Un triunfo histórico, pero para la derecha es pura propaganda
Cristina Fernández de Kirchner rompió dos récords: es la primera mujer presidenta que es reelecta en la historia del país, y obtuvo el mayor porcentaje de votos que logró un mandatario nacional desde la recuperación democrática de 1983.
IRINA SANTESTEBAN
Salvo la fórmula Juan Domingo Perón-María Estela Martínez de Perón, que el 23 de septiembre de 1973 ganó las elecciones con más del 60 por ciento de los votos, ningún presidente obtuvo en la Argentina el porcentaje que consagró el domingo a Cristina Fernández de Kirchner como la primera mujer presidenta reelecta de nuestra historia, con un caudal de sufragios que llegó al 54 por ciento.
Hace 28 años, el 30 de octubre de 1983 se realizaron unos comicios históricos porque pusieron fin a la dictadura militar-cívica que había dado el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, y consagraron al padre de Ricardito Alfonsín, como el presidente que recuperaba la democracia luego de la noche del terrorismo de Estado. En esa oportunidad, Alfonsín llegó al sillón de Rivadavia con algo más del 51 por ciento de los votos.
¿Qué pasó con el electorado argentino, para que votara masivamente a esta mujer, que luego de asumir como presidenta en diciembre de 2007, tuvo que soportar al año siguiente el peor conflicto sectorial que la llevó a un escaso 20 por ciento de imagen positiva en la consideración pública?
Para los peronistas kirchneristas, los de paladar negro y los que se subieron apurados al tren a último momento, es por los buenos resultados de su "proyecto nacional y popular". Otros, más independientes y que ven los límites del "modelo", la votaron porque los otros candidatos representaban la vuelta a las viejas recetas del ajuste y las "relaciones carnales". Los antikirchneristas se dividieron entre Eduardo Duhalde o Ricardo Alfonsín, los más derechosos, mientras que los más "progresistas" optaron por el socialista Hermes Binner.
Sin explicación.
Para los columnistas de los medios hegemónicos, furiosos antikirchneristas desde la sanción de la democrática Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ha sido muy difícil explicar esta aplastante victoria de Cristina, que ya se daba como un hecho luego de las elecciones primarias del 14 de agosto.
Otro punto a favor de esta primavera democrática, ha sido la puesta en práctica de la reforma de la ley electoral, que otorgó a todos los candidatos presidenciales el mismo espacio televisivo en los canales de aire y de cable y en las radios, algo que nunca se había visto en pasadas elecciones. Antes los partidos mayoritarios copaban los anuncios pagos por televisión, y las agrupaciones chicas apenas conseguían unos pocos segundos para desarrollar sus propuestas.
En esta oportunidad se pudo ver en igualitarios spots televisivos a candidatos como Jorge Altamira, del Frente de Izquierda; a Alberto Rodríguez Saá, el puntano del Compromiso Federal; a la propia Elisa Carrió, adjudicándose los logros que puso en práctica el kirchnerismo (la Asignación Universal por Hijo, la nulidad de las leyes del perdón a los genocidas, etc.); a Ricardito Alfonsín, gritando como nunca se lo había visto y dirigiéndose a la presidenta con una falta de respeto que más que indignar, causó gracia.
Todos tuvieron la posibilidad de mostrar sus candidatos y sus programas, y aunque la propaganda del Frente para la Victoria fue muy superior, por la calidad y veracidad de las historias que contaba, el espacio del partido del gobierno fue el mismo que el de las otras seis listas opositoras que competían.
"Autoinvención".
Beatriz Sarlo, intelectual de vasta trayectoria primero en la izquierda y actualmente en sus columnas del diario La Nación, intentó explicar el lunes siguiente al triunfo de Cristina, que el resultado electoral era fruto de una muy inteligente operación propagandística, a la que llamó "Victoriosa autoinvención".
Para Sarlo, la clave de la victoria cristinista se trató de una cuidada maniobra que incluyó como liturgia la viudez de la presidenta como el principal motivo que habría llevado a más de diez millones de argentinos y argentinas a votarla; el discurso hacia las clases medias con una crítica a los sectores más duros del sindicalismo; o la utilización del creciente protagonismo juvenil, que para ella es una especie de "guardia pretoriana" como llama a la agrupación La Cámpora, creada por Máximo Kirchner, entre otros hechos. Algunas argumentaciones de Sarlo tienen agudeza, pero están malogradas por un rechazo visceral a la figura de la presidenta, rayano en el gorilismo más tradicional de las clases ilustradas argentinas.
Lo gracioso es que la mayoría de los comentarios de los lectores digitales de La Nación, es crítico de la columna de Sarlo y del propio diario.
Uno de estos comentaristas se pregunta cómo es que la muerte de Néstor Kirchner le sirvió tanto a Cristina, y no le sirvió para nada al candidato de la UCR, en relación a la utilización que hizo Ricardito de la muerte de su padre, el ex presidente. Esta postulación radical fue una evidente operación de "portación de apellido", en la que el candidato llegó a declarar en una oportunidad a la prensa que "usaba los trajes de su padre".
Contacto personal.
Es cierto que esta Cristina no es la misma de 2007, en esa campaña la hoy reelecta presidenta priorizó los viajes a España, y casi no hubo actos ni contacto directo con la gente. Sus detractores la llamaban la "Reina Cristina" y criticaban duramente sus zapatos stiletto y sus exclusivas carteras Luis Vuitton.
Hoy Cristina sigue usando un guardarropas finísimo y exclusivo, pero además de convocar a actos multitudinarios, aprendió que todo presidente que quiere ser amado por su pueblo, debe tener un fluido contacto con él.
Y así, en todas sus apariciones, se acerca y saluda a la gente. Para Sarlo, su afectuosidad y dulzura, son imposturas electorales; si llora, está sobreactuando su dolor como viuda.
Cristina es una inteligente mujer capaz y con mucha decisión, que aprendió de una dura experiencia política cual fue la maniobra destituyente de 2008 y de un mucho más duro golpe, hace mañana justo un año, cuando perdió a su "compañero de toda la vida", como le gusta a ella llamar a su esposo fallecido.
Plaza de muchos.
La Plaza del domingo a la tarde-noche, fue una plaza de alegría, es cierto, pero también fue una plaza pensante. Todos las personas entrevistadas, varones o mujeres, jóvenes o más maduros, que manifestaban su apoyo a la presidenta, hacían referencia a las buenas políticas de estos cuatro años de gobierno: los juicios por los derechos humanos; la jubilación para los que nunca habían podido aportar y el aumento real de las jubilaciones mínimas; la Asignación Universal por Hijo; el apoyo a la cultura y a la ciencia; el aumento al presupuesto educativo; etc. Esas fueron las cosas que resaltaban quienes fueron a la Plaza de Mayo, histórico punto de encuentro de las protestas y las movilizaciones en Buenos Aires, con sus familias, sus hijos y sus banderas.
El discurso de la presidenta fue esperanzador. Aunque siempre que puede les pide "prudencia" a los trabajadores, es de esperar que en estos cuatro años las exigencias sean para el lado de los empresarios y banqueros que tanto dinero han ganado y siguen ganando. Cristina dijo que no era "neutral", que siempre iba a defender "políticas de inclusión" y a los más vulnerables.
Para los trabajadores, esa defensa está en el trabajo decente y con salarios dignos; en que los hijos de la clase obrera tengan acceso a educación de calidad; a la salud y educación públicas, con buenos salarios para maestros y médicos; a que se terminen los negocios inmobiliarios de las grandes corporaciones y se encaren políticas oficiales de construcción de viviendas populares; en la recuperación del tren como transporte popular y de carga, que a su vez traiga mayor seguridad vial; en aprobar la ley de reparto de las ganancias, como dice la Constitución Nacional.
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