Haciendo historia
La costumbre ha hecho que la memoria se subordine, en muchos casos, a cierta idea de las matemáticas que juzga más adecuados los aniversarios múltiplos de diez o de cinco que los que lo son por tres o cuatro (y ni qué hablar de los que caen en años que son números primos, no divisibles más que por sí mismos o por la unidad que suelen pasar sin pena ni gloria). Esa convención -podría decirse, cartesiana- a transformado en natural que se destaque más un décimo que un onceavo aniversario aún cuando en esa efeméride no pueda reconocerse una periodización más allá de la que deviene sólo del simple paso del tiempo.
Siempre que se recuerda un aniversario, en cierta medida, se está haciendo una historia pues el simple recuerdo de la fecha fundacional lo es. No obstante los historiadores han advertido que tratar de entender los procesos históricos atándose a la coincidencia matemática de las fechas puede resultar insuficiente cuando no frustrante. Por eso han intentado escapar a esa costumbre que los obliga a dividir la historia en cantidades de años múltiplos de diez y postulan una forma de entender los períodos, encadenándolos por acontecimientos o procesos epocales, más que a cifras redondas. Así, prefieren decir que el siglo XIX finalizó, históricamente hablando, en 1914 cuando se desata la primera gran conflagración mundial y no en 1900 cuando en efecto terminó para la cronología atada a las matemáticas.
Los periodistas, como soldados de primera línea de fuego en la construcción del relato histórico, han estado también atados a esa costumbre de recordar los aniversarios de los acontecimientos a la vieja usanza, haciendo "anuarios" todos los 31 de diciembre, o publicando suplementos cuando la efeméride termina en cero. Es una forma cómoda aunque limitada para hacer balances o recopilaciones históricas.
También son afectos a recordar sus propios aniversarios matemáticamente dándole más importancia, como en nuestro caso, más al aniversario 75, que se cumplió en año pasado, que a los 76 que hoy se cumplen de la fundación de esta hoja.
Tal vez es por eso que la recordación de este nuevo año cumplido por quienes continuamos la labor del fundador, no tenga los fastos que se vivieron el año pasado cuando se editó la historia del proceso de construcción de La Arena como el medio de comunicación más importante e influyente de la provincia.
No obstante hay este año tal vez más motivos que en el anterior para celebrar la existencia de La Arena como instrumento de control del poder y debate de las cuestiones de interés público. Hubo este año un jury que removió a un mal funcionario que reconoce como primer antecedente la denuncia por este diario de su nefasto papel funcional a la corrupción. Fue la primera vez, en la historia reciente de la provincia de La Pampa que ese instrumento de juzgamiento y remoción de malos funcionarios se puso en marcha para voltear una parte de la maquinaria montada en el Poder Ejecutivo por quienes gobernaron La Pampa creyendo que el ejercicio del la representación ciudadana les daba impunidad.
Ese jury - que tuvo ayer su ratificación por el propio Superior Tribunal de Justicia- aunque no se ha producido en un año terminado en cero ni en cinco, ha marcado a fuego la historia de la provincia. Es también una periodización que no encuentra a este diario en una efeméride matemática, pero sí, por encima de la exactitud de esa fecha, lo encuentra cumpliendo el rol que la sociedad pampeana le ha ratificado día a día en la defensa del interés común.
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