Lunes 09 de junio 2025

Solo queda desearnos más que mucha suerte

Redacción 24/10/2011 - 07.34.hs
Modesto Morrás - Vaya si es arduo y arriesgado escribir sobre algo que no puede eludirse por estar en el ánimo de todos los argentinos pero, por esa su suprema importancia, el columnista no puede eludir. La gran cuestión reside en que toda referencia o comentario que finalmente se esboce, serán anacrónicos porque el lector, al tener a la vista estas líneas, ya conocerá resultados que eran todo un enigma (por lo menos en algunos niveles) al instante en que eran tecleadas. Dada una acostumbrada modalidad de trabajo, la columna tuvo elaboración cuando estaba en plena marcha la concurrencia de electores en número, por apreciación visual del que firma, que parecía exceder a todas las elecciones anteriores.
Pero hay una ignorancia que comparten lector y escriba. Tal el resultado práctico de esta consulta popular. Dicho más claro, en qué medida lo que viene después, el ejercicio del cargo, tiene relación con las promesas formuladas por los candidatos. No es secreto que hay situaciones dadas, ratificatorias de que el mundo político no tiene la monopolización del poder. Hay sectores determinados, mencionados en general como "las corporaciones", que sin el aval de la opinión ciudadana (no lo necesitan ni se desviven por ese sustento) tienen muy alta influencia en el quehacer institucional.
Dentro del vigente sistema, la ciudadanía, como lo dijera Trilusa en uno de sus célebres sonetos referido a "la política italiana" pero no distinta a casi todo el resto del mundo, sabe de esa inferioridad y, en lo posible, trata de amoldarse a una conocida situación. Así lo describe en una familia con miembros de opiniones y militancia muy variadas, pero que a la hora en que "mamá nos llama porque ya cocinó los macarrones", unificaron todos el programa.
En otras ocasiones y sin desconocer esa presión sectorial, son los propios ungidos por el voto los que se muestran prestos a satisfacer las exigencias de esos grupos de tan escaso número como de muy amplia capacidad convincente. Allá por 1958, verbi gratia, hubo un presidente que a poco de comenzar su mandato y entrevistado por un corresponsal extranjero acerca del vuelco (algunos lo calificaron de "traición") que experimentara con relación a sus discursos y compromisos preelectorales dijo, muy suelto de cuerpo, que en Argentina "es tan difícil llegar al gobierno con un programa conservador, como mantenerse en el gobierno sin ser conservador".
Se trataba, entonces, de la más saliente defección que, con los años, sería ampliamente superada. En los '90, el jefe de Estado ya en funciones expresó que no podría haber anticipado lo que iba a hacer en el gobierno porque, en el caso, no lo hubiera votado nadie. Pero si allí fue bien autoseñalado el actor principal de esa traición a la expectativa incluso de quienes no votaron por tal personaje, no debe omitirse que en su funesta gestión lejos estuvo de ser un navegante solitario. Todas las medidas que adoptara en perjuicio del país y que por muy conocidas no sería oportuno repetir aquí, tuvieron la entusiasta compañía de una dirigencia que desde el Congreso o las gobernaciones, se sumaran a esa sucia empresa de liquidar el patrimonio popular y a hipotecar al país por un plazo más que dilatado que aún persiste y no se sabe por cuantos años más.
Con estas dolorosas experiencias, la mayor aspiración ciudadana consiste en que más allá de lo que en números revele la jornada cívica de ayer, aquellas frustraciones no se repitan. En el orden nacional, ese riesgo aparecería menor en función de la continuidad que ya anticipadamente, se daba por segura con las primarias de agosto. Cabrían algunos reparos a una política de acumulación que integra a figuras más que comprometidas con aquella aciaga última década del siglo reciente. En el orden provincial el panorama es más que incierto. No entusiasmaría demasiado una ratificación del actual gobierno que, hasta para las propias huestes, estaría muy lejos de acercarse a lo simplemente aceptable. En cambio, a la vez, encierra toda la incertidumbre propia de una fuerza que no ha podido exhibir su capacidad para tomar el timón de la cosa pública pampeana.

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