Viernes 06 de junio 2025

La cola de la lagartija y su afortunada prole

Redacción 10/07/2011 - 03.52.hs

I - El peronismo es hoy como una lagartija a la que le han cortado la cabeza y su cola sigue moviéndose de un lado al otro. Los movimientos de la cola y las soluciones a la crisis que plantea no pueden ser analizados como actos racionales. La racionalidad la perdieron con la renuncia de Verna. Sin cabeza, la cola se mueve, pero no engaña a nadie. Todos saben que esos movimientos son solo el reflejo espasmódico de la decapitación. Al compás de ese movimiento, la cola va diciendo "Campo", "Tebes", "Jorge" pensando equivocadamente que hay racionalidad en lo que dicen y, peor aún, que el acuerdo con Convergencia por el cual la Plural puso el candidato a gobernador, sigue vigente. La cola sabe que no tiene cabeza y que ese acuerdo murió con la renuncia del candidato. Saben que fue una patada al tablero de alguien que no quiso jugar más, y más aún, se quiso llevar la pelota y dejar a su equipo sin juego y al contrario sin rival. Pero el juego sigue y los contrarios van a salir a jugar. Asi que, cuando pegue el pitazo el referí, los de la lagartija van a tener que superar el berrinche del gordito que atajaba los penales, y, con los jugadores que quedan, poner a alguien al arco que se banque los pelotazos de los contrarios y los en contra que lloverán ahora que la camiseta se destiñó. Ese alguien no puede ser el presidente del club, ni el masajista, ni ningún otro. Legalmente debe ser un jugador. Y en la cancha solo está Durango y los diputados provinciales. Cualquier otra solución es ilegal. Cualquier otra salida no es institucional.

 

II - Pero estamos hablando de peronismo en una provincia peronista. Aquí la justicia sabe que su majestad no es todo lo majestuosa que se escribe en las constituciones y que, llegado el caso, no tendrá pudor de bajarse la venda para espiar. De esa ojeada y de la decisión que tome depende su propia supervivencia. Ha ocurrido: cuando la matemática constitucional fue alterada y la justicia hizo la gran Poncio Pilatos, los pampeanos tuvimos reforma constitucional y gobernador ilegales. Más de una década después, habrá que ver si hay plafón para que el avión peronista vuele por encima de la tormenta legal que le llueve el techo y rebusque una salida ilegal a su crisis con la venia de los que, luego de espiar, dirán que el asunto "no es judiciable".

 

III - Mientras, la dirigencia menemista pampeana, reciclada al kirchnerismo, sigue demostrando que el partido justicialista es para ellos no tanto la herramienta de transformación de una idea de distribución de la riqueza, sino una solución de empleo para sus hijos. Empleados en el senado, la Casa de La Pampa u otro cenáculo oficial, esos hijos del poder estudiaron sus carreras universitarias con carísimas becas del Estado. Mientras el resto de los pampeanos hacía el esfuerzo o moría en el intento de mandar a estudiar a sus hijos afuera, ellos, pese a ser ricos funcionarios, se las ingeniaron para no afrontar el gasto extra del estudio universitario de sus hijos. En vez de dejar esos lugares privilegiados en el Estado a los castigados hijos del pueblo, pobres pero inteligentes y estudiosos, y dejar que se cumpliera el sueño de progreso social que el peronismo prometió siempre, rapiñaron esos lugares para su prole que se iba a estudiar a Buenos Aires. Así se ahorraron ese dinero aunque lo hicieron a costa de cerrarle el paso a un estudiante pobre que, resignado, se tuvo que quedar en su casa, se puso a trabajar, o estudió una carrera consuelo en La Pampa.

 

IV - Ahora, recibidos, -olvidadas (o no) sus famosas fiestitas donde no pocos de los (y las) que las frecuentaban llevaban la alegría encerrada en polvo blanco-, encuentran que la vida es más fácil de lo que parecía cuando eran estudiantes VIP del presupuesto nacional. Ahora se encuentran con que el menemismo de sus padres, su complicidad con el modelo que dejó a toda una generación de hijos de trabajadores en la marginalidad, no tiene mayores consecuencias. Ni sus padres pagarán por aquélla entrega y su complicidad, ni ellos sienten vergüenza por eso. Por qué sentirla cuando, con la chapa de hijo de aquéllos entregadores, ahora les ofrecen ser obreros de la construcción del Proyecto Nacional y les pagan varias decenas de miles para que se sumen a la nueva generación llamada a reparar las políticas de entrega del país que tuvo a sus padres como artífices o en primera fila aplaudiendo. (LVS)

 


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