La vida cuando sólo es una incomodidad
SEÑOR DIRECTOR:
No es grato leer noticias como la que hace conocer que una mujer joven, estudiante universitaria, al saberse embarazada elimina a la criatura nonata, la convierte en contenido de una encomienda postal y la remite al presunto copartícipe de la gestación para que se haga cargo de desaparecerla. El destinatario busca quitarse de encima esa cosa abusiva que ha querido meterse en su existencia, y la arroja un baldío.
El feto no desaparece. Alguien lo encuentra y la acción retorna a los personajes que ensayaban salirse de escena, al tiempo que hacen su aparición la policía, la justicia y el coro.
Sorprenderá esta mención al coro y debo explicarla. En los orígenes del teatro, en la Grecia los siglos VI y V a.C. había un protagonista y un conjunto de actores que recitaban la parte lírica destinada a comentar la acción: el coro. Con el tiempo, apareció un segundo actor (el deuteragonista) y un tercero (triagonista). En la medida que crecía el número de actores, disminuía la importancia del coro. El papel de éste era la plegaria y la invocación (restos de su origen religioso), pero incluía igualmente una suerte de diálogo entre el protagonista y el coro, cuyo papel central (según Barthés) era interrogar al personaje y a sí mismo. Preguntaba el porqué de la acción referida, luego relacionaba el hecho particular con los dioses (lo permanente, lo que impone una la ley inexorable) y, al cabo, se volvía sobre sí mismo, pues necesitaba que se supiese que el suceso no le era extraño, que nada de lo que hagan o les pase a otros hombres le es extraño o ajeno.
La historia del teatro refiere que el coro perdió importancia al crecer el número de actores en escena, pues el drama, desde entonces, incluyó el relato del hecho y se hizo cargo de los interrogantes y de la necesidad de entender la conexión del suceso con el todo, en especial cuando el "crimen" (el caso) afectaba a una pauta reguladora de la vida, por lo que se necesitaba una explicación o, en casos, alcanzar el consuelo de que el trasgresor tuviese debido castigo. Me ha intrigado esta desaparición del coro y eso me llevó a pensar que la parte sustancial de su papel pasó a la comunidad. El corifeo, que más que conducir al coro lo asumía y obraba por él, puede estar representado por los medios de comunicación, que son los que dan cuenta del caso y se anticipan a formular las preguntas habituales. A veces los periodistas ensayan conjeturas, pero cuando cumplen su papel hacen de puente entre los actores (el criminal, la policía, la justicia) y el público, el pueblo, la comunidad, interrogando y hasta cuestionando las respuestas y las actitudes que asumen los que investigan o procesan y la multitud. La idea es que el teatro es una de las formas y figuras que toma el acontecer humano. Y que ahora podemos hablar sin metáfora del teatro del mundo, aunque ya no tengamos tan clara conciencia de un papel que seguimos representando.
Tenemos a un protagonista. Una muchacha de 18, con una carrera universitaria por completar y con todo un proyecto de vida que supone demorar la adultez. El adulto está signado por su responsabilidad de atender una tarea hogareña, que incluye obligaciones de gestación, crianza, cuidado y demás acciones que concurran a dar la seguridad posible a su o sus criaturas, porque así lo impone la naturaleza de nuestro existir y de la vida toda: que el individuo sea eslabón pero tenga conciencia y asuma responsabilidad por la cadena. La tragedia comienza con una transgresión a esa ley capital y condicionante (para la totalidad de los vivientes). Surge el segundo actor, el que intervino en la gestación, pero tampoco se declara preparado y corre a esconder lo que el tango llama "las pruebas de la infamia". El coro se pregunta si la transgresión tendrá castigo, en qué consistirá el castigo y qué le cabe esperar (a cada mujer y cada hombre) a partir de la resolución que tenga ese crimen.
Atentamente:
JOTAVE
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