Miércoles 14 de mayo 2025

La Arena, único medio argentino invitado en Irán

Redacción 11/02/2011 - 00.58.hs
Diez periodistas latinoamericanos, entre ellos uno de LA ARENA, fueron invitados por el gobierno de Irán a presenciar los festejos del 32º aniversario de la revolución que derrocó al régimen de Reza Pahlevi.
EMILIO MARÍN
(Especial desde Teherán, Irán). Qué suerte que la diferencia horaria entre la capital de Irán y la Argentina, de 6 horas y media, favorece que a las 21 horas del jueves 10 de febrero de 2011 esté tipeando en la notebook estas primeras impresiones y la nota pueda llegar a tiempo a la redacción. Cuando trabaja normalmente en el país esta hora sería prohibitiva. Quedaría fuera del cierre. Pero esta es una ocasión especial: invitado por el gobierno de la República Islámica de Irán, el cronista va escribiendo a sabiendas de que el tiempo corre a su favor.
A pocas horas del arribo no hay muchas cosas importantes para cronicar, pues lo trascendente comenzará el 11 de febrero, con los festejos del 32° aniversario de la revolución que derrocó al sha de Persia. Por su filiación política, económica, militar e ideológica, bien podría decirse que Mohamed Reza Pahlevi era sha de Washington.
El viernes será un día para poner toda la atención en lo que ocurra en Teherán, de apreciar quién habla, si Mahmud Ahmadinejad, el presidente reelegido en 2009, o bien otro dirigente político o alguno de los ayatolas del Consejo Supremo o incluso el líder máximo de este orden islámico, el ayatola Kamenei.
Los anfitriones iraníes son sumamente reservados. No largan prenda sobre esos aspectos de los actos y celebraciones, no dicen quién hablará ni si habrá también un desfile militar, como ha ocurrido otras veces según se pudo leer después en Argentina.
Ese secreto es una de las tantas cosas que critican las agencias noticiosas internacionales que operan en sintonía fina con Estados Unidos. Pero este cronista, que sufre en carne propia esa falta de información o de anticipación, ni siquiera asegurando el off the record, entiende perfectamente que el país persa debe ser muy discreto y aún blindar el corazón de esa información política. Es que Irán fue sentado de prepo en el "eje del Mal" por George Bush siendo presidente norteamericano en 2002. Y desde entonces fue objeto de todas las campañas demonizadoras y de creación de "opinión pública" favorable a una agresión en su contra.
Y viendo las municiones que Estados Unidos usó y usa en Irak y Afganistán contra estos otros compañeros de silla en el mencionado "eje del Mal", es lógico que el gobierno de Ahmadinejad se cuide y tome sus precauciones.
Hasta este momento hay diez periodistas latinoamericanos en Teherán, llegados por invitación para cubrir los eventos del aniversario de la Revolución. De Argentina sólo dos, el secretario general de la agencia Télam, Fernando del Corro, y el enviado de LA ARENA. Completan el reducido grupo un colega uruguayo, Juan Pedro Ribas y otros de Colombia y Ecuador.
Esa sola descripción deja traslucir que no parece muy rentable políticamente hablando cubrir eventos en la lejana Persia, que tiene tan mala prensa en Argentina y la región debido justamente a las campañas de la SIP y los medios dependientes de la ideología e intereses del imperio y de Israel.

Una vasta cultura.
Irán tiene una cultura de miles de años, pudiendo competir con los chinos, por ejemplo, en quién estuvo antes sobre la tierra, claro que con otros nombres y en otros estadios civilizatorios. Cuando los iraníes pueden enlazar sus antecedentes de pueblo guerrero, lo hacen. Y cuando deben admitir que el macedonio Alejando terminó venciéndolos en el campo de batalla, precisan que luego aquél se enamoró de Persia y terminó gobernando como si fuera un persa, casado con dos mujeres de aquí.
Teherán es la capital, pero no de siempre sino de los últimos 300 años. Está ubicada en un cuadrado de 50 kilómetros de lado, dentro del cual viven y laboran casi 10 millones de habitantes. Es una hermosa ciudad rodeada de montañas.
Aunque un día de estancia no es medida para dar opiniones concluyentes ni bien fundamentadas, sí se puede decir que quienes viven aquí son personas por lo general bien educadas. Y no se refiere al empleado del hotel Homa, que obviamente debe atender correctamente a los huéspedes, sino en general, en otras oficinas que se han visitado, en el público que debía responder cada rato a las preguntas del chofer y del intérprete. Estos, en la madrugada, no encontraban el camino correcto al Homa y preguntaban muy seguido a la gente que a las 6 de la mañana hacía cola en las paradas de colectivos para ir a sus trabajos o actividades habituales.
Atrás había quedado el elegante Aeropuerto Internacional Imán Komeini, inaugurado hace cuatro años y ubicado a unos 30 kilómetros de la capital. Y en el camino a ese hotel, hubo varias paradas dentro de un tránsito caótico para averiguar cómo llegar. A esa hora de la madrugada los argentinos que esperan un colectivo o tren para ir a trabajar suelen tener otro humor.
Con los periodistas extranjeros, los anfitriones han sido muy correctos. El jueves 10, luego de permitirles un desayuno abundante, los llevaron hasta el ministerio de Prensa e Información y allí les confeccionaron las credenciales para que pudieran hacer bien su trabajo, sin trabas. Lo de siempre: llenado de formularios, la toma de una foto digital y lista la credencial. Ninguna advertencia, ningún pedido, ninguna presión elegante para que los hombres de prensa tomen tal o cual enfoque. Si esta es una "dictadura islámica" lo disimula muy bien.
Por cierto, toman sus precauciones: en la tarde del jueves pidieron que todos los equipos, cámaras, etc, fueran entregadas a un funcionario que las llevará al lugar de las celebraciones y allí las entregará a cada quien.
Un pequeño dato para quienes critican el "machismo" de Irán. En la oficina correspondiente del citado ministerio, quienes atendieron a los periodistas latinoamericanos y entregaron sus credenciales, fueron tres empleadas mujeres. Muy atentas. Las tres con su hiyad o amplio pañuelo negro o azul oscuro sobre sus cabezas, dejando ver solamente sus rostros muy agradables. Observándolas, así como a otras mujeres que fueron llegando con sus trámites al ministerio o que se alojan en el Hotel o que caminaban en la calle, se pueden diferenciar al menos dos grupos. Las mujeres de mayor edad son las que van más tapadas, no sólo en su rostro y cabeza sino algunas con la burka de color negro que les cae por todo el cuerpo hasta los tobillos. Las más jóvenes, en cambio, usan pañuelos más cortos que les tapan sólo la mitad o algo más de la cabeza, dejando al aire sus peinados. Y no hay burka sino pantalones u otras prendas. Puede ser una forma de rebeldía o de decir que ellas no están de acuerdo con esa norma estricta. La cumplen en parte y la van desacatando rulo a rulo, mecha a mecha. Y parece justo.

 

La revolución.
En 1979 los iraníes redoblaron su levantamiento contra el régimen corrupto y entreguista de Pahlevi, patrocinado por las empresas petroleras de Washington y Londres. Lo derrocaron pagando el alto precio de 60.000 muertos, dando comienzo a una república islámica luego de que Komeini lograra la aprobación de semejante cambio copernicano en el régimen político, referendo de por medio. El 1 de abril de aquel año comenzó formalmente el nuevo ciclo.
Inmediatamente después, entre 1980 y 1988, el país fue invadido por el vecino Irak, en los tiempos en que Saddam Hussein era aliado de EE.UU. y recibía armamento químico de manos de Donald Rumsfeld.
Esa guerra dejó 130.000 muertos del lado iraní, según el sheik Abdul Karim Paz (el intérprete, ante la misma pregunta, dijo que los muertos superaban los 200.000). Como fuere, una cantidad impresionante de bajas impuestas a Irán para tratar de impedir que se instalara, con su propio perfil chiíta, en el horizonte del medio oriente, como un sistema nada agradable para la superpotencia mundial.
Todos esos sufrimientos de la lucha contra el sha primero y contra la agresión iraquí posterior, es lo que los iraníes conmemoran todos los 11 de febrero. Ellos están orgullosos de que su país, con una vasta historia y cultura atrás, haya podido progresar económica y científicamente. Parecen ser un pueblo en marcha, que busca su lugar importante dentro del Tercer Mundo, pese a las cuatro rondas de sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas desde 2006 a 2010.
Puede ser que esos avances y logros, en medio del cerco de mentiras y posibles agresiones por parte de Estados Unidos e Israel, hagan que la población se abroquele más en torno a sus autoridades políticas y religiosas. Aún las mujeres que no desearían usar el pañuelo ni la burka, quizás lo ven como un mal menor y mantienen la esperanza de que más adelante podrán lograr más cambios y no sólo de indumentaria.
De los medios de comunicación es poco lo que se puede decir. Los diarios en idioma parsí no son entendibles para uno. Sí lo son algunos programas en radios que van en italiano y otro tanto con informaciones de la TV en el mismo idioma. No es que el cronista hable ni lea ese idioma pero comparado con el persa suena como si fuera cordobés básico. Y lo que se pudo apreciar en ambos casos, de radio y televisión, es que son medios muy politizados. Poca música y mucho texto, con bajada de línea permanente respecto a la rebelión en Túnez y en Egipto.
Como los sucesos del Cairo afectan a Hosni Mubarak y un régimen de mayoría sunnita, quizás por eso mismo en Irán valoran tan positivamente esa insurgencia popular. Como chiítas tienen muchas expectativas puestas en el nuevo gobierno de El Líbano, donde ha crecido la influencia de sus amigos de Hizbollah (Partido de Dios).
Más allá de esas diferencias y luchas entre facciones musulmanas, a este cronista ateo no lo han acosado de ninguna manera. Los islámicos son tolerantes y hacen lo suyo a su manera. En el techo de la habitación del hotel hay como una flecha que parece indicar la dirección de La Meca, para orientar el rezo, y un género y una piedra para esa misma plegaria, amén del libro del Corán en inglés sobre la mesa de luz. La línea parece ser "tómalo o déjalo", sin el estilo cargoso de los evangelistas que tocan el timbre de un vecino más de una vez por semana.

 


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