Lunes 05 de mayo 2025

Vale todo, aún un crimen atroz

Redacción 06/09/2011 - 05.05.hs

El enfrentamiento que se desatara entre el gobierno nacional y la gran prensa porteña, principalmente a causa de la Ley de Medios Audiovisuales, ha llegado a una etapa en la que al parecer todo vale y sobre la que no importan ni se reconocen límites éticos. Aunque se ha visto un tanto atemperada por los contundentes resultados de las elecciones primarias, la actitud preponderante en esos medios es la búsqueda y el desgaste del gobierno sin que les preocupe demasiado el orden de prioridades noticiosas, la entidad de los sucesos o, simplemente, si estos son verdaderos o falsos.
El brutal suceso del asesinato mafioso de una niña ha vuelto a actualizar esos abusos. A lo largo del tiempo transcurrido entre la desaparición y el hallazgo del cuerpo buena parte de la prensa, especialmente la televisiva, bombardeó constantemente a la población con una información amarillista, escandalosa, basada en suposiciones, falsedades, tergiversaciones o, simplemente, la necesidad de decir algo que captara la atención y sumara puntos en la guerra del rating. En tal sentido fue paradigmático el conductor Chiche Gelblung quien desde su púlpito televisivo insistió reiteradamente en la motivación sexual del rapto, una suposición que luego se confirmó absolutamente falsa. La desembozada intención en enarbolar con insistencia digna de mejor causa la cuestión de la "inseguridad" llegó al extremo de que algunos canales continuaron difundiendo versiones que ya habían sido totalmente desvirtuadas por el avance de los hechos. Pese a que especialistas en criminología, y la policía misma, insistían en bajar el tono de las consideraciones -muchas de ellas verdaderamente descabelladas y sin asidero-, porque podían entorpecer las investigaciones, la difusión morbosa e irresponsable del tema continuó saturando las audiencias, tanto durante la búsqueda como después del trágico hallazgo del cadáver de la niña.
Semanas atrás se produjo un hecho en parecida perspectiva al señalado. Ocurrió en una pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires, sacudida por lo que al parecer era un suceso atroz: el asalto a una vivienda, durante el cual los delincuentes habían matado una beba de meses. El sensacionalismo de los grandes medios empecinados en castigar al gobierno, inmediatamente volvió a menear un tema: la inseguridad. Se hizo evidente que, al igual que en el caso de la niña asesinada, el fogoneo de ese aspecto buscó conmocionar a la población, con declaraciones de tono político muy subido, con marchas cívicas contra las autoridades que tuvieron considerables picos de violencia. Uno de los principales actores de esa actitud fue el cura de la localidad, alguien que pregona la necesidad de perdón a los genocidas de la última dictadura. Cabe destacar que estas acciones fueron emprendidas en forma inmediata al hecho, sin aguardar conclusión policial o judicial alguna.
Unos pocos días le bastaron al fiscal interviniente junto a la policía local para llegar a una conclusión que, ante las evidencias, refrendó la madre de la nena con una confesión: la criatura había fallecido de muerte natural, pero la progenitora no se atrevió a decir la verdad y armó el embuste que conmocionó al país.
La forma de difusión de ambos sucesos tiene como común denominador el intencionado aprovechamiento de la sensibilidad popular, aún al precio de sacrificar la búsqueda de la verdad y la ética profesional. Es legítimo entonces desnudar y criticar la actitud de aquellos medios que, desdeñando la honestidad y la prudencia, nutren el sensacionalismo, el temor y la violencia multitudinaria tratando de causar el mayor daño al gobierno. Lo que, inexplicablemente, parecen ignorar es que, día a día, con esa forma irresponsable de ejercer el periodismo el mayor descrédito lo están padeciendo ellos.

 


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