Comisiones de servicio
En estos días se ha sabido que las comisiones de servicio que los docentes prestan en el sistema educativo son más de medio millar. El ministro de Educación, aunque no pudo precisar esa cifra, admitió que el número es elevado y excede todo lo previsto. Para quien no está familiarizado con el lenguaje administrativo del sistema educativo, hablar de una "comisión de servicio" puede no decir nada. Pero en verdad son estas comisiones de servicio uno de los problemas estructurales más serios que tiene el sistema de designación de docentes para dar clases.
Sabido es que los docentes que no tienen titularizadas todas sus horas, esto es, que no tienen estabilidad en su cargo, son la enorme mayoría de los que están frente a las aulas. En un sistema de designación por puntaje, esta situación es una verdadera contradicción pues la lógica indica que al ser el puntaje proporcional a la antigüedad -también a la capacitación que acrediten- los docentes con más años en el sistema deberían estar todos en cargos titularizados y frente a alumnos.
Pero la realidad es otra. Una enorme legión de docentes con elevado puntajes, toma las mejores horas y cargos del sistema pero no para dar clases, sino para "comisionar" y pasar a desempeñarse en tareas burocráticas en la tranquilidad de una oficina, lejos de los alumnos y del arduo trabajo áulico. En muchos casos esta facilidad con la que algunos docentes logran eludir su trabajo y acomodarse en una comisión forma parte de una compleja trama de relaciones políticas y también personales. En otros casos, los menos, se trata de docentes que tienen su vocación volcada a aspectos técnicos, de planificación y que se sienten más útiles en esa tarea que en dar clases.
La pregunta que se hace un ciudadano que se enfrenta a este entrecruzamiento de las tareas docentes y administrativas, es ¿por qué no se crean los cargos administrativos que sean necesarios, se concursan y que se presenten allí, con su puntaje, aquéllos docentes que no sientan vocación, o ganas, o no se crean con la capacidad suficiente para dar clases, y se postulen para estar detrás de un escritorio? ¿Por qué se toman docentes del sistema para cubrir vacantes administrativas condenando a los que realmente tienen que estar frente al aula, a ser eternamente suplentes de quienes hacen abuso de su posición en la lista?
Quien toma horas o tiene un cargo de maestro o profesor, se supone que es para cumplir con su trabajo que es, sin dudas, dar clases. Si quien, aprovechando un sistema tal, no quiere dar clases y busca siempre una excusa para no hacerlo, su actitud atenta contra la promoción y la estabilidad laboral de otros docentes que sí quieren dar clases.
Las más de quinientas comisiones de servicio significan más de medio millar de situaciones de injusticia para doncentes que deben conformarse con ser suplentes de los que comisionan. La solución de esta injusta realidad debería ser un tema prioritario en la conformación de unas reglas de juego claras para todos y, especialmente, para los docentes que la sufren. Si no se hace nada, el sistema educativo seguirá siendo sostenido por los eslabones más débiles de la cadena: el trabajo de miles de maestros y profesores que no tienen estabilidad laboral.
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