Domingo 18 de mayo 2025

Una causa sin políticas

Redacción 15/09/2009 - 01.12.hs

La crisis en la que se encuentra el sistema de guarda y tutelaje de menores en La Pampa ha permitido a quienes se interesan por ahondar en los problemas sociales de nuestra provincia, comprobar, a poco que se investigue sobre el tema, que lo que se denomina "el problema de los menores", no es un problema económico-social como en general se asume, sino que es eminentemente político. O, si se quiere, de ausencia de políticas. O peor aún, de decisiones políticas que llevan a que se creen las condiciones para que haya menores en riesgo (palabra esta que suele ocultar la pesadilla en que se convierte la vida de un pequeño cuando su familia es devastada por la ausencia de posibilidades de trabajo, de atención de las necesidades básicas al margen de la sociedad y condenada a la degradación).
El Estado capitalista, por definición, se desentiende de la "reproducción" de la mano de obra que necesita para funcionar. En su perversidad, la política capitalista es aprovecharse de esa fuerza de trabajo pero no contribuir a su creación, formación y mantenimiento sino mínimamente. Son las familias asalariadas y el trabajo de los padres o hermanos mayores quienes deben proveer el sustento, la vestimenta, el alimento, la salud de las nuevas generaciones que ingresarán al mercado laboral a servir al sistema. El Estado capitalista aparece sólo cuando la desocupación y la desigualdad económica aumentan tanto que provocan desastres sociales y esos desastres generan amenazas a la propiedad y la seguridad de los que se mantienen flotando.
Así ocurrió en nuestro país cuando se creo ese movimiento inédito en el mundo y los desocupados salieron a la calle a mostrarle al resto de la sociedad que también eran ciudadanos argentinos pero que se les privaba de todo derecho al negarles un trabajo y condenarlos a la muerte por inanición. El estado creó entonces instrumentos de atención de emergencia -novedosos para la Argentina- y muchos pobres comenzaron a recibir subsidios mensuales de subsistencia.
No fue una decisión política genuina sino una fórmula de emergencia para que esa espantosa realidad que ahora se mostraba no afectara la conciencia de la sociedad. Hasta que los desocupados no salieron a la calle a cortar rutas y calles para hacerse ver y reclamarle al resto de la sociedad por su situación, el Estado hizo como que no existían pese a que las estadísticas mostraban los índices pavorosos de desocupación claramente. Era toda una definición política esa actitud de negar la realidad y actuar políticamente ignorándola.
Esa política de ignorar la realidad social tiene desde hace años otras víctimas silenciosas. Son las madres condenadas a sostener a sus familias solas, abandonadas por los padres de sus hijos y por un Estado que no toma nota de la magnitud de ese comportamiento socialmente tolerado, judicialmente ignorado y políticamente baldío. Un Estado y su clase política que, no obstante, atiende la misma situación cuando se presenta en la clase media al negar la situación de proveedor del estado a los deudores de alimentos, pero no es capaz de instrumentar asignaciones por hijo a las madres que son abandonadas y cumplen con la patria y el sistema capitalista, proveyendo ciudadanos y mano de obra barata a su solo costo y sacrificio.
Esta enorme legión de silenciosas y silenciadas madres solas con hijos no encuentra defensores ni canales de expresión ni representantes políticos que hagan de ella una bandera.

 


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