cruzan de vereda por afuera del sector peatonal, en cualquier altura de la calle, y a veces en diagonal. Alguien ha pensado que se trata de una conducta residual, forjada en los tiempos en que el movimiento de vehículos era escaso y cuando los conductores no estaban devorados por esa suerte de ansiedad de estos tiempos que les hace andar por encima del promedio permitido, siempre tratando de sobrepasar al que va adelante. Los hay que dan bocinazos a quien no se aparta y los hay que no dan paso porque no corresponde o porque no están atentos al mal comportamiento ajeno. Ya tienen bastante con estar mirando al peatón, al ciclista y al motociclista, que pueden hacer lo indebido (aunque no inesperado, a fuer de repetido).
Lo que se ha observado en tiempos más recientes, es que los vecinos que salen a caminar o a correr, lo hacen por las colectoras de las vías principales, como si se tratara de pistas que les están ofrecidas. Esta conducta puede originarse en la falta de sendas propias para esa actividad física, tan conveniente para la salud de quienes se han habituado a caminar o trotar. Resulta llamativo que en accesos muy bien ejecutados, a mucho costo, se haya omitido generar sendas para bicicletas y recorridos para quienes salen a andar por sus pies, pero eso no quita sorpresa al comportamiento de los que se apoderan de la vía pública y parecen marchar en son de desafío al automovilista. Hay casos en los que la senda sin riesgos existe, no obstante lo cual hay quienes mantienen su preferencia por el asfalto. Las normas de tránsito rigen también para el que camina o corre para mantener su cuerpo en buen estado y para toda persona que deba cruzar una calle, pero se cree observar cierta negligencia de los controles cuando se trata de peatones.
Creo que hemos estado mejorando en estas conductas. Veo que los conductores entienden que cuando manejan no hay otro tema para ellos. Se observa mejor conocimiento de las normas de tránsito (aunque hay resistencia al uso de las luces en las carreteras y de los límites de velocidad cuando se alejan de poblado, aparte de que siguen circulando muchos esperpentos mecánicos, que parecen moverse por milagro). Puede creerse que más de uno de quienes se atienen a la letra del código entienden estarse protegiendo en su cuerpo y en su vehículo, pero así son las cosas humanas y la conducta ordenada y prudente debe ser celebrada sin indagar demasiado en las motivaciones íntimas. Importa que se entienda, como base de la propia conducta, que la norma no está puesta para molestar a nadie sino para bien de todos.
Siempre podrá haber alguien que se eche a caminar por donde no debe, talvez porque ha dejado de tener dominio sobre sus actos. También ese individuo necesita ser protegido por quienes manejan, porque son éstos los que tienen la máquina que puede matar.
Atentamente:
JOTAVE
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